domingo, 2 de diciembre de 2012


EL REGRESO DE TARÁS.


Antes de que la nieve me posea y no sepa ver nada más, antes de que empiece a escribir cosas terribles como “blancos copos se posan en el suelo”... Antes de que eso ocurra, voy a contar un chiste, siberiano e invernal, recién contado, fresco, buenísimo (todos los chistes me parecen buenos, sobre todo los malos)

Dice que un amigo moscovita llama por teléfono a su amigo de... Novosibirsk, en Siberia, pues ha visto en la televisión que por allí están a cincuenta grados bajo cero:
-¿Qué tal por allí?
-Bien.
-¿Hace mucho frío?
-No mucho, sólo estamos a veinte grados bajo cero.
-¿Sí? He escuchado que estabais a cincuenta bajo cero...
-¡Ah! Bueno, sí, pero eso es en la calle, dentro de casa estamos bien.

Pero en realidad yo quería hablar de otra cosa. Sobre la Plaza de la hermosa y verde Estación de Ferrocarril Bielorusskaya.
Vas andando y los ves. A caballo, con ropas oscuras, altos gorros de astracán... uno se acerca a avisar a un hombre que está aparcando su coche donde no debe. No, con este no valen los sobornos... miras, miras, te lo crees, no te lo crees... ¡cosacos!

Pues sí, cosacos patrullando por Moscú. Guardando el orden público.
Qué bonito, qué gracioso, un cosaco precioso. Muy exótico, muy sugerente...

Pero, ¿quiénes son los cosacos y qué hacen aquí?
Con la respuesta a lo primero, se contesta a lo segundo.

Siempre existió la costumbre en Rusia, y en la Unión Soviética, de que cada historiador aportarse una nueva teoría al origen de los cosacos. También existía la tradición de que cada cosaco se enorgulleciera de un origen diferente al cosaco de al lado.

Fueran de donde fuesen, y desde hace muchos siglos, siempre fueron la vanguardia del Ejército del Zar, tan vanguardia, que ni siquiera formaban parte de ese ejército. Vivían en las zonas fronterizas, protegiéndolas, o se lanzaban a conquistar Siberia. A cambio de la fidelidad y el servicio, recibían una casi total autonomía en las tierras que ocupaban.
Hasta el 1861, cuando se abolió la esclavitud en Rusia (y se cambió por el pago mensual del alquiler de los campesinos por las tierras del terrateniente), la única manera que tenían los campesinos de huir era la de correr... y llegar a un asentamiento cosaco, a los que pasaba a formar parte o a trabajar a sus servicios.

A veces, como en todos sitios, había líos con esas concesiones del Zar... hubo varias revueltas, la de Pugachov, la de Razín, Bulávin... satisfechos sus deseos, volvían a ser su élite, sus guardianes, sus legionarios, libres por sus rincones. Pero tras siglos de reyes enfrentados, de exotismo militar y leyendas heroicas contra polacos, tártaros... llegó la Revolución de Octubre.
Difícil momento para los cosacos, que tan bien vivían. Los había ricos y los había pobres: Estos últimos se unieron al Ejército Rojo, pero la gran mayoría se alistó con los pro-zaristas.

Cuando perdieron la guerra, huyeron a Europa... y poco se supo de ellos hasta el 1936.
Fue en España. Entraron en ayuda de los ejércitos fascistas.

Un voluntario soviético, luchando en el Jarama, dejó escrito en sus memorias:

Nunca olvidaré este suceso.
Escena de la película "Chapáev"
Hacia nuestra posición venía al galope un grupo de jinetes. Nos impactaron sus vestimentas: en los hombros llevaban capas de fieltro, en la cabeza gorros cilíndricos de pelo... ¡Lo ves y no lo crees! ¡Cosacos de Kubán! ¡Aquí, en el Jarama! Y para colmo ¡empezaron a hablar con nosotros en perfecto ruso!
De la conversación supimos que frente a nosotros teníamos a verdaderos cosacos, que emigraron en su día con los restos del destruido ejército blanco. Su intención era ahora la de expiar su culpa frente al pueblo y después de la guerra poder volver a casa. Los cosacos se colocaron en una casa vacía, no lejos de nuestros tanques. Pero ahí que en uno de sus vuelos los “Junkers” alemanes lanzaron sobre esa misma casa una bomba. Muchos de nuestros nuevos conocidos murieron

Mientras esos cosacos luchaban por entrar en Madrid, en los cines y teatros de la ciudad los madrileños veían la película más famosa de la guerra: “Chapáev”. Película soviética que narraba las luchas del héroe del Ejército Rojo que destruyó a las tropas de cosacos en las zonas del Volga y los Urales.

Y aquí están otra vez, defendiendo fronteras... ya no líneas imaginarias entre países. Las fronteras que defienden hoy se dibujan en los bolsillos.

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