martes, 29 de julio de 2014

DE VUELTA.

Me paso por aquí a estrenar mi condición de inmigrante.
No, antes estaba en Rusia con una excusa (exótica, atractiva) que se me acabó. Terminado el doctorado, convertido en paria, rodeado de Rusia, nómada, gitano, que no está en su patria porque no tiene, o no puede pagársela.
Claro, soy consciente de que ya antes era un paria. Pero tenía una excusa. Y eso, aunque estúpido, matiza el asunto.
Ahora soy un doctor sin matices, y sin matices, lo de ser doctor es también un absurdo. Tanto que, admito, llegué a comprar los billetes de avión en la compañía alemana “Lufthansa”, pues, al mismo precio que las demás, te da la opción de registrarte con un “Herr Doktor…” en lugar de con un mundano “Señor…”. No volverá a ocurrir, la próxima vez intentaré viajar con alguna compañía rusa, esas que te registran con un fabuloso “Ciudadano…”
Y con esto se acabó, me despido de la absurdez doctoral, comprendiendo que con una mención a ello en un billete de avión tengo toda la recompensa que merezco.

Así pues, Moscú de nuevo. Reitero mi envidia hacia aquellos que recibían el honorable nombre de “disidentes”, utilizado para con los descontentos de derechas, con trabajo, piso en Moscú y casa de campo en la URSS. Nosotros somos indignados, parias, emigrantes, indocumentados, como se prefiera… y a mucha honra.

Gracias a Dios, también hay buenas noticias. Desde la Argentina me informan de que un hermano se ha comprado una bicicleta. Algo es algo.

Pues eso, en Rusia otra vez. Encantados de habernos conocido. De nuevo entre “los malos”, que vuelven a ser “los malos”, lo que me parece bueno. Y para acelerar la aclimatación, la pretemporada, un viaje a los Urales, una visita a las buenas gentes que uno tiene por allí. Bastante frío en el verano que siempre es de pocas nieves en Ekaterimburgo. “Doce meses que son de invierno y el resto de verano”, como dicen por allí. El pueblo de Kirovgrad. Fábricas, bosques, mineros, buscadores de oro, obreros, ancianas que por aquellas tierras de osos, lobos y pantanales, camina horas para recoger bayas que nunca saben dulces. Tierra de tártaros. Aldea de Karpúshija, vacas, saunas en casetitas de madera, setas, setas junto al camino, recortan el paisaje las montañas… Visita al cementerio, a visitar a las gentes queridas que a uno ya se le quedaron allí.

Y mientras, la mayor ola de rusofobia que se recuerde corre por occidente, como se hacen llamar aquellos que no quieren darse aún cuenta de que la tierra es redonda.

Hace mucho calor en Moscú. Entre el rítmico traqueteo del vagón del metro llega la enumeración de sanciones económicas que alguien lee en voz alta desde el periódico. Es como sentir el tacto de una soga al cuello. A Rusia, a la que engatusaron para jugar con ellos, no le van a permitir que les gane. Si quiere jugar ha de ser siempre con la condición de perder. El presidente Putin intenta que todo esto se convierta en una partida de ajedrez, pero nadie quiere jugar al ajedrez contra los rusos.  Y se termina jugando a lo de siempre.

Se avecinan tiempos difíciles. Ya lo son. El incesante goteo de muertos en el Donbass contra el gobierno, abiertamente nazi, de Ucrania, combina mal con la vida diaria. Ya tenemos el tacto de la cuerda en la garganta y tenemos también el nudo, por dentro. Las amenazas crecen, los insultos, las provocaciones…


Seguiremos hablando. Saludos.