DE VUELTA.
Me paso por aquí a estrenar mi condición de
inmigrante.
No, antes estaba en Rusia con una excusa
(exótica, atractiva) que se me acabó. Terminado el doctorado, convertido en
paria, rodeado de Rusia, nómada, gitano, que no está en su patria porque no
tiene, o no puede pagársela.
Claro, soy consciente de que ya antes era un
paria. Pero tenía una excusa. Y eso, aunque estúpido, matiza el asunto.
Ahora soy un doctor sin matices, y sin
matices, lo de ser doctor es también un absurdo. Tanto que, admito, llegué a
comprar los billetes de avión en la compañía alemana “Lufthansa”, pues, al
mismo precio que las demás, te da la opción de registrarte con un “Herr Doktor…”
en lugar de con un mundano “Señor…”. No volverá a ocurrir, la próxima vez
intentaré viajar con alguna compañía rusa, esas que te registran con un
fabuloso “Ciudadano…”
Y con esto se acabó, me despido de la
absurdez doctoral, comprendiendo que con una mención a ello en un billete de
avión tengo toda la recompensa que merezco.
Así pues, Moscú de nuevo. Reitero mi envidia
hacia aquellos que recibían el honorable nombre de “disidentes”, utilizado para
con los descontentos de derechas, con trabajo, piso en Moscú y casa de campo en
la URSS. Nosotros somos indignados, parias, emigrantes, indocumentados, como se
prefiera… y a mucha honra.
Gracias a Dios, también hay buenas noticias.
Desde la Argentina me informan de que un hermano se ha comprado una bicicleta.
Algo es algo.
Pues eso, en Rusia otra vez. Encantados de
habernos conocido. De nuevo entre “los malos”, que vuelven a ser “los malos”,
lo que me parece bueno. Y para acelerar la aclimatación, la pretemporada, un
viaje a los Urales, una visita a las buenas gentes que uno tiene por allí.
Bastante frío en el verano que siempre es de pocas nieves en Ekaterimburgo. “Doce
meses que son de invierno y el resto de verano”, como dicen por allí. El pueblo
de Kirovgrad. Fábricas, bosques, mineros, buscadores de oro, obreros, ancianas
que por aquellas tierras de osos, lobos y pantanales, camina horas para recoger
bayas que nunca saben dulces. Tierra de tártaros. Aldea de Karpúshija, vacas,
saunas en casetitas de madera, setas, setas junto al camino, recortan el
paisaje las montañas… Visita al cementerio, a visitar a las gentes queridas que
a uno ya se le quedaron allí.
Y mientras, la mayor ola de rusofobia que se
recuerde corre por occidente, como se hacen llamar aquellos que no quieren
darse aún cuenta de que la tierra es redonda.
Hace mucho calor en Moscú. Entre el rítmico
traqueteo del vagón del metro llega la enumeración de sanciones económicas que
alguien lee en voz alta desde el periódico. Es como sentir el tacto de una soga
al cuello. A Rusia, a la que engatusaron para jugar con ellos, no le van a
permitir que les gane. Si quiere jugar ha de ser siempre con la condición de
perder. El presidente Putin intenta que todo esto se convierta en una partida
de ajedrez, pero nadie quiere jugar al ajedrez contra los rusos. Y se termina jugando a lo de siempre.
Se avecinan tiempos difíciles. Ya lo son. El
incesante goteo de muertos en el Donbass contra el gobierno, abiertamente nazi,
de Ucrania, combina mal con la vida diaria. Ya tenemos el tacto de la cuerda en
la garganta y tenemos también el nudo, por dentro. Las amenazas crecen, los
insultos, las provocaciones…
Seguiremos hablando. Saludos.
Compañero
ResponderEliminarDe nuevo estás de vuelta y eso suma una nueva voz a este disparatado ya mundo multipolar. Las sanciones son eso, pataleos de los buenos para defender a los fachos de siempre.
El mundo ha cambiado, no demasiado, pero va camino a cambiar.
Volvemos a tener buenos y malos y eso es notable.
Putin estuvo por Buenos Aires y vendió armas, centrales nucleares y represas.
Todos contentos, abrazados y sonrientes.
Después vinieron los chinos y trajeron dinero, trenes, más armas y todos felices.
Los gringos del norte, no se asoman por el momento, pero ya lo harán.
Que alegría encontrarte hermano después de mucho tiempo. Me has alegrado el día.
Un fuerte abrazo
Martín
Un año sin dar señales de vida... mal, muy mal.
ResponderEliminarNo... bien, muy bien. Bienvenido otra vez.
Me alegra saber que aún quedan eslavistas que hacen precisamente de eso, de puente con un ámbito cultural demasiado desconocido, distorsionado y vilipendiado en esta parte del mundo. Y sí, a mí también me resulta muy curioso (por decirlo de algún modo) eso del famoso "occidente". Por lo demás, estoy muy de acuerdo con tus observaciones. Un saludo y suerte.
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