miércoles, 29 de agosto de 2012


MISTERIO GEOMÉTRICO

Me atrevo a proponer un impactante enigma.
Una cuestión incluso más extraña que esta otra que cita, pero de la que no habla, el periódico: la de las tormentas tropicales que, cada año, pasan sobre Cuba como un viento mojado y molesto, pero que cuando llegan a Estados Unidos, de repente, se llaman “Huracanes”, apocalipsis, y se llevan volando miles de casas, vacas, animadoras del equipo de rugby, inundan ciudades, desaparecen los sheriffs...

Qué cosa tan rara es la naturaleza.

Pero aun así, mi misterio es mucho más profundo, y, además, es geométrico.

Es el misterio de cómo esta ciudad, Moscú, mi Moscú, crece y crece, como una mancha de aceite, y, sin embargo, cada día es más pequeña.
En otras palabras, sobre como Moscú crece en todas direcciones pero que cada día tiene menos kilómetros para ser paseada.

Habré de dar unas instrucciones técnicas: el gigantesco centro de Moscú, y desde hace cientos de años, tiene pocas calles principales, aunque muy grandes. En las zonas que quedan entre ellas están las casas, formando cuadrados, patios interiores, los deliciosos “dvorí”, de diferentes tamaños y formas, y que siempre fueron la olla donde se iba cociendo la vida, la conversación, la sociedad. La gran mayoría de los edificios de esta ciudad muestran a la calle principal su cara trasera, pues las puertas de acceso, la fachada principal, está dentro, en esos patios, a los que hay que introducirse, a veces, por melancólicos arcos, cambiando de ruido, de paisaje, casi de dimensión en unos pocos metros.
Esos patios se conectan unos con otros, creando caminos, espacios comunes, paseos alternativos a la ruidosa calle. Antes, mucho menos hoy, se podían atravesar grandes zonas de Moscú en un continuo silencio, alejado de las tumultuosas vías.

Pero cuando aparecieron los propietarios... aparecieron las vallas.

Poniéndose de acuerdo los dueños de las casas de cada patio, (dicen que para guardar sus coches dentro), para encerrarse allí, o para encerrar al resto de la ciudad fuera, han ido vallando los accesos, cortando el paso.

Y los paseos se encuentran con esas verjas, y muchos pasos se quedan sin dar. La maldita valla, los malditos barrotes han ido cortando caminos que llevaban ahí cientos de años.
A la calle, a los coches, dicen. A ver sólo las espaldas de la ciudad. Se acaban los caminos alternativos.

Cuantos kilómetros se habrán perdido ya en Moscú... muchos. Alguien estará pensando que también en Madrid, en barrios nuevos, como Sanchinarro por poner un ejemplo, los edificios también están cerrados. Pues que ardan. Pero es cierto que tienen la gran ventaja de ser lo suficientemente feos para no querer ir a pasear por ellos.
Pero el viejo Moscú, los entrañables dvorí, los patios-patria de tanto poeta, músico, vecino, niño, fantasma, borracho... de tanta historia, belleza y silencio... ahora tras la valla... tras la que, con mirada triste, se ven esos coches caros, esos señores a los que les asustaría mi acento de inmigrante ilegal...

Está de moda entre algunos rusos, entre los que se lo pueden permitir, la sana libertad de viajar por el mundo de forma obsesiva. Pero ninguno piensa en la prohibición de viajar por partes de su ciudad. Se quejan, esos mismos, de la poca amabilidad que hay en Moscú: no te daré los buenos días si me acabas de prohibir cruzar por “tu” patio.

Y de esta forma tan triste queda resuelto el problema geométrico de cómo Moscú, creciendo, cada día es más pequeña, pues el espacio sólo existe si se puede pasar por él.








3 comentarios:

  1. Buenas. Sigo tu blog desde hace unas semanas, aprendo bastante de él y extraigo perspectivas que me ayudan a entender la vida en Moscú. Porque somos vecinos en la actualidad.
    Sobre este tema de los patios, como usuario habitual de la bicicleta en Moscú (y ya sabes todo lo que eso conlleva), me frustra especialmente que esos caminos y ambientes "de poblachón" cada vez estén más vallados, y me vea empujado a meterme en los dominios del conductor moscovita, agresivo y egoísta como pocos.

    Estaría bien una entrada en tu blog sobre el increíble fenómeno del coche en esta macrourbe: todo un símbolo de los tiempos y de cómo no hacer ciudad.

    Saludos

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    1. Buenas David. Cuando se me ocurra algo lo escribiré. Respecto a tu bicicleta lo único que puedo hacer es rezar por ti.
      ¿Qué te ha traído a Moscú?
      Para cualquier cosa puedes ponerte en contacto conmigo.
      Y suerte con lo que te traigas entre manos.
      Un saludo,
      Enrique.

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  2. Ahora he entrado con mi perfil de Blogger.
    Pues a Moscú me trae la crisis, claro, puesto que a Rusia hace tiempo que dejé de verle atractivo con el caos y la depresión social, ética, política y cultural en la que vive (sólo hay que echarle una ojeada rápida a uno de mis blogs para darse cuenta de ello)...
    Cuando superas la treintena sólo tienes 3 alternativas laborales: haberte superespecializado invirtiendo años de tu vida en ello (y en un sector que capee el temporal), montarte tu propio negocio (y que pueda capear el temporal) o emigrar (y anda y que le den al temporal). Haber sido un culo inquieto y picado en multitud de flores me convierte en un indeseable para el mercado laboral. Tener familia aquí y una población sumisa, pasiva y obediente allí terminó de inclinar la balanza. Vamos, que no soy un escaqueado, que me he batido el cobre durante más de veinte años en colectivos, asociaciones y sindicatos anticapitalistas... pero es que donde no hay, no se puede rascar (¿el 15M y las redes "sociales"? ¿Esa es la alternativa, en serio?), y económicamente estaba muy muy mal en Madrid.
    Así que Moscú o la nada.
    Te paso mi mail en otro comentario, no viene nada mal tenerlo. Cuando lo tengas, borra el comentario, por eso de los bots spammeros y tal.
    Un saludo
    DSM

    PD. lo de la bicicleta choca un poco, verdad? Pero no es tan fiero el león como lo pintan, o por lo menos, siempre hay triquiñuelas de etólogo para evitar sus zarpazos. Suelo ir un par de veces por semana de Dinamo a Elektrosabodskaya, incluso por el Sadobe Koltso, y aún no he tenido ningún percance.

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