miércoles, 26 de diciembre de 2012


LA CANCIÓN DEL PETREL.

“Eso de lo dirás a todas”... y era verdad, Lenin, a veces, se repetía.
“Es el espejo de la Revolución”. Repartía el piropo a diestro y siniestro: Pushkin, Chernishevskiy, Chéjov, Herzen, Gógol...todos, y quizás llevase razón.
Pero no, Lenin no se repetía tanto, no tanto como debiera. La memoria popular es la que ha otorgado ese apelativo de “Espejo de la Revolución”, parafraseando a Lenin, a cualquiera que fue escritor o poeta. Y quizás también lleven razón.
Vladímir Ilich sólo otorgó esos honores a un escritor: a Lev Tolstoy.


A otro lo galardonó de la siguiente manera: “Eres el Petrel de la Revolución” - le dijo. En ruso el pájaro petrel se dice “Burievestnik”, “el que trae la tormenta”.

Ese honor no podía ser para otro que no fuera Maxim Gorki.

¿Cuándo le dimos la espalda a Gorki? ¿Por qué pasa de largo en nuestras conversaciones? ¿Demasiado triste?
En español hay muy pocas traducciones: es fácil olvidarlo. ¿Pero, y en Rusia? En realidad, no lo olvidan, simplemente no lo nombran.

Cuando llegaron los señores hace veinte años, la Avenida de Gorky fue la primera en ser cambiada de nombre, por el insípido “Tverskaya”, que no significa nada, simplemente, que por allí se va a Tver.
No cambiaron el nombre de ningún general, de ningún político. Eliminaron el nombre de un escritor, de un gigantesco escritor.


Porque sí, Gorki fue un gigante. Vivir sin él es dar la espalda a una época entera, a hombres y mujeres de los que nadie escribió nunca. Sin Gorki, las revoluciones de 1905 y 1917 parecen sucesos espontáneos, un barrunto, una pataleta.
Sin la influencia de Gorki, los periodistas han descubierto este año que en Rusia hace frío en invierno. Cientos de muertos después, le echan la culpa al frescor de la mañana...
Sin Gorki, nos quedamos sin los nombres, los sentimientos y las verdades de esos mendigos, sin sus noches de soledad en las calles heladas, sin sus porqués ni sus cómos.

A Nabókov no le gustaba. Escribió muy enfadado sobre él en sus clases de universidad en EEUU. Eligió para zurrarle el segundo relato de juventud de Gorki. Respetable. A Nabókov nunca le gustaron los niños esclavos, ni los rincones malolientes, ni la suciedad, ni los mendigos, ni conversar con las prostitutas. Odiaba el mundo sin brillo, ese espacio donde no existe lo sublime. También es cierto que hubiera perdido su trabajo si hubiese dicho lo contrario.
A Tolstoy y a Chéjov les gustaba muchísimo. Más a Bábel, sobre todo desde que le diera aquel consejo de dejar de escribir un tiempo y mezclarse con hambrientos, bandidos, con hombres y mujeres de toda calaña. El resultado fue fabuloso: Caballería Roja.

Lenin tenía imaginación para lo que quería. Era capaz de inventarse caminos donde no los había, pero no gastaba tanta imaginación poniendo motes.
“Petrel de la Revolución”, el trae-tormentas, venía de un famoso texto de Gorki que llevaba ese nombre, “La Canción del Petrel”
Se trata de eso que llaman poema en prosa. Son los peores para traducir. Sin apoyo de rima alguna con la que camelar al oído, basan su ritmo en la sonoridad propia del idioma, diferente a la de otros.

Elijo, no obstante, la “Canción del Petrel” porque me gusta. También porque es uno de ese puñado de cosas que viven aun en la memoria de cada ruso, uno de los himnos. Hay que cantar esa canción hoy, cuando la quieren eliminar en los colegios, cuando demuestran que les sigue doliendo.
Fue escrito en 1901, y su carácter valiente y profético es evidente. Por cosas como esta no dejaron a Gorki ingresar en la universidad.

LA CANCIÓN DEL PETREL


“Reúne nubes el viento sobre la gris llanura del mar. Entre las nubes y el mar vuela el petrel, como un rayo negro.
Con sus alas corta las olas, hacia las nubes remonta como una flecha, y grita, y las nubes escuchan alegría en su valiente clamor.
Ante la tormenta las gaviotas gimotean, ante la tormenta sobrevuelan el mar confundidas, y en sus fondon quisieran esconder su miedo.
Gimen las gavias – a ellas no les llegará nunca el sabor de la lucha por la vida: les asusta el estruendo del trueno.
El tonto pingüino, vergonzoso, esconde su grasiento cuerpo entre las rocas... ¡y sólo el petrel vuela alto, orgulloso, valiente y libre sobre la gris espuma del mar!
Sobre el mar se precipitan oscuras y bajas nubes , y cantan, se levantan las olas para encontrarse con el trueno.
Retumba el trueno. Las olas lanzan alaridos en su lucha contra el viento. Las abraza el viento, y con un manotazo de furia salvaje las arroja contra las rocas, haciéndolas polvo y salpicada masa de esmeralda.
Grita y vuela el petrel, como un rayo negro, como una flecha atraviesa las nubes, corta con sus alas la espuma de las olas.
Ahí va, demonio negro de la tormenta, y ríe, y grita...¡de las nubes se ríe, de alegría llora!.
En la furia del trueno, pequeño demonio, harto de escuchar el cansancio, cree, cree en que las nubes no pueden ocultar el sol.
El viento sopla... Retumba el trueno...
Como llamas azules arden los rebaños de nubes sobre el mar sin fondo. El mar agarra las flechas de los rayos y los apaga con su vorágine. Los rayos, como serpientes de fuego, golpean el mar con su reflejo mientras se apagan.
-¡Tormenta! ¡Se desata la tormenta!
Grita valiente el petrel entre los rayos, sobre los furiosos alaridos del mar; grita la profecía de la victoria:
-¡Más fuerte, tormenta, más fuerte!”

martes, 18 de diciembre de 2012



SOBRE EL FIN DEL MUNDO.



Adoro los días de invierno, cuando se congelan los pelos de la barba y del bigote. El aliento va formando tempanitos en ellos, y yo los voy chupando. El pelo añade al vaho congelado las sales minerales necesarias para el organismo. Respiro y me alimento a la vez. Es una forma de ahorro.

Kazarmenniy Pereulok
Caminamos por el Callejón “Kazarmenniy”, y por el Bulevar Pokrovskiy. Vamos siguiendo los pasos de esa novela mítica, “Las doce sillas”, de Ilf y Petrov. Son estos los últimos barrios antiguos y supervivientes al plástico. Me gustan, a veces me recuerdan a Odesa... esa ciudad que tanto recuerda al viejo Moscú.

¿Será en este patio donde encontró Ostap Bender la silla número siete? ¿Será esa la casa donde aquellos tres escribían una ópera para el Bolshoy llamada “El rayo de la muerte”? ¿Escribía en este patio Liapis Trubetskoy ese poema mecánico en el que cambiando un sustantivo de cada verso, resultaban infinitos poemas nuevos? Quiero pensar que sí, anima el paseo.

Vamos hablando de lo inminente y lo inevitable: el fin del mundo. Bromeamos, decimos barbaridades, echamos unas risas. Pero alrededor, en buena parte de esta ciudad, existe un profundo temor.

Para nosotros es un tema jocoso, pero lleva a un tema más delicado: las nuevas creencias en Rusia.

Hoy, por aquí, se cree en cualquier cosa, menos en el hombre.
Rusia siempre fue un país religioso, sujeto radicalmente a una fe y a sus contradicciones, hasta tal punto, que fue la cuna de la extrema negación de dioses y destinos: el Nihilismo, padre del ateísmo, que es, de cierta manera, una cuestión de fe.

Los comunistas entendieron perfectamente esa condición religiosa endémica, y, luchando contra las viejas creencias, hicieron de la suya una nueva religión, construyeron bajo tierra catedrales, estaciones de metro que sustituían una fe por otra (en mi opinión, mucho mejor encaminada y justa).

Hoy, la nueva fe es el dinero, un nuevo dios al que los rusos rezan en inglés.

Pero no ocupa esta nueva fe tanto hueco vacío en el alma de muchos rusos.
Se prueba con la Iglesia Ortodoxa, pero tampoco satisface tanta necesidad espiritual. Deberían probar a dar misa en los McDonald, y en inglés.
Pero, además, Rusia fue uno de los últimos países europeos en cristianizarse. Apenas mil años atrás. Los dioses paganos y sus tradiciones, los espíritus de los pantanos y los dragones siguen muy presentes (mitología que, si bien el comunismo no fomentó, si mantuvo viva, al ser estudiada como hecho histórico y antropológico al mismo nivel que el cristianismo).

Y un último añadido: el fomento de la ignorancia y la pseudo-ciencia.

La palabra “Etrusco”, significa : “Es ruso”, de ahí que Italia la fundasen rusos”
Rusia, Ra-sía, viene de la palabra “RA”, dios del sol egipcio... con eso se demuestra la participación de los rusos en la construcción de las pirámides...”

Cosas semejantes se dicen, se publican, se venden. Se extienden por el pueblo, un pueblo que está ya lejos de las universidades y las cátedras. Y todas esas cosas suelen tener un matiz, una intención, extremadamente nacionalista, peligrosa.
El método favorito de los “sabios” es el de coger palabras sueltas del ruso, buscar palabras parecidas por su sonido en otros idiomas, y, saltándose cualquier ley lingüística de formación, origen o desarrollo de las palabras, terminan “demostrando”, por ejemplo, que todos los idiomas vienen del ruso, que los rusos reinaron una vez en el mundo... y cosas de ese estilo. (En Ucrania es todavía peor, e inventándose una raíz del nombre de su país, que significa “junto a la frontera”, “demuestran” su origen en pueblos mesopotámicos y en los fundadores de Troya, y lo que es terrorífico: de eso se habla en las escuelas)

La pseudo-ciencia y el ardiente fervor “místico” se combinan, se reproducen... ocupan espacio las sectas, las adivinas, el tarot...

Profesor Andrey Anatolevich Zsalisniak
Aparece en la conversación el Profesor Zsalisniak. Miembro de la Academia de Ciencias de Rusia, (el Cerebro de oro). Doctor en Filología y tal vez el mejor lingüista del país.

El bueno del Profesor lleva años corriendo de una esquina a otra de Moscú, va perdiendo el aliento, luchando contra la tontería. Se agota escribiendo en pizarras demostraciones de que no, que “Bruselas” no significa “tierra de los bielorrusos”, que “Perú” no tiene nada que ver con la palabra rusa “Piervo” (primero), es decir, que los rusos no descubrieron América...

A sus conferencias van cientos; los libros que mienten con alevosía tienen miles de lectores. Está mucho peor vista la verdad que la Pseudo-historia, escrita por pseudo-científicos que ganan millones que no son pseudo (“pseudo”, del griego antiguo: “falso”, “no verdadero”; en griego moderno significa “Unión Europea”).

De todo esto a una numerosa creencia en el fin del mundo va un pequeño paso. Llaman la atención unas estadísticas que dicen que EEUU es el país más creyente en el fin del mundo del día 21. Después va Rusia. Nunca me dejará de sorprender lo rápido que se extiende la ignorancia, y como la ignorancia hace que todos nos terminemos pareciendo.

¿Qué pasará cuando el día 22 salga el sol? He visto tanta promoción y tanto miedo en una parte de la población, tanta duda respecto al fin de los días, que me atrevo a afirmar que sí, algo cambiará después. Habrá mucho desilusionado, mucho sorprendido, mucho nuevo profeta con cálculos nuevos.
Pero, sinceramente, no dejará de ser una anécdota, y a nadie hace daño que se hable del fin del mundo, aunque cierto es, que el miedo es el mayor negocio que existe.

Preocupa mucho más el tema hablado, el de las creencias en mentiras absolutas sin el menor indicio, la revisión de la historia a través de leyendas, de mitos, de magias y mentiras... con un fuerte componente nacionalista: el más peligroso elemento que vive hoy en Rusia. A nadie se le escapará que todas esas nuevas teorías recuerdan con claridad a los que buscaban a los arios primitivos.

Como contraste, y para desgracia de muchos, el edificio más grande de la ciudad sigue siendo una universidad. El fin del mundo llegará cuando deje de serlo.


martes, 11 de diciembre de 2012


SÓLO UNA BUENA HISTORIA.


Leo sobre una noticia real que es una buena historia. Una de esas que excita la imaginación y la duda.

Siento que en España no se den historias con detalles similares, pero es que en España no nos dedicamos a estas cosas. En España hacemos cosas mucho más inteligentes, como por ejemplo, preocuparnos por China y sentir un entrañable cariño por sus pueblos. Con grata sorpresa he ido descubriendo esta semana el profundo conocimiento que de la historia y la literatura de ese país tenemos los españoles. Bueno, yo no, no he leído a Mo Yan, el nuevo premio Nobel. Pero sé que se han enfadado mucho con él. Esperaban una quema pública de un retrato de Mao, y aquel se negó.

Los periodistas españoles acusan al bueno de Mo Yan de no hablar. Olvidan esos periodistas españoles que ahora se preocupan tanto por el pueblo chino, que escriben sobre una tierra bajo la que hay miles de cadáveres sin nombre, que pasan con sus coches frente a cunetas llenitas de huesos de fusilados que no quieren encontrar.
Ninguno de estos exigentes periodistas pidió a Camilo José Cela que hablase de esas cunetas cuando recogió su premio.

Pero yo sólo quería contar una buena historia recién leída. Como las buenas historias, cuenta otras si acaso más interesantes.

Comienza como una tradición rusa. Esa de los amigos que se marchan a cuatro o cinco mil kilómetros de su casa, a la taiga, de pesca. Igual de tradicional es que se pierdan, y que se den casos de desaparecidos que han encontrado a perdidos, de perdidos que han encontrado a los policías que habían ido a buscarlos y señores que se habían ido a por tabaco.

Ocurrió en septiembre, por las cristalinas aguas del Río Sutam. Yakutia. Casa de lobos, osos, tigres y momias de Mamut. Temperatura media del lugar ese mes: - 5º.

Llevaban los cuatro amigos un mes de pesca cuando quisieron volver a casa. Uno llamó a su hermana: no podían salir de allí, el río había sufrido una fuerte subida (se encontraban en una isla) . Temperatura media en octubre, -10º.

Un mes después, sin noticias, la familia empezó a preocuparse, y avisó a la policía. Comenzaron a temer que pudiera haber pasado algo.
Temperatura media de esa zona del río Sutam en noviembre: -24º.

El ejército ruso, experimentado en búsqueda de buscadores de setas, pescadores, camioneros y otros miembros del ejército, empezó a rastrear cientos de kilómetros y taiga virgen. Volaba un M8, un avión militar. Imposible acceder allí por tierra.

28 de noviembre.

Unas semanas después, y buscando ya entre la nieve, la policía encontró un refugio de cazadores. Uno de esos que Dersú llamaba "Fanzá", en idioma nanai, "Casa de chinos pobres". 
Allí los cuatro amigos habían dejado una nota, por si iban a buscarlos:
“Hemos pasado aquí unos días. Hemos cogido algunos víveres” - y dejaron tres mil rublos junto a la nota, por los gastos. 
Buena gente.

Pasados unos días, encontraron a dos de ellos. Estaban famélicos, y con varios dedos congelados. Habían pasado tres meses en la taiga.
Los llevaron al hospital más cercano. Les preguntaron por los otros dos chicos. No sabían nada.

Un tiempo después, encontraron al tercero.
Le habían cortado la cabellera.
Le faltaban varios trozos de carne más.
“Parecen heridas de hacha” - comenta la policía.

Volvieron al hospital, a interrogar a los hospitalizados. Pero no estaban. Se habían ido. Todavía los siguen buscando.

“Sería el cuarto caso de canibalismo en la región este año” - apunta un alcalde.

Y no los encuentran. La familia no sabe nada y vuelve a denunciar su desaparición.

“En la policía sospechamos, incluso, que no eran pescadores”

Investigaciones recientes indican que, posiblemente, no eran peces lo que buscaban.
Indican que pudieran ser buscadores de oro. Los que se fueron del hospital habrían vuelto a por algo que dejaron en algún lugar.

“No sabemos si se lo comieron porque estaba muerto o lo mataron para comérselo” - duda la policía.
"El significado del corte de la cabellera nos resulta extraña. Hay partes del cuerpo más carnosas"

¿Y el cuarto hombre?
Algunos apuntan que habrá que esperar a encontrarlo hasta la primavera o el verano, cuando la nieve se derrita.

En Rusia, a los cadáveres que aparecen en primavera debajo de la nieve se les llama “Podsnezhniki”
El mismo nombre llevan unas hermosas flores amarillas y azules, que son las primeras en aparecer con los deshielos, bajo el manto blanco.

A día de hoy, seguimos sin novedades respecto al caso. Siguen buscándolos. 
Temperatura de hoy en Neriungri: -37º.

domingo, 2 de diciembre de 2012


EL REGRESO DE TARÁS.


Antes de que la nieve me posea y no sepa ver nada más, antes de que empiece a escribir cosas terribles como “blancos copos se posan en el suelo”... Antes de que eso ocurra, voy a contar un chiste, siberiano e invernal, recién contado, fresco, buenísimo (todos los chistes me parecen buenos, sobre todo los malos)

Dice que un amigo moscovita llama por teléfono a su amigo de... Novosibirsk, en Siberia, pues ha visto en la televisión que por allí están a cincuenta grados bajo cero:
-¿Qué tal por allí?
-Bien.
-¿Hace mucho frío?
-No mucho, sólo estamos a veinte grados bajo cero.
-¿Sí? He escuchado que estabais a cincuenta bajo cero...
-¡Ah! Bueno, sí, pero eso es en la calle, dentro de casa estamos bien.

Pero en realidad yo quería hablar de otra cosa. Sobre la Plaza de la hermosa y verde Estación de Ferrocarril Bielorusskaya.
Vas andando y los ves. A caballo, con ropas oscuras, altos gorros de astracán... uno se acerca a avisar a un hombre que está aparcando su coche donde no debe. No, con este no valen los sobornos... miras, miras, te lo crees, no te lo crees... ¡cosacos!

Pues sí, cosacos patrullando por Moscú. Guardando el orden público.
Qué bonito, qué gracioso, un cosaco precioso. Muy exótico, muy sugerente...

Pero, ¿quiénes son los cosacos y qué hacen aquí?
Con la respuesta a lo primero, se contesta a lo segundo.

Siempre existió la costumbre en Rusia, y en la Unión Soviética, de que cada historiador aportarse una nueva teoría al origen de los cosacos. También existía la tradición de que cada cosaco se enorgulleciera de un origen diferente al cosaco de al lado.

Fueran de donde fuesen, y desde hace muchos siglos, siempre fueron la vanguardia del Ejército del Zar, tan vanguardia, que ni siquiera formaban parte de ese ejército. Vivían en las zonas fronterizas, protegiéndolas, o se lanzaban a conquistar Siberia. A cambio de la fidelidad y el servicio, recibían una casi total autonomía en las tierras que ocupaban.
Hasta el 1861, cuando se abolió la esclavitud en Rusia (y se cambió por el pago mensual del alquiler de los campesinos por las tierras del terrateniente), la única manera que tenían los campesinos de huir era la de correr... y llegar a un asentamiento cosaco, a los que pasaba a formar parte o a trabajar a sus servicios.

A veces, como en todos sitios, había líos con esas concesiones del Zar... hubo varias revueltas, la de Pugachov, la de Razín, Bulávin... satisfechos sus deseos, volvían a ser su élite, sus guardianes, sus legionarios, libres por sus rincones. Pero tras siglos de reyes enfrentados, de exotismo militar y leyendas heroicas contra polacos, tártaros... llegó la Revolución de Octubre.
Difícil momento para los cosacos, que tan bien vivían. Los había ricos y los había pobres: Estos últimos se unieron al Ejército Rojo, pero la gran mayoría se alistó con los pro-zaristas.

Cuando perdieron la guerra, huyeron a Europa... y poco se supo de ellos hasta el 1936.
Fue en España. Entraron en ayuda de los ejércitos fascistas.

Un voluntario soviético, luchando en el Jarama, dejó escrito en sus memorias:

Nunca olvidaré este suceso.
Escena de la película "Chapáev"
Hacia nuestra posición venía al galope un grupo de jinetes. Nos impactaron sus vestimentas: en los hombros llevaban capas de fieltro, en la cabeza gorros cilíndricos de pelo... ¡Lo ves y no lo crees! ¡Cosacos de Kubán! ¡Aquí, en el Jarama! Y para colmo ¡empezaron a hablar con nosotros en perfecto ruso!
De la conversación supimos que frente a nosotros teníamos a verdaderos cosacos, que emigraron en su día con los restos del destruido ejército blanco. Su intención era ahora la de expiar su culpa frente al pueblo y después de la guerra poder volver a casa. Los cosacos se colocaron en una casa vacía, no lejos de nuestros tanques. Pero ahí que en uno de sus vuelos los “Junkers” alemanes lanzaron sobre esa misma casa una bomba. Muchos de nuestros nuevos conocidos murieron

Mientras esos cosacos luchaban por entrar en Madrid, en los cines y teatros de la ciudad los madrileños veían la película más famosa de la guerra: “Chapáev”. Película soviética que narraba las luchas del héroe del Ejército Rojo que destruyó a las tropas de cosacos en las zonas del Volga y los Urales.

Y aquí están otra vez, defendiendo fronteras... ya no líneas imaginarias entre países. Las fronteras que defienden hoy se dibujan en los bolsillos.