EL REGRESO DE TARÁS.
Antes de que la nieve me posea y
no sepa ver nada más, antes de que empiece a escribir cosas
terribles como “blancos copos se posan en el suelo”... Antes de
que eso ocurra, voy a contar un chiste, siberiano e invernal, recién
contado, fresco, buenísimo (todos los chistes me parecen buenos,
sobre todo los malos)
Dice que un amigo moscovita llama
por teléfono a su amigo de... Novosibirsk, en Siberia, pues ha visto en la televisión que por allí están a cincuenta grados bajo cero:
-¿Qué tal por allí?
-Bien.
-¿Hace mucho frío?
-No mucho, sólo estamos a veinte
grados bajo cero.
-¿Sí? He escuchado que estabais
a cincuenta bajo cero...
-¡Ah! Bueno, sí, pero eso es en
la calle, dentro de casa estamos bien.
Pero en realidad yo quería
hablar de otra cosa. Sobre la Plaza de la hermosa y verde Estación
de Ferrocarril Bielorusskaya.
Vas andando y los ves. A caballo,
con ropas oscuras, altos gorros de astracán... uno se acerca a
avisar a un hombre que está aparcando su coche donde no debe. No,
con este no valen los sobornos... miras, miras, te lo crees, no te lo
crees... ¡cosacos!
Pues sí, cosacos patrullando por
Moscú. Guardando el orden público.
Qué bonito, qué gracioso, un
cosaco precioso. Muy exótico, muy sugerente...
Pero, ¿quiénes son los cosacos
y qué hacen aquí?
Con la respuesta a lo primero, se
contesta a lo segundo.
Siempre existió la costumbre en
Rusia, y en la Unión Soviética, de que cada historiador aportarse
una nueva teoría al origen de los cosacos. También existía la
tradición de que cada cosaco se enorgulleciera de un origen
diferente al cosaco de al lado.
Fueran de donde fuesen, y desde
hace muchos siglos, siempre fueron la vanguardia del Ejército del
Zar, tan vanguardia, que ni siquiera formaban parte de ese ejército.
Vivían en las zonas fronterizas, protegiéndolas, o se lanzaban a
conquistar Siberia. A cambio de la fidelidad y el servicio, recibían
una casi total autonomía en las tierras que ocupaban.
Hasta el 1861, cuando se abolió
la esclavitud en Rusia (y se cambió por el pago mensual del alquiler
de los campesinos por las tierras del terrateniente), la única
manera que tenían los campesinos de huir era la de correr... y
llegar a un asentamiento cosaco, a los que pasaba a formar parte o a
trabajar a sus servicios.
A veces, como en todos sitios,
había líos con esas concesiones del Zar... hubo varias revueltas,
la de Pugachov, la de Razín, Bulávin... satisfechos sus deseos,
volvían a ser su élite, sus guardianes, sus legionarios, libres por
sus rincones. Pero tras siglos de reyes enfrentados, de exotismo
militar y leyendas heroicas contra polacos, tártaros... llegó la
Revolución de Octubre.
Difícil momento para los
cosacos, que tan bien vivían. Los había ricos y los había pobres:
Estos últimos se unieron al Ejército Rojo, pero la gran mayoría se
alistó con los pro-zaristas.
Cuando perdieron la guerra,
huyeron a Europa... y poco se supo de ellos hasta el 1936.
Fue en España. Entraron en ayuda
de los ejércitos fascistas.
Un voluntario soviético,
luchando en el Jarama, dejó escrito en sus memorias:
“Nunca
olvidaré este suceso.
Escena de la película "Chapáev" |
Hacia
nuestra posición venía al galope un grupo de jinetes. Nos
impactaron sus vestimentas: en los hombros llevaban capas de fieltro,
en la cabeza gorros cilíndricos de pelo... ¡Lo ves y no lo crees!
¡Cosacos de Kubán! ¡Aquí, en el Jarama! Y para colmo ¡empezaron
a hablar con nosotros en perfecto ruso!
De
la conversación supimos que frente a nosotros teníamos a verdaderos
cosacos, que emigraron en su día con los restos del destruido
ejército blanco. Su intención era ahora la de expiar su culpa
frente al pueblo y después de la guerra poder volver a casa. Los
cosacos se colocaron en una casa vacía, no lejos de nuestros
tanques. Pero ahí que en uno de sus vuelos los “Junkers”
alemanes lanzaron sobre esa misma casa una bomba. Muchos de nuestros
nuevos conocidos murieron”
Mientras
esos cosacos luchaban por entrar en Madrid, en los cines y teatros de
la ciudad los madrileños veían la película más famosa de la
guerra: “Chapáev”. Película soviética que narraba las luchas
del héroe del Ejército Rojo que destruyó a las tropas de cosacos
en las zonas del Volga y los Urales.
Y
aquí están otra vez, defendiendo fronteras... ya no líneas
imaginarias entre países. Las fronteras que defienden hoy se dibujan
en los bolsillos.
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