martes, 29 de julio de 2014

DE VUELTA.

Me paso por aquí a estrenar mi condición de inmigrante.
No, antes estaba en Rusia con una excusa (exótica, atractiva) que se me acabó. Terminado el doctorado, convertido en paria, rodeado de Rusia, nómada, gitano, que no está en su patria porque no tiene, o no puede pagársela.
Claro, soy consciente de que ya antes era un paria. Pero tenía una excusa. Y eso, aunque estúpido, matiza el asunto.
Ahora soy un doctor sin matices, y sin matices, lo de ser doctor es también un absurdo. Tanto que, admito, llegué a comprar los billetes de avión en la compañía alemana “Lufthansa”, pues, al mismo precio que las demás, te da la opción de registrarte con un “Herr Doktor…” en lugar de con un mundano “Señor…”. No volverá a ocurrir, la próxima vez intentaré viajar con alguna compañía rusa, esas que te registran con un fabuloso “Ciudadano…”
Y con esto se acabó, me despido de la absurdez doctoral, comprendiendo que con una mención a ello en un billete de avión tengo toda la recompensa que merezco.

Así pues, Moscú de nuevo. Reitero mi envidia hacia aquellos que recibían el honorable nombre de “disidentes”, utilizado para con los descontentos de derechas, con trabajo, piso en Moscú y casa de campo en la URSS. Nosotros somos indignados, parias, emigrantes, indocumentados, como se prefiera… y a mucha honra.

Gracias a Dios, también hay buenas noticias. Desde la Argentina me informan de que un hermano se ha comprado una bicicleta. Algo es algo.

Pues eso, en Rusia otra vez. Encantados de habernos conocido. De nuevo entre “los malos”, que vuelven a ser “los malos”, lo que me parece bueno. Y para acelerar la aclimatación, la pretemporada, un viaje a los Urales, una visita a las buenas gentes que uno tiene por allí. Bastante frío en el verano que siempre es de pocas nieves en Ekaterimburgo. “Doce meses que son de invierno y el resto de verano”, como dicen por allí. El pueblo de Kirovgrad. Fábricas, bosques, mineros, buscadores de oro, obreros, ancianas que por aquellas tierras de osos, lobos y pantanales, camina horas para recoger bayas que nunca saben dulces. Tierra de tártaros. Aldea de Karpúshija, vacas, saunas en casetitas de madera, setas, setas junto al camino, recortan el paisaje las montañas… Visita al cementerio, a visitar a las gentes queridas que a uno ya se le quedaron allí.

Y mientras, la mayor ola de rusofobia que se recuerde corre por occidente, como se hacen llamar aquellos que no quieren darse aún cuenta de que la tierra es redonda.

Hace mucho calor en Moscú. Entre el rítmico traqueteo del vagón del metro llega la enumeración de sanciones económicas que alguien lee en voz alta desde el periódico. Es como sentir el tacto de una soga al cuello. A Rusia, a la que engatusaron para jugar con ellos, no le van a permitir que les gane. Si quiere jugar ha de ser siempre con la condición de perder. El presidente Putin intenta que todo esto se convierta en una partida de ajedrez, pero nadie quiere jugar al ajedrez contra los rusos.  Y se termina jugando a lo de siempre.

Se avecinan tiempos difíciles. Ya lo son. El incesante goteo de muertos en el Donbass contra el gobierno, abiertamente nazi, de Ucrania, combina mal con la vida diaria. Ya tenemos el tacto de la cuerda en la garganta y tenemos también el nudo, por dentro. Las amenazas crecen, los insultos, las provocaciones…


Seguiremos hablando. Saludos.

martes, 11 de junio de 2013

MIEDO

A veces me gustaría no tener razón, pues ocurre que sólo la tengo cuando soy pesimista.
Hoy contemplo que no cambiaría ni una sola coma de todo lo que aquí llevo escrito. A pesar de aquellos que, admirados por la oposición de Rusia a EEUU en algunos asuntos, querían ver en ella un foco de rebeldía, de luz, de qué sé yo...
                
Ayer se aprobaron, (casi por unanimidad), en el Parlamento ruso, dos leyes que ilustran la realidad de este país mejor que cualquier explicación.

La primera es la que prohíbe hablar sobre la homosexualidad, o promover los derechos de los homosexuales, so pena de cárcel. La ley incluye un delicioso punto que explica que los extranjeros que defiendan “las relaciones no tradicionales”, serán expulsados del país.

Una segunda ley es aquella que mandará a la cárcel a cualquiera que ose a criticar a la Iglesia u ofender el sentimiento religioso de los creyentes, (ley que no comento para no ofender).Eso sí, hay que apuntar que más allá de prohibir algún humilde comentario mío, se prohíbe la mitad de la literatura rusa, desde Pushkin a Grossman, pasando por Dostoievskiy o Tolstoy… obras que se censurarán en las escuelas y en la vida pública, por ser ofensivas para los religiosos.

Veía hoy en las escaleras del metro dos carteles, uno junto al otro: en el primero aparece una foto del escritor, abiertamente fascista y zarista, Solzhenitsin, con unas palabras suyas: “Para mí, la fe es el apoyo y fuerza de mi alma”… o algo así (no pude retener la mirada). Al lado, otro cartel con una gatita vestida de Zara, que confiesa: “Soy una chica, no quiero escuchar de política, quiero un canal de televisión para mí”, con el consiguiente anuncio de no sé qué cadena.

Esa es la Rusia palpable. Y sabe quien me conoce que soy el último en reconocerlo y a quien más le duele admitirlo: Rusia es hoy un país de extrema derecha. (Bravo por aquellos que se enfrentaron al socialismo con sonrisas de libertad, progreso… bravo por vuestra sinceridad)

Es difícil encontrar más de una o dos razones para seguir aquí cinco minutos más. Eso sí, las dos razones valen la pena. Sírvame, al menos, de enseñanza.

Hace dos días, una alumna de origen caucásico, me decía: “Mi madre me ruega que me case con un ruso – risitas entre los demás – que tengo que limpiar mi raza”.


A veces me pregunto: ¿cómo me sentiré en un futuro al haber sido profesor de un puñado de Goebbels y Mussolinis? Saben las paredes de mi auditorio, que si hubiese micrófonos, hoy estaría en la cárcel en este país. Sólo queda saber si cuando los pongan podré contener la boca cerrada.

domingo, 28 de abril de 2013


LA RUSIA TEMPLARIA.


Porque cuando nosotros estamos descontentos nos llaman indignados, y cuando se disgustan ellos se llaman disidentes... crueldades del lenguaje.


Me rindo. Me paso a la novela histórica.
Y escucho voces rivales que me indican: “¿Templarios en Rusia? Nunca hubo tal cosa”.
Cierto es, cierto es, pero están por llegar, paciencia...

A menudo acudo en mis conversaciones sobre la situación en Rusia (hablando de aquella Rusia que se cangrena e infecta diariamente a la parte todavía sana), al ejemplo de la máquina del tiempo. Pareciera que vuela hacia atrás, hacia tiempos oscuros (y me temo que, cuando llegue a las cavernas, yo seguiré junto a ella, intentándoles recordar que ellos sabían inventar el fuego).

Un par de años atrás, apuntaba que Rusia vivía ya en el siglo XIX. Así lo parecía: volvían los señores, los terratenientes, los hombres con capacidad de decisión sobre la vida o la muerte de millones de personas, y las limusinas, como carros de caballos, pasaban por las calles entre aquellos que habían olvidado el uso del adoquín sobre el cristal, y que ya sólo miraban con sumisa envidia y hasta con cierta admiración; los monjes empezaban a decir tonterías y a recibir tierra regalada... era, había llegado, el siglo XIX, aunque ni Pushkin ni Gógol andasen ya por sus calles.

Dos años después, la Rusia cangreja ha dejado muy en el futuro el siglo XIX, aquel periodo de luces y sombras donde, al menos, había señores que se preguntaban sobre si abolir o no la esclavitud.
La llamaremos Rusia Templaria. Y lo hacemos porque aquí nunca hubo templarios. No sólo es un país que lucha por volver a su feudalismo, sino que es un feudalismo inventado.

Para demostrar mi teoría, o mejor dicho, para que se entienda la extraña sensación, relato un suceso que me ha tocado sufrir en varias ocasiones: son miles de rusos, millones quizás, los que creen a pies juntillas lo que voy a relatar aquí, y es algo que defienden con vehemencia.

Imaginen una conversación. El otro se sorprende al ver un extranjero que se interesa por su historia. Habla en nombre de masas, como se habla de una nueva secta, con enferma convicción. El argumento se basa en la famosa batalla de “Kursk”, la mayor batalla de tanques de la historia de este triste mundo, en la que el Ejército Rojo destruyó casi definitivamente al nazi.
No acudan raudos a informarse de lo que allí ocurrió, porque todo lo que encuentren en los libros es propaganda comunista. Lo que verdaderamente ocurrió allí fue lo siguiente:

“unos días antes del inicio de la batalla, un pope, con un icono de Nuestra Madre, dio siete vueltas sobre la colina, y bendijo la tierra. Por eso, con la ayuda de Dios, se venció a las fuerzas enemigas, gracias a la fe”.

Uno pregunta, entre divertido e irritado, si acaso los alemanes no tenían fe. La respuesta es brillante: "no, los alemanes utilizaban la magia negra, y Dios les castigó". Mejor aun es la respuesta a la objección de que el Ejército Rojo estaba lleno de comunistas, ateos y quemadores de iglesias: "ellos no sabían que llevaban a la santa madre iglesia en el pecho, pero Dios lo sabe todo”... estas cosas las dicen gentes que fueron ingenieros, médicos, filósofos... curiosamente, nunca lo dicen los historiadores.

La dorada época templaria en Rusia está a punto de florecer. Será divertido. El presidente, preparando el terreno, quiere prohibir la adopción de niños rusos en países donde el matrimonio homosexual está legalizado, “pues atenta contra las tradiciones culturales del pueblo ruso”.
La única buena noticia es que el presidente, que se siente poseedor de la verdad respecto a esas “tradiciones”, se olvida de muchas otras costumbres rusas firmemente arraigadas, que le pudieran pillar por sorpresa.

No quiero otorgarme méritos. Esto ya lo han predicho varios ministros al ser preguntados por la causa de tan íntimo acercamiento a la Iglesia: “los dolores y las tragedias sólo podrán superarse a través de la fe”. Rusia se divide entre los que ven en Iglesia esa salvación de los males, y los que ven la salvación en otras cosas. Pero son pocos, muy pocos, los que se preguntan por qué dan por hecho esas calamidades que dicen vendrán, y si ya las ven venir, por qué no hacen nada. Pareciera que les gusta.

Estén atentos, por tanto, al nuevo espectáculo feudal que Rusia prepara. Hace ya un año que condenaron a las primeras brujas, aquellas cantantes de las capuchas. 

viernes, 19 de abril de 2013


LO QUE ME OBLIGAN A ESCRIBIR CUANDO DEBERÍA ESTAR HACIENDO OTRAS COSAS.


Me gustaría transmitir al público español este abrir la ventana y respirar aire fresco, primaveral, el canto de los pájaros, los aires que por allí no se respiran, los aires de un país que reconoce la victoria de Nicolás Maduro en Venezuela.
Algo bueno teníamos que tener.

Sólo hay algo peor que los periódicos españoles de la derecha extrema, como el Mundo o La Razón, y son los periódicos de extrema derecha, como El País, golpista, fascista, pitiyanqui, colonialista.

Me decía mi amigo Jorge que yo le había dicho, no me acuerdo, de que estos tiempos estaban siendo, ante todo, aquellos en los que todos se iban quitando su careta. Así está ocurriendo... resulta que los humildes sólo habíamos tenido para comprarnos una careta, mientras ellos tienen muchas. Pero las están perdiendo a pares.

Ya basta. Entiendo que perder en tu propio campo es muy doloroso. Ese campo de urnas y papeletas que, una vez cada cuatro o seis años, pretendían que sólo sirvieran para llenar y vaciar urnas con papeletas, ante el bobo aplauso de todos... y perder en el último minuto, con un gol legal pero que ellos quieren ver en fuera de juego, escuece mucho.
No importa que sea el mejor sistema electoral del mundo, ni los cientos de observadores internacionales (¿se imaginan un observador venezolano en las elecciones de EEUU? Imaginen, imaginen, pues no lo verán nunca)... y nada de eso importa.

Tampoco importan las escuelas, ni los hospitales, ni la reducción de la pobreza... no importan los nueve asesinatos recientes, nueve muertos...

Tengan cuidado, lo mismo también nos cansamos nosotros de darle importancia a las cosas, de asumir golpe tras golpe, de admitir los resultados cuando no nos salen como queríamos. Quizás nos hartemos de mantener el equilibrio, de poner la otra mejilla... hemos pasado muchos años guardando las formas, trabajando ocho horas mientras ustedes no trabajaban ninguna, sólo por malvivir en paz las 16 horas restantes, sin hacerles muchas preguntas.

Decía Ehrenburg que no hay mejor combatiente que el que ama la paz... eso decía cuando en España, tras unas elecciones se dio un golpe de estado y se inició una guerra civil... un golpe de estado igual que el que ustedes, señores del País, apoyaron en Venezuela en el 2002, y el que estaban alentando desde el pasado domingo.

Pero seamos optimistas. Los artículos golpistas de los periódicos españoles, profundamente reaccionarios, sirven para muchas cosas positivas.
Tengan cuidado con lo que escriben. Quizás, al ver sus mentiras palpables, vivas, claras, de lo que pasa hoy en nuestra cara, empecemos a replantearnos todo lo que nos habrán mentido sobre las cosas que nos han dicho sobre tiempos y países lejanos. Quizás terminen siendo sus panfletos furiosos la mejor escuela para muchos, que se harán sabios leyéndoles al revés.

Les dejo, señores del País, yo tengo que trabajar.

LOMJE.

miércoles, 3 de abril de 2013


LA PENA BLANCA Y BULGÁKOV JUGANDO A LA RULETA.

Llegan esos días en los que uno se siente culpable ante el invierno. Cuántas veces se ha deseado que comenzara ya la primavera, y ahora que tras largos meses blancos se asoma, cuando llega el día en que la lluvia comienza a mojar la nieve y ésta empieza a derretirse, se siente una pena suave, una despedida sin remedio... y entiende que la culpa no tenía culpa de nada, que pobrecilla, que quizás no la vuelvas a ver... tremenda melancolía.

Llamémosle a esto “La pena blanca”.

Ayer pasé la mañana en casa de Pável Katáev, el hijo del gran escritor Valentín Katáev. Está ya mayor el bueno de Pável, pero aun guarda un entusiasmo y una energía vibrante. Él mismo es un buen escritor de cuentos infantiles, y tiene una conversación amena. Quizás no coincidamos en muchos puntos de vista, pero es un hombre abierto y sabio, y nos une la admiración por su padre y un ansia primitiva por la literatura rusa.

¿Y quién diablos es Valentín Katáev?

Valentín Katáev
Quizás sea todavía desconocido, pero fue uno de los mejores escritores rusos del siglo XX. Fue alguien que, cansado de la gran calidad literaria de sus contemporáneos y de la suya misma, decidió escribir mal. La buena noticia es que no lo consiguió, y en su original empeño realizó aunténticas maravillas. Su larguísima vida abarcó desde la Primera Guerra Mundial, donde ya era soldado, hasta 1986, cuando murió aquí, en Moscú.

Me interesan especialmente esas obras suyas tardías, las de los años 70, aquellas de lo que él llamó “mauvismo” (del francés: mal hecho). En ellas, de forma destartalada, atendiendo solamente a sus asociaciones de ideas, recurriendo a su memoria y a su nostalgia, recrea mejor que nadie la vida de aquel Moscú de los años 20, especialmente la vida literaria. Termina siendo el camino más corto para enamorarse de ese viejo Moscú, del que todavía queda mucho más de lo que parece, y para conocer un capítulo fundamental de la literatura rusa, desde el punto de vista no del crítico sino del amigo que llama a los intocables clásicos por sus apodos.

Katáev era el capitán de aquella pléyade de desharrapados odesitas que llegaron a conquistar Moscú tras la revolución y la guerra civil a base de versos y cuentos. Según sus palabras, formaban la bohemia de la ciudad, eran buenos flamencos, vivían de la oscuridad de la noche y del aire...
Y cuando el hambre se volvía física, acudían sin avisar a la casa de Bulgákov (iban a ese piso de Sadóvoie Koltsó donde fueron convocados a alojarse los demonios de “Maestro y Margarita”)

Mijaíl Bulgákov
Así, mientras Bulgákov llamaba a los demonios, alimentaba a los hambrientos odesitas (Olesha, Ilf, Petrov, Bagritskiy...) amigos del trabajo, donde escribían artículos revolucionarios para un periódico de trabajadores del ferrocarril.

Elena Sergueevna, su amable esposa, añadía más agua a la sopa, que a menudo no saciaba el hambre. A veces ocurría también que no había con qué hacer la sopa, y entonces Elena Serguieevna tocaba el piano, y los demás...

(Katáev, a la amabilidad de sus huéspedes respondía intentando beneficiarse a la hermana de Bulgákov, engatusándola por el Estanque del Patriarca, aquel lugar famoso en el que Bulgakov decidió después dar comienzo a su “Maestro y Margarita”, siendo el lugar de la primera llegada del Diablo a Moscú, quién sabe, si en un guiño maléfico a su querido amigo).

... y los demás sólo bebían té. Y cuando se bebe tanto té, se piensan cosas raras. Se echaban mano al bolsillo y juntaban unas pocas monedas. Pudieran correr a comprar patatas y pan... pero preferían arriesgarse a perderlo todo... es por esta razón que todos ellos, hasta los prosistas, se autodenominaban “poetas”.

Y Katáev y Bulgákov se iban al Casino de Sadóvoie Koltsó, y los demás se quedaban esperando. Entraban y se ponían frente a la ruleta de casillas rojas y negras.
Entonces Bulgákov se ponía muy serio. Se ponía su famoso monóculo y miraba la ruleta atentamente. Y con un brazo sujetaba al impetuoso Katáev, y le decía:

-¡No! No podemos apostar al negro.

Valiún, que era como llamaba cariñosamente Bulgákov a Valentín Katáev, preguntaba a Mishún, que era como cariñosamente llamaba Katáev a Mijaíl Bulgákov, la razón de su negativa, que seriamente le contestaba:

-No podemos jugar al negro. Jamás. Porque el negro puede perder.

Katáev hacia caso a su amigo, mayor que él y más experiementado. Y se lanzaba a jugarse todo el dinero al rojo.

-¡No! No podemos jugar jugar al rojo. Nunca. El rojo también puede perder.

Entonces los dos se ponían muy serios. Bulgákov llamaba a esos momentos extraños “Hoffmaniadas” (mientras Moscú y Leningrado se enfrentaban por la supremacía de Tolstoy o Dostoievskiy, en aquella vivienda endemoniada se hacía culto a Hoffmann y a Gógol)

Y pasaban unos minutos raros, de los que no sabemos nada, tras los que de alguna manera, se decidían por uno de los dos colores.

-Habrá que jugar al azar – decía, con un hondo suspiro, Mishún.

Y a veces ganaban, y compraban salchichas y bombones antes de volver a casa, donde les esperaban hambrientos (más tarde inmortales) sus amigos.


Hoy ya no existe ese casino, ni Bulgákov, ni Katáev... y más melancolía, y la nieve se derrite, y el Atleti empata en casa... la vida es una mierda.

miércoles, 27 de marzo de 2013


POR QUÉ ( AUNQUE POCAS VECES) PUTIN NOS CAE BIEN.


Puede ser que cuando dicen que “a lo mejor” mató a Berezovskiy, Putin nos caiga simpático. Recalquemos el “a lo mejor”: si hubiese una total seguridad, Putin sería un asesino sin simpatía posible; si con toda seguridad fuese inocente, nos decepcionaríamos muchos por haber dejado libre y feliz al mafioso.
Putin es el beneficio de la ambigüedad, el resultado de la duda y el miedo.

Berezovskiy fue uno de los mayores criminales y mafiosos de la historia de Rusia. Fue uno de los constructores de este nuevo sistema que ha causado la mayor crisis humana, social y económica de los últimos sesenta años en el país. Eran los años 90... y por entonces las fortunas se hacían a punta de pistola, (ahora se hacen a base de contratos). Berezovskiy fue uno de aquellos que en 93 disparó con tanques sobre la masa de mujeres y hombres que defendía el Parlamento y su legitimidad. Berezovskiy fue el rey de la privatización por la fuerza, del hambre y la injusticia.

(Oigo voces que me dicen: Putin no es muy diferente. Y las voces llevan razón. De eso vamos a hablar).

Y es que siempre me ha llamado la atención, y me ha alarmado, la simpatía que Putin tiene entre muchos círculos de la izquierda occidental. Putin es alguien que pareciera esforzarse por la soberanía y la independencia de Rusia; a su vez, es el ídolo de los oligarcas, mafiosos, nacionalistas y banqueros, que tienen barra libre para robar a su pueblo.

¿Por qué entonces es Putin tan impopular entre la derecha occidental y a veces admirado por la izquierda?

La primera respuesta es sencilla: las privatizaciones masivas, la venta del país y de sus recursos han caído en manos de mafiosos rusos (esa es la idea de patriotismo de Putin). Mientras, la derecha internacional querría que lo expoliado estuviese en manos de mafiosos internacionales. La oposición neoliberal en Rusia contra Putin es un grupo de simpáticos ignorantes que tienen una fe absoluta en que un mafioso americano es mejor que un mafioso ruso... y allá ellos con sus planteamientos.

La segunda cuestión es mucho más compleja.
Quizás tenga algo que ver con esa doble cara del gobierno ruso: la internacional y la interna.

A nivel internacional, Rusia, sobre todo lejos de sus fronteras, se enfrenta una o dos veces al mes a las resoluciones de la OTAN y a Estados Unidos. Se opone a los conflictos bélicos (Libia, Iraq, Siria...), y pareciera que muestra un total respeto por el resto de gobiernos del mundo, sean del color político que sean.
Recuerdo las palabras del Presidente Rafael Correa de visita en Rusia, al ser preguntado por su opinión sobre el gobierno ruso, cuando afirmaba (cito de memoria): “En su política interna no tenemos ningún punto en común, pero a nivel internacional, Rusia siempre ha mostrado total respeto por América Latina y su soberanía”.
Y ciertamente, parece que Rusia está estableciendo miles de contratos con diferentes países, con diferentes gobiernos, y con todos mantiene un justo trato de “tú a tú”, de respeto, sin ínfulas coloniales.

Pero la izquierda siempre ha pecado de una máxima que es la de “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, y a menudo cae en valoraciones contradictorias.

De puertas adentro, Putin es una cosa muy diferente.
Debe recordar la izquierda occidental que es Putin quien está metiendo a los curas en las escuelas, el que está cerrando museos dedicados a escritores de izquierdas, que protege a los oligarcas y especuladores, que ha unificado a la Iglesia y al Estado, que promueve las ideas nacionalistas, la fe única en el dinero, y que permite y anima la explotación salvaje de millones de personas en su país.

A su vez, Putin es un hombre de talento: tiene el poder mágico de tomar las decisiones (hasta extremos autoritarios), y después criticarlas públicamente, haciendo caer la responsabilidad sobre otros, a los que después echa a la calle. Así, nuevamente, Putin queda en una duda, en una esperanza para muchos, en un “ a lo mejor...”, cuando es el principal culpable.

A su vez la izquierda occidental se fija en sus resultados electores, incontestables a pesar de las más que razonadas dudas que ofrecen las elecciones en Rusia.
Sí, una gran masa social apoya a Putin, y precisamente la apoya aquella que debiera ser el granero de votos y apoyos de la izquierda.
Pero para resolver esta cuestión... ufff... no estamos todavía capacitados. Podemos recordar como a las masas populares de EEUU también les encandiló durante décadas el llamado “sueño americano”, el quizás mañana sea rico. Y no llegaron a entender nunca la crueldad de tal sueño, basado únicamente en las guerras y expolios que su país realiza diariamente en todas las partes del mundo. No lo llegarán a entender nunca, pues la idiotización de ese pueblo, la negación del libro y la ideología, el cinturón de la música pop y la feliz ignorancia los tiene muy bien atados.
Y eso también está ocurriendo en Rusia, estamos en ese proceso... y quizás pronto ya sea tarde.

También quizás tenga algo que ver la inexistencia de oposición seria y creíble. Dirán que los comunistas empataron (si acaso no ganaron) en las últimas elecciones al parlamento. Sí, pero son esos mismos comunistas que invitan al evasor de impuestos Gerard Depardieu a ingresar en su Partido, y son los mismos comunistas que en fiestas de guardar felicitan a través de su página a la Iglesia Ortodoxa, e incluso proponer colaboración con ella. No me hablen de este Partido Comunista Ruso, porque no lo entiendo.

Así pues, ese es Putin, pero, maldita sea, a menudo consigue caernos bien, pues “a lo mejor...”

jueves, 7 de marzo de 2013


Vladímir Mayakovskiy a la muerte de Lenin:

¡NO LO CREEMOS!


Oscurece con su sombra un día de primavera
El recorte del boletín oficial.
¡No!
¡No lo creemos!
¿Acaso puedes obligar al rayo,
                      A no derramarse sobre la tierra?
¡No!
¡No pueden ponerse frenos
                                   Al idioma de la tormenta!
Por siempre
       En miles de páginas
            Resonará como una alarma
                                           el lenguaje de Lenin.
¿Acaso el trueno enferma y enmudece?
¿Acaso se puede sujetar al torbellino,
                         Y que no hierva en tempestad?
¡No!
No afloja la voluntad de Lenin
                  En los millones de voluntades
                                                       De su partido.
¿Acaso
    un ardor semejante
    Puede medirse con un simple termómetro?
¿Acaso un pulso
                      tal
                          Se puede medir en segundos?
Eternamente
bullirá
El corazón de Lenin
                   Profundo
                             En el pecho de la Revolución.
¡No!
¡No!
No...o...o...
No queremos
                                No creemos el parte oficial.
¡Fuera esa pegadiza sombra
De esta mirada primaveral!

(Original: Мы не верим! Traducción: Enrique.P.C.)