LA CANCIÓN
DEL PETREL.
“Eso de lo
dirás a todas”... y era verdad, Lenin, a veces, se repetía.
“Es el
espejo de la Revolución”. Repartía el piropo a diestro y
siniestro: Pushkin, Chernishevskiy, Chéjov, Herzen, Gógol...todos, y quizás llevase razón.
Pero no,
Lenin no se repetía tanto, no tanto como debiera. La memoria popular
es la que ha otorgado ese apelativo de “Espejo de la Revolución”,
parafraseando a Lenin, a cualquiera que fue escritor o poeta. Y
quizás también lleven razón.
Vladímir
Ilich sólo otorgó esos honores a un escritor: a Lev Tolstoy.
A otro lo
galardonó de la siguiente manera: “Eres el Petrel de la
Revolución” - le dijo. En ruso el pájaro petrel se dice
“Burievestnik”, “el que trae la tormenta”.
Ese honor no
podía ser para otro que no fuera Maxim Gorki.
¿Cuándo le
dimos la espalda a Gorki? ¿Por qué pasa de largo en nuestras
conversaciones? ¿Demasiado triste?
En español
hay muy pocas traducciones: es fácil olvidarlo. ¿Pero, y en Rusia? En
realidad, no lo olvidan, simplemente no lo nombran.
Cuando
llegaron los señores hace veinte años, la Avenida de Gorky fue la primera en ser
cambiada de nombre, por el insípido “Tverskaya”, que no
significa nada, simplemente, que por allí se va a Tver.
No cambiaron
el nombre de ningún general, de ningún político. Eliminaron el
nombre de un escritor, de un gigantesco escritor.
Porque sí,
Gorki fue un gigante. Vivir sin él es dar la espalda a una época
entera, a hombres y mujeres de los que nadie escribió nunca. Sin
Gorki, las revoluciones de 1905 y 1917 parecen sucesos espontáneos,
un barrunto, una pataleta.
Sin la
influencia de Gorki, los periodistas han descubierto este año que en
Rusia hace frío en invierno. Cientos de muertos después, le echan
la culpa al frescor de la mañana...
Sin Gorki,
nos quedamos sin los nombres, los sentimientos y las verdades de esos
mendigos, sin sus noches de soledad en las calles heladas, sin sus
porqués ni sus cómos.
A Nabókov
no le gustaba. Escribió muy enfadado sobre él en sus clases de universidad en EEUU. Eligió para zurrarle el segundo relato de
juventud de Gorki. Respetable. A Nabókov nunca le gustaron
los niños esclavos, ni los rincones malolientes, ni la suciedad, ni los mendigos, ni
conversar con las prostitutas. Odiaba el mundo sin brillo, ese
espacio donde no existe lo sublime. También es cierto que hubiera perdido su trabajo si hubiese dicho lo contrario.
A Tolstoy y a Chéjov les gustaba
muchísimo. Más a Bábel, sobre todo desde que le diera aquel
consejo de dejar de escribir un tiempo y mezclarse con hambrientos,
bandidos, con hombres y mujeres de toda calaña. El resultado fue
fabuloso: Caballería Roja.
Lenin tenía
imaginación para lo que quería. Era capaz de inventarse caminos
donde no los había, pero no gastaba tanta imaginación poniendo
motes.
“Petrel de
la Revolución”, el trae-tormentas, venía de un famoso texto de
Gorki que llevaba ese nombre, “La Canción del Petrel”
Se trata de
eso que llaman poema en prosa. Son los peores para traducir. Sin
apoyo de rima alguna con la que camelar al oído, basan su ritmo en
la sonoridad propia del idioma, diferente a la de otros.
Elijo, no
obstante, la “Canción del Petrel” porque me gusta. También
porque es uno de ese puñado de cosas que viven aun en la memoria de
cada ruso, uno de los himnos. Hay que cantar esa canción hoy, cuando
la quieren eliminar en los colegios, cuando demuestran que les sigue
doliendo.
Fue escrito
en 1901, y su carácter valiente y profético es evidente. Por cosas
como esta no dejaron a Gorki ingresar en la universidad.
LA CANCIÓN
DEL PETREL
“Reúne
nubes el viento sobre la gris llanura del mar. Entre las nubes y el
mar vuela el petrel, como un rayo negro.
Con sus alas
corta las olas, hacia las nubes remonta como una flecha, y grita, y
las nubes escuchan alegría en su valiente clamor.
Ante la
tormenta las gaviotas gimotean, ante la tormenta sobrevuelan el mar
confundidas, y en sus fondon quisieran esconder su miedo.
Gimen las
gavias – a ellas no les llegará nunca el sabor de la lucha por la
vida: les asusta el estruendo del trueno.
El tonto
pingüino, vergonzoso, esconde su grasiento cuerpo entre las rocas...
¡y sólo el petrel vuela alto, orgulloso, valiente y libre sobre la
gris espuma del mar!
Sobre el mar
se precipitan oscuras y bajas nubes , y cantan, se levantan las olas
para encontrarse con el trueno.
Retumba el
trueno. Las olas lanzan alaridos en su lucha contra el viento. Las
abraza el viento, y con un manotazo de furia salvaje las arroja
contra las rocas, haciéndolas polvo y salpicada masa de esmeralda.
Grita y
vuela el petrel, como un rayo negro, como una flecha atraviesa las
nubes, corta con sus alas la espuma de las olas.
Ahí va,
demonio negro de la tormenta, y ríe, y grita...¡de las nubes se
ríe, de alegría llora!.
En la furia
del trueno, pequeño demonio, harto de escuchar el cansancio, cree,
cree en que las nubes no pueden ocultar el sol.
El viento
sopla... Retumba el trueno...
Como llamas
azules arden los rebaños de nubes sobre el mar sin fondo. El mar
agarra las flechas de los rayos y los apaga con su vorágine. Los
rayos, como serpientes de fuego, golpean el mar con su reflejo mientras se apagan.
-¡Tormenta!
¡Se desata la tormenta!
Grita
valiente el petrel entre los rayos, sobre los furiosos alaridos del
mar; grita la profecía de la victoria:
-¡Más
fuerte, tormenta, más fuerte!”
Compañero:
ResponderEliminarLástima que Gorki le negara el par de pantalones a Osip Mandelstam cuando le correspondían.
De todas formas, sigo pensando en Gorki y en algunos de los momentos de la literatura soviética.
En fin viejo amigo, cosas que se me ocurren...
Un fuerte abrazo
Martín
Queda agradecer a Gorky los cientos de asesinatos que frenó, incluído el de Mandelshtam, más de una vez, a pesar de odiarlo. Asesinatos que no pudo frenar después de muerto, en el 36, dos años antes del asesinato del otro.
ResponderEliminarGracias, Enrique, por su blog. A mí me gusta mucho.
ResponderEliminarZoia Eliseyeva (Sproesser)
Maestra de idiomas en EEUU
zoiariga@yahoo.com