martes, 19 de junio de 2012


JAÉN. HERNÁNDEZ Y EHRENBURG.

Esto trata de las raíces de uno. Toca lo personal, lo íntimo.

 “Ni casas ni hombres. La Sierra huele a ajenjo. Se llama “Sierra Morena” (…) En lo alto de una montaña, el monasterio. Cada verano venían aquí los peregrinos. A la milagrosa estatua de la virgen la llaman “la morenita”. Con las donaciones, los monjes le compraron una corona de oro; la corona era más grande que la estatua. Las muchachas suspiraban con ternura.
Los nuevos peregrinos, en lugar de báculos llevan fusiles, y en lugar de cantar salmos cantan “La Internacional”  Iliá Ehrenburg.

Primavera de 1937. Guerra Civil. En el mismo tiempo y espacio en el que Miguel Hernández pasaba su luna de miel en el Frente Sur, a la vez que clamaba por primera vez su eterno “Andaluces de Jaén”, el escritor y poeta soviético Iliá Ehrenburg, iba y venía entre Andújar y Jaén, esquivando bombas italianas, ocupándose de transmitir los sucesos del Monasterio de la Virgen de la Cabeza, textos que se publicaba al día siguiente en Moscú y en toda la Unión Soviética..

En aquellos días, como en el Alcázar de Toledo, tropas franquistas se hicieron fuertes en un edificio emblemático y bien defendido. Como en Toledo, muchas mujeres fueron tomadas como escudo. 
“En el futuro museo de la Revolución española, entre las expuestas armas del enemigo, habrá, sin duda, una falda”  I.E.
Las tropas republicanas los rodeaban, escondiendo a duras penas los tanques de la vista de los aviones bajo los descuidados olivos.

“Los hambrientos campesinos de Jaén rezaban a “la morenita” para que los protegiese contra la Guardia Civil. Tras la recolección de la aceituna por los campos de los terratenientes, marchaban hambrientos los campesinos. Al “criminal” que se atrevía a recoger para sí algunas aceitunas le esperaba un balazo” I. E.

También Miguel Hernández trabajó allí de corresponsal. Pero era poeta. Si Machado era el arma de la reflexión y Lorca la de la imaginación y la belleza, Hernández era el arma, el alma, del campo, los pasos, el árbol, el hombre doliente, el hambre, las manos llenas de barro, del sudor, de la España cruda, desnuda.

Ehrenburg escribió excelentes poemas, pero fue mejor corresponsal. Durante la Segunda Guerra Mundial, los partisanos soviéticos tenían una ley: ante la falta de tabaco, se permite fumar cualquier cosa, excepto las órdenes del Alto Mando y los artículos de Ehrenburg. Fue un corresponsal por el que Hitler ofreció una recompensa personal por su cabeza.

Frente a los apasionados artículos de Hernández, Ehrenburg escribía sus artículos como dispara un francotirador, paciente, preciso, encontrando siempre el órgano que más doliera al enemigo. Tanto que su primer libro sobre España a punto estuvo de ser censurado por la misma República; el segundo, escrito durante la Guerra, aun hoy no se ha traducido al español. Cabe aclarar que fue él, y no Buñuel, el primero en transmitir al mundo el infierno de la Hurdes.

“En Jaén vi una madre que había encontrado la mano de su hija. En silencio se acercó la mano al torso y empezó a buscar la cabeza. ¿Qué más añadir? ¿Que la gente tiene miedo a dormir en la ciudad? ¿Que por las noches se marchan al campo?¿Que han convertido la vida del hombre en vida de bestia?” I.E.

“Ayer, en las montañas andaluzas, trabajadores berlineses cantaban: “No, no hemos perdido nuestra patria, nuestra patria ahora es Madrid” I.E.

“En la sierra nacen ahora flores, amarillas, lilas y blancas. Los campos de Andalucía se llenan de amapolas. Echaron a correr, a hablar, pequeños riachuelos. Junto a las baterías, sin respiro, cantan los pájaros: es tiempo de su amor pajaril. He visto un bebé, lo echó, lo parió su madre entre los blindados y el ruido de las sirenas” I.E.

Jaén, como toda España, se cubrió entonces de sangre. Pero mucha más se derramaría después de la guerra en esa provincia. Mucha de esa sangre sigue ahí, olvidada y enterrada, regando las raíces, añadiendo matices olorosos a sus aceites, los mejores del mundo. No perdonaron, ni perdonan, a los andaluces de Jaén, a los aceituneros altivos, caminantes de las piedras lunares, tan amantes de los troncos retorcidos.


Nota: la foto de Hernández es frente a la Catedral de Kazán, en Leningrado. El retrato de Ehrenburg es de su buen amigo Pablo Picasso.

jueves, 14 de junio de 2012

CONEXIÓN DESDE LA PLAZA DE BILBAO

Desde la ventana del avión se veía la tierra rojiza, marrón, dorada por la hierba seca.
Escribió Ehrenburg que "toda la literatura española fue escrita con la sangre del pueblo español". Parte de sus tierras también, añado.

(Sí, Madrid sigue bella, el cielo sigue con sus caprichos de colores, las coquetas fachadas de sus cientos de callejuelas pudieran alegrar al caminante... pero no es tiempo de esas cosas, la preocupación es mayor que la belleza)

Madrid, mi ciudad de referencia, la más caminada, la de aquellas tabernas y escondites... llevas ya demasiado tiempo tomada por la Quinta Columna. Por tus televisiones y radios berrean abiertamente tus curas contra el amor entre dos adultos, sólo sonríen los turistas y los empresarios, tus calles están nerviosas.
Trata de blancas, rescate bancario.

Nunca conocí a prostitutas. Menos a aquellas que tienen que pagar su rescate a las mafias a base de ser objetos. Hoy somos cuarenta millones de ellas.

"La opresión monstruosa de las masas por el Estado, cada día más estrechamente ligado a las asociaciones capitalistas, va cobrando proporciones gigantescas"... escribía Lenin, en agosto de 1917. Hoy esas opresiones nos parecen menores. ¿La razón? Quizás ese mismo Lenin, del que tan poco va quedando, al que cuesta tanto resucitar.

El día a día coge cada vez más aspecto de guión. El siglo XX les salió un poco mal, y ahora lo repiten, intentan aprender de sus errores. Disfraces. Les han puesto corbatas a los camisas negras, y una mesa en el banco. La cuestión de la raza se ha convertido en la cuestión económica; el cacique se ha vestido de liberal, y el señorito, de periodista.

En la mayoría de las crónicas del Madrid de 1936..., en los trabajos de los corresponsales soviéticos, que son los que mejor conozco, se repetía el verbo "respirar". Ante la inminencia del ataque enemigo, del vuelo rasante de los aviones nazis, del silvar de los obuses por la ciudad, "Madrid respira de forma pesada", "Madrid tiene hoy una respiración nerviosa" "Hoy Madrid contiene el aliento"...
Hoy me parece que en Madrid, de momento, se respira un poco mejor, pero no hay nada que respirar, o está envenenado, huele mal.

miércoles, 6 de junio de 2012


CUMPLEAÑOS DE PUSHKIN.

¿Por qué no has lavado los platos? ¿Quien va a venir a hacerlo, Pushkin?”

Felicidades, Alexander Sergueievich. El cumpleaños del Poeta Nacional.
Hay muchas razones para quererlo, todos lo hacemos, y cada uno tiene sus razones preferidas.
Aprovecho para poner en orden las mías.
Primero, a quien de verdad quiero es a Arina Radiónovna, esa que fue su niñera, verdadera madre de la literatura rusa.
En aquella casa donde sólo se hablaba francés, a veces alemán e inglés, donde el ruso era la lengua de los sirvientes y los mal educados campesinos que les daban de comer, aquella joven, a escondidas, le contaba al pequeño Pushkin cuentos populares, anécdotas, historias del pueblo. Y debía de contarlas muy bien, pues a aquel niño se le grabaron en lo más profundo.
Después se convertiría en el mejor poeta del país. En aquellas reuniones literarias, sociales... donde se hablaba en cualquier idioma europeo, el joven Pushkin escandalizaba y admiraba a los oyentes con versos que hablaban de un mundo desconocido para todos ellos. Por primera vez la élite rusa vio colores en aquellos alrededores que para ellos eran sólo tinieblas y brutalidad.
Como en un juicio, Pushkin, de abogado defensor, demostró que el idioma ruso no sólo era digno, sino también extraordinariamente poético.
Ni siquiera las obras religiosas eran en ruso. Hasta hoy día la liturgia es en la lengua muerta que es el Antiguo Eslavo. Algunos, como Karamzín o Zhukovsky ya había compuesto buenos poemas en ruso. Pero fue Pushkin el que elevó la poesía en ese idioma a cotas cósmicas. Y a partir de él, una legión de poetas se lanzó a buscar, a jugar y a descubrir esos códigos extraños que todos llevaban dentro, y que hasta entonces sólo servía para las borrachera y para regañar a los esclavos. Porque, no hay que olvidarlo, lo que Pushkin transmitía era la lengua, la expresión de los esclavos, esclavitud que existió en Rusia hasta bien entrado el siglo XIX (y que después siguió existiendo, siguieron viviendo como esclavos, como “almas” que les llamaban, además de tener que pagar un alquiler de las tierras a los antes amos, después, terratenientes)

Cambiar el enfoque, fijarse en el pueblo, llevó a Pushkin, como consecuencia lógica, a querer luchar por él. Se hizo decembrista, revolucionario, quiso acabar con el zarismo y eso le costó varios exilios.
Y aquí entra España en la vida de Pushkin. Aprendió español en Kishiniov, Moldavia. Allí llegaban periódicos españoles que hablaban de Constituciones como “La Pepa”, Riego, monarcas vencidos... Pushkin, y el resto de decembristas, veían en España el ejemplo perfecto. “Esnifa tabaco español y estornuda fuerte”, escribía Pushkin, en consigna revolucionaria. El tema de “España” llegó a a ser prohibido por el Zar, y allí donde a menudo aparecen personajes georgianos o gitanos en los poemas y relatos rusos de aquel tiempo, tengan en cuenta que, seguramente, en su idea original eran españoles.

Su estudio del español ayudó a Pushkin a leer a los clásicos españoles. Para un corazoncito español como el mío, suenan dulces sus palabras: “Una pena que Shekaspeare no leyese a Calderón, que a mi entender, es muy superior a él”

También fue Pushkin el que abrió en Rusia una ventana hacia Europa. No la Europa de valses, perfumes y otras tonterías... sino la Europa crítica, viva, la que a veces cuece y piensa. Una imagen de Europa que hoy casi no existe ya por aquí, más allá de playas hermosas, avenidas lujosas e iglesias antiguas.

Por estas cosas, y muchas otras, se celebra hoy su cumpleaños en Rusia. Aunque, como ya se ha dicho, cada uno busca razones diferentes.

Y ahora me pongo polémico: a pesar de ser verdad, y rotundo, claro... nunca he estado de acuerdo con que Pushkin, siempre admirado, sea el padre de la literatura rusa, al menos no el único, o no de toda.

Literatura son todas, y el apodo de “nacional” es siempre discutible. Buscando rasgos que la hagan realmente diferente al resto de escritos en otras tierras, yo apuesto por hablar de, al menos, dos literaturas rusas, bien diferenciadas. Si existe realmente ese algo extraño, esta es mi versión de los hechos, la que compara la literatura de origen lógico y la que nació de una forma rara, la diferencia entre las pinceladas normales, universales, las que nos gustan, y la de los trazos extraños, borrosos, mágicos, que nos maravilla.

¿Que hay de ruso en la literatura rusa?
Para empezar, su origen alemán. Y francés. De copia europea. No es noticia que todos los autores rusos verdaderamente originales, como Pushkin, nacieron de la lectura de Hoffman, Shiller, Shekaspeare, Cervantes, Calderón..., sin que este hecho quite ni un ápice de valor a sus méritos.
Y ese era el camino lógico a seguir por una literatura nacional que hasta finales del siglo XVIII no había dado grandes signos de vitalidad.
Pero el camino lógico se rompió.

Ocurrió una tarde de 1840, en San Petersburgo. Reunidos se encontraban los más importantes poetas, escritores y parecidos de su tiempo. Estaba Nekrasov, Karamzín, Pushkin (que ya había popularizado el llamarse “hijo de puta!”, admirado, al acabar cada verso, y no le faltaban razones)
Imaginamos que hablaban, reían, discutían... y uno de ellos contó jocosamente una historia, sucedida a un pobre funcionario de la ciudad. Aquel hombre, esforzado y pobre, amante de la caza, había conseguido ahorrar el dinero para comprarse una escopeta. La compró, salió de caza, y al primer descuido, alguien se la robó.
El hombre cayó gravemente enfermo por el disgusto, y parece ser que no había vuelto a hablar desde entonces.

Todos los presentes, comentando, exagerando, añadiendo bromas, rompían en carcajadas.
Todos menos uno, a quien se le habían llenado los ojos de lágrimas. Se levantó y con gesto triste abandonó la sala.
Era Nikolay Gógol, un joven y talentoso ucraniano, que hacía poco había triunfado publicando divertidos y fantásticos cuentos de su tierra, Dikanka, aquellos lares que fueron siempre la Andalucía rusa, y Odesa, su Cádiz.

De aquella historia referida nació su relato “El Abrigo” (o “El Capote”), en mi agresiva opinión, el mejor relato jamás escrito en lengua rusa.
En tiempos de intentos de ilustración, cálculo, razonamiento, “comme il faut”, aquel relato de hombres fantasmales y fantasmas humanizados, de argumentos y pasajes como nudos de un zapato, rompió cualquier proyecto de aburrimiento. El gran escritor Andrey Beli, años después, aventuró que Lobachevsky, el matemático que descubrió la inexistencia de líneas paralelas, hubo de basarse en el relato de Gógol.

Pero no tan excelente obra habría de cambiar el curso lógico de las cosas. Fueron sus lectores. Visaranión Belinsky, aquel a quien hay que agradecer que pusiera a los escritores como el elemento más fundamental de la sociedad rusa, ya fuera después para escucharlos o para represaliarlos los primeros, el terrible y más importante crítico ruso de aquel tiempo, quizás en broma, anunció que con ese relato acababa de nacer el “Realismo Ruso”, amparándose en la crítica social que de él se podía sonsacar. 

Quizás lo dijese en broma, pero los demás lo tomaron en serio. El Caos se sirvió en bandeja de plata. Se acababa de inaugurar la escuela realística rusa, basada en una pesadilla fantasmal de formas maravillosas e irreales.
La historia de la literatura rusa tomó dos caminos. No el de eslavófilos y pro-occidentales... eso es una gran memez inventada por los que veían el toro desde la barrera. Esa división es absolutamente insostenible, como todas las divisiones, aunque posiblemente los que la sostienen no lo sepan... como poco, no es una división literaria sino política.
Se matizó entre los que tenían como referencia la luz, la medida, la corrección celestial de Pushkin, y los que como referencia válida, pues lo había dicho Belinsky, a Gógol y su oscuridad, absurdo, originalidad y la absoluta libertad creativa. Claro está, en innumerables ocasiones las dos tendencias se mezclaban.
Agradezcamos al primero por todos los escritores rusos, pero sobre todo, por Turgueniev, Tolstoy, Nekrasov, Fet, Tiutchev, Chejov... al segundo, agradezcámosle por Dostoievsky, Andreev, Bulgakov, Bely, Jarms, Goncharov...




Y ya vale por hoy. Saludos.