CUMPLEAÑOS
DE PUSHKIN.
“¿Por
qué no has lavado los platos? ¿Quien va a venir a hacerlo,
Pushkin?”
Felicidades,
Alexander Sergueievich. El cumpleaños del Poeta Nacional.
Hay
muchas razones para quererlo, todos lo hacemos, y cada uno tiene sus
razones preferidas.
Aprovecho
para poner en orden las mías.
Primero,
a quien de verdad quiero es a Arina Radiónovna, esa que fue su
niñera, verdadera madre de la literatura rusa.
En
aquella casa donde sólo se hablaba francés, a veces alemán e
inglés, donde el ruso era la lengua de los sirvientes y los mal
educados campesinos que les daban de comer, aquella joven, a
escondidas, le contaba al pequeño Pushkin cuentos populares,
anécdotas, historias del pueblo. Y debía de contarlas muy bien,
pues a aquel niño se le grabaron en lo más profundo.
Después
se convertiría en el mejor poeta del país. En aquellas reuniones
literarias, sociales... donde se hablaba en cualquier idioma europeo,
el joven Pushkin escandalizaba y admiraba a los oyentes con versos
que hablaban de un mundo desconocido para todos ellos. Por primera
vez la élite rusa vio colores en aquellos alrededores que para ellos
eran sólo tinieblas y brutalidad.
Como
en un juicio, Pushkin, de abogado defensor, demostró que el idioma
ruso no sólo era digno, sino también extraordinariamente poético.
Ni
siquiera las obras religiosas eran en ruso. Hasta hoy día la
liturgia es en la lengua muerta que es el Antiguo Eslavo. Algunos, como
Karamzín o Zhukovsky ya había compuesto buenos poemas en ruso. Pero
fue Pushkin el que elevó la poesía en ese idioma a cotas cósmicas.
Y a partir de él, una legión de poetas se lanzó a buscar, a jugar
y a descubrir esos códigos extraños que todos llevaban dentro, y
que hasta entonces sólo servía para las borrachera y para regañar
a los esclavos. Porque, no hay que olvidarlo, lo que Pushkin
transmitía era la lengua, la expresión de los esclavos, esclavitud
que existió en Rusia hasta bien entrado el siglo XIX (y que después
siguió existiendo, siguieron viviendo como esclavos, como “almas”
que les llamaban, además de tener que pagar un alquiler de las
tierras a los antes amos, después, terratenientes)
Cambiar
el enfoque, fijarse en el pueblo, llevó a Pushkin, como consecuencia
lógica, a querer luchar por él. Se hizo decembrista,
revolucionario, quiso acabar con el zarismo y eso le costó varios
exilios.
Y
aquí entra España en la vida de Pushkin. Aprendió español en
Kishiniov, Moldavia. Allí llegaban periódicos españoles que
hablaban de Constituciones como “La Pepa”, Riego, monarcas
vencidos... Pushkin, y el resto de decembristas, veían en España el
ejemplo perfecto. “Esnifa tabaco español y estornuda fuerte”,
escribía Pushkin, en consigna revolucionaria. El tema de “España”
llegó a a ser prohibido por el Zar, y allí donde a menudo aparecen
personajes georgianos o gitanos en los poemas y relatos rusos de
aquel tiempo, tengan en cuenta que, seguramente, en su idea original eran españoles.
Su
estudio del español ayudó a Pushkin a leer a los clásicos
españoles. Para un corazoncito español como el mío, suenan dulces
sus palabras: “Una pena que Shekaspeare no leyese a Calderón,
que a mi entender, es muy superior a él”
También
fue Pushkin el que abrió en Rusia una ventana hacia Europa. No la
Europa de valses, perfumes y otras tonterías... sino la Europa
crítica, viva, la que a veces cuece y piensa. Una imagen de Europa
que hoy casi no existe ya por aquí, más allá de playas hermosas,
avenidas lujosas e iglesias antiguas.
Por
estas cosas, y muchas otras, se celebra hoy su cumpleaños en Rusia.
Aunque, como ya se ha dicho, cada uno busca razones diferentes.
Y
ahora me pongo polémico: a pesar de ser verdad, y rotundo, claro...
nunca he estado de acuerdo con que Pushkin, siempre admirado, sea el padre
de la literatura rusa, al menos no el único, o no de toda.
Literatura
son todas, y el apodo de “nacional” es siempre discutible.
Buscando rasgos que la hagan realmente diferente al resto de escritos
en otras tierras, yo apuesto por hablar de, al menos, dos literaturas
rusas, bien diferenciadas. Si existe realmente ese algo extraño,
esta es mi versión de los hechos, la que compara la literatura de
origen lógico y la que nació de una forma rara, la diferencia entre
las pinceladas normales, universales, las que nos gustan, y la de los
trazos extraños, borrosos, mágicos, que nos maravilla.
¿Que
hay de ruso en la literatura rusa?
Para
empezar, su origen alemán. Y francés. De copia europea. No es
noticia que todos los autores rusos verdaderamente originales, como
Pushkin, nacieron de la lectura de Hoffman, Shiller, Shekaspeare,
Cervantes, Calderón..., sin que este hecho quite ni un ápice de
valor a sus méritos.
Y
ese era el camino lógico a seguir por una literatura nacional que
hasta finales del siglo XVIII no había dado grandes signos de
vitalidad.
Pero
el camino lógico se rompió.
Ocurrió
una tarde de 1840, en San Petersburgo. Reunidos se encontraban los
más importantes poetas, escritores y parecidos de su tiempo. Estaba
Nekrasov, Karamzín, Pushkin (que ya había popularizado el llamarse
“hijo de puta!”, admirado, al acabar cada verso, y no le faltaban
razones)
Imaginamos
que hablaban, reían, discutían... y uno de ellos contó jocosamente
una historia, sucedida a un pobre funcionario de la ciudad. Aquel
hombre, esforzado y pobre, amante de la caza, había conseguido
ahorrar el dinero para comprarse una escopeta. La compró, salió de
caza, y al primer descuido, alguien se la robó.
El
hombre cayó gravemente enfermo por el disgusto, y parece ser que no había vuelto a hablar desde entonces.
Todos
los presentes, comentando, exagerando, añadiendo bromas, rompían en
carcajadas.
Todos
menos uno, a quien se le habían llenado los ojos de lágrimas. Se
levantó y con gesto triste abandonó la sala.
Era
Nikolay Gógol, un joven y talentoso ucraniano, que hacía poco había
triunfado publicando divertidos y fantásticos cuentos de su tierra,
Dikanka, aquellos lares que fueron siempre la Andalucía rusa, y
Odesa, su Cádiz.
De
aquella historia referida nació su relato “El Abrigo” (o “El
Capote”), en mi agresiva opinión, el mejor relato jamás escrito
en lengua rusa.
En
tiempos de intentos de ilustración, cálculo, razonamiento, “comme
il faut”, aquel relato de hombres fantasmales y fantasmas
humanizados, de argumentos y pasajes como nudos de un zapato, rompió
cualquier proyecto de aburrimiento. El gran escritor Andrey Beli,
años después, aventuró que Lobachevsky, el matemático que
descubrió la inexistencia de líneas paralelas, hubo de basarse en
el relato de Gógol.
Pero
no tan excelente obra habría de cambiar el curso lógico de las
cosas. Fueron sus lectores. Visaranión Belinsky, aquel a quien hay
que agradecer que pusiera a los escritores como el elemento más
fundamental de la sociedad rusa, ya fuera después para escucharlos o para represaliarlos los primeros, el terrible y más importante
crítico ruso de aquel tiempo, quizás en broma, anunció que con ese
relato acababa de nacer el “Realismo Ruso”, amparándose en la
crítica social que de él se podía sonsacar.
Quizás
lo dijese en broma, pero los demás lo tomaron en serio. El Caos se
sirvió en bandeja de plata. Se acababa de inaugurar la escuela
realística rusa, basada en una pesadilla fantasmal de formas
maravillosas e irreales.
La
historia de la literatura rusa tomó dos caminos. No el de eslavófilos
y pro-occidentales... eso es una gran memez inventada por los que
veían el toro desde la barrera. Esa división es absolutamente
insostenible, como todas las divisiones, aunque posiblemente los que la sostienen no lo sepan...
como poco, no es una división literaria sino política.
Se matizó entre los que tenían como referencia la luz, la medida, la
corrección celestial de Pushkin, y los que como referencia válida,
pues lo había dicho Belinsky, a Gógol y su oscuridad, absurdo,
originalidad y la absoluta libertad creativa. Claro está, en
innumerables ocasiones las dos tendencias se mezclaban.
Agradezcamos
al primero por todos los escritores rusos, pero sobre todo, por
Turgueniev, Tolstoy, Nekrasov, Fet, Tiutchev, Chejov... al segundo,
agradezcámosle por Dostoievsky, Andreev, Bulgakov, Bely, Jarms,
Goncharov...
Y
ya vale por hoy. Saludos.
Enrique,
ResponderEliminarOtra clasificación natural y revelador de los poetas y los escritores. (O a lo mejor la misma, aunque diferente).
Da mucha alegría ver tomar forma lo que ya había escuchado antes como episodios sueltos, forma tan bonita y exacta. Tienes un verdadero don de contar historias. Y claro, aun hablando de Pushkin hablas de Gogol, pero tu público ya lo espera y aplaude. Y a través de Gogol de Norshtéin, inevitablemente; y de Jarms. De momento eres el último anillo de esta cadena que atraviesa el tiempo.
Por fin, me callo como debería, y te mando las palabras del gran maestro cumpleañero:
Няне
Александр Пушкин
Подруга дней моих суровых,
Голубка дряхлая моя!
Одна в глуши лесов сосновых
Давно, давно ты ждешь меня.
Ты под окном своей светлицы
Горюешь, будто на часах,
И медлят поминутно спицы
В твоих наморщенных руках.
Глядишь в забытые вороты
На черный отдаленный путь:
Тоска, предчувствия, заботы
Теснят твою всечасно грудь.