martes, 4 de septiembre de 2012


ELOGIO DE LA PROPAGANDA.

"El abecedario antirreligioso"
Admiro la propaganda, cuando se llama propaganda. Si se le cambia el nombre, sale de su trinchera, se confunde, se viste de traje de noche y se convierte en señorita de compañía para aquellos que pueden pagarla. Pierde cualquier verdad que pudiera haber tenido.

Si pudiera haber elegido, me habría gustado vivir en Moscú en los años 20. Entonces mi pobreza hubiese sido útil.
Me reuniría entonces con los amigos para leer los periódicos enemigos, los de los “blancos” y los extranjeros. El enemigo se veía claro y chillaba como un jabalí herido. La propaganda atacaba sin piedad al nuevo poder surgido en Rusia, y no sólo desde fuera del país: por largos años, y desde las fronteras orientales, los rusos "blancos" y los terratenientes que aun quedaban seguían imprimiendo periódicos, levantaban fábricas, abrían comercios...
Los amigos habríamos ido después, paseando por aquel Moscú lleno de cicatrices, hasta el departamento de Agitación y Propaganda o al Narkompros. Sentado a la mesa, Lunacharsky, o quizás la mismísima Krúpskaya.

Los que no habíamos aprendido ninguna profesión decente, seríamos todos poetas.
Me acercaría a la mesa. - “¿Sabe usted leer y escribir, compañero?” - “Mi nombre, y firmar con una X” - “Con eso vale. Le encargo un poema de apoyo a los carpinteros de Samara. Tráigalo mañana. Aquí tiene su dinero”

-”A mí me ha tocado fomentar la venta de pelotitas de la cooperativa de...?” - decía Mayakovskiy. Llegó al día siguiente y entregó a Lunacharskiy: “Queridas niñitas, queridos niñitos, pedidle a vuestros padres baloncitos”
-“Muy bien. Escriba ahora sobre los beneficios de nuestro pan blanco”

1-Cada vago; 2-Una alegría para el enemigo;
3-Un trabajador heróico;
4-Un golpe al burgués
Mayakovskiy.
Rodchenko tenía más suerte: le tocaba dibujar carteles propagandísticos, entre ellos, uno para convencer a los esquimales de no escupir en el suelo de la recién abierta escuela. En la redacción de “Gudok”, Bulgákov, Katáev, “Zubilo”... hacían propaganda para los trabajadores de ferrocarriles.

Pero esta es sólo la parte cómica. Aparte de las anécdotas, las propagandas de uno y otro lado jugaron un papel casi tan importante como el factor militar o el social. Y tan inesperada victoria fue la bélica, contra trece potencias extranjeras y el viejo ejército del zar, como la propagandística, contra los principales imperios periodísticos europeos.

Así hicieron. Un trabajo gigante. Las cosas claras. Propaganda. A Mayakovskiy no le gustaba el pan blanco.

Pero no eran otros tiempos. Abro el periódico, hoy: “En la escena del asesinato había una pintada, en una de las paredes del colegio, en apoyo a las Pussy Riot”. Así de claro.
Y no es un hecho local. En España, en el diario El País, leía no hace mucho como un periodista, con envidiable talento, al hablar sobre los problemas que causan hoy las mafias rusas en Miami, se las arreglaba para incluir en su texto cuatro veces “Unión Soviética”, y es más, terminar echándole la culpa, a quizás el país, ya veinte años extinto, que menos relación tuvo ni con mafias ni con Miami.

No les juzgo. Es su trabajo.

Bueno, sí, los juzgo: son unos vendidos.
Y unos lameculos.

Rememoro una imagen, un comentario escuchado en el Metro. Subiendo las largas escaleras mecánicas una señora y un señor subían delante de mí. Miraba hacia arriba y los veía hablando: estaban ellos y, a lo largo del enorme túnel, en las paredes, había más de cincuenta grandes carteles con propaganda de todo tipo de objetos, empresas, bancos... en resumen, simbología de un sistema, de una ideología.
Dentro del mismo y publicitario túnel, al pasar junto a una antigua lámpara, en cuya base había una hoz y un martillo, de unos cinco centímetros de diámetro, la mujer, con desprecio, la señalaba con el dedo y exclamaba: “¡Cuánta propaganda!”

Hoy la propaganda se llama periodismo.
Cambiar el nombre de las cosas ha sido la principal y más efectiva arma del capital en los últimos cien años.

Leo otra noticia sensacional, fundamental para el desarrollo de la historia de los pueblos, las naciones, los universos: “Posiblemente, Lenin alternó con una prostituta en París”

Dicen desconocer la identidad de la prostituta. Pero quédense tranquilos, yo sé quién era, y os lo digo ahora mismo: Lenin visitaba a vuestra putísima madre en París. Muchas veces. No paraba de visitarla.
Ya lo sabéis, dormid tranquilos.

De la titánica lucha de los propagandistas soviéticos contra el resto, poco se ha escrito.
Curiosamente, ninguno de los gigantescos poetas, escritores... que participaron en los aparatos propagandísticos bolcheviques, fueron ni siquiera nombrados en los cursos de literatura rusa en mi universidad.

Si acaso hubiesen sido nombres menores... pero Jlébnikov, Mayakovskiy, Olesha, Ílif, Petrov, Katáev, Bagritskiy, Bábel, Rodchenko... son, simplemente, esenciales.

Que cada uno elija su propaganda preferida, pero, por favor, no le cambien el nombre.

2 comentarios:

  1. Bravo compañero:
    el medio es el mensaje o algo así descubrieron allá por los años sesenta. La propaganda, el periodismo es lo mismo. Claro, que algunos fueron mejores que otros, claro que siempre existieron excepciones. Una vez un jefe de redacción le pidió a un pesado que quería ser periodista que escribiese una nota sobre dios para sacárselo de encima. Creyendo que había triunfado el jefe lo despide y antes de llegar a la puerta de la oficina, el periodista se da vuelta y le pregunta: ¿a favor o en contra desea la nota señor?
    Acto seguido el jefe le puso a disposición un escritorio al tiempo que decía a viva voz, que este era un verdadero periodista.
    A favor o en contra amigo, todo pasa por ese hilo fino y sensible...
    Un abrazo como siempre
    Martín

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