jueves, 2 de agosto de 2012


CONSECUENCIAS DE NOMBRAR A DOSTOIEVSKIY

-Tengo un nuevo marido.
-¿A qué se dedica?.
-Es escritor.
-¿Se apellida Dostoievskiy?.
-No.
-Entonces, no es un escritor.”
De la película “El Espejo”, de Andrey Tarkovskiy.

Una de las primeras cosas que haría si fuese un hombre poderoso, sería crear una especie de policía secreta: estaría formada por dementes y perturbados de todos los rincones del mundo, todos tendrían la mirada perdida y una bolsa de plástico negro. Caminarían por las calles, entre la gente, escuchándola. A la primera crítica que oyeran hacia Dostoievskiy, les pondrían la bolsa negra en la cabeza y los encerrarían en un cuarto oscuro. Les quitarían la bolsa, y mirándolos a los ojos, leerían a esos infieles capítulos de “Los Hermanos Karamázov” al revés, hasta que les suplicasen que se los leyeran al derecho.
Entonces entenderían.
Si no, les pegarían palizas, se les quitaría la custodia de sus hijos, o la de sus padres, se les robaría el pasaporte y se los esterilizaría. También les quitaría el dinero, no vayan después a comprarse un libro de Paulo Coelho.

Sí, el tema de Dostoievskiy fue tratado en aquellas mesas de negociaciones de las cafeterías madrileñas. El irreductible y provocador Martín Visuara sacaba a veces el tema, después de hablar de fútbol. Cuando pronunciaba el nombre del sagrado novelista, debía ver una amenaza mortal en mi gesto. Temiendo por algo más que por su vida, por su alma quizás, cambiaba rápido de tema y de escritor. No profundizamos lo necesario. Después, pedíamos otro café.
Ahora, un año después, el amante y cronista de las paredes bonaerenses ha vuelto a hacer referencia al tema.
Lo ha hecho con respeto. Ha nombrado a El Escritor con tacto, quizás temiendo consecuencias.
Pero no las va a poder evitar. Aquí viene la tremenda consecuencia. Martín, lo que sigue será culpa tuya.


Ante Dostoievskiy me siento como en la boca de un pozo, una sima gigante y profunda, y veo que mis linternas no son lo suficientemente potentes como para ver el fondo, si lo hay. En estos tiempos leo a otros, los demás, les pido sus linternas, sus cuerdas, su ayuda.
El por qué de mi interés por bajar a ese pozo: de Dostoievskiy me abruma, me aplasta, ante todo, y entre otras muchas cosas, su sinceridad. Ningún hombre que haya escrito, pintado, compuesto... nadie jamás se desnudó tanto.

Bajtín lo llamaba polifonía.
Significa que nadie nunca tuvo tan poco miedo de sí mismo, de llevarse la contraria, de anularse, de luchar contra lo que duele, de, como decía Machado, “estar en guerra con mis entrañas”. Nadie dio nunca tanto poder a cada idea contradictoria, ni la dejó tan libre, ni le dio tanto derecho a voto.
Su técnica era sencilla, irrepetible e inhumana: en el transcurso de cada pensamiento, los demás humanos, ante las dudas y opciones que aparecen, solemos tomar una decisión, algo que se convierte en una especie de solución, de principio. No Dostoievskiy. Él, de cada íntima contradicción, de cada variante, formaba un personaje. Ese personaje–idea contradictoria, lo desarrollaba hasta el extremismo. Después, esas contradicciones con voz luchaban entre ellas, y a su alrededor formaba un escenario y un argumento que matizase hasta los límites sus tragedias.

Lo apabullante es que cada idea tuviese la misma fuerza que su contraria; que un hombre pueda inventar enemigos dotados de tanta razón como él. Con ellos, entre ellos, se enfrentaban hasta la sangre y la desesperación. Todo ese caos, donde “si Dios ha muerto todo está permitido” (como un personaje suyo apuntó antes que Nietszche), toda esa contradicción fue lo que le produjo la epilepsia, y no otra cosa.

Dostoievskiy dio voz y razón al nihilista, al conservador, al socialista, al amo, al esclavo, al religioso, al descreído, al inquisidor y al asesino... todos llevados hasta la crueldad de sus verdades.
Por esa misma razón Dostoievskiy nunca tuvo razón en nada. Pero todos sus personajes la llevaban. Personajes a los que ni quiera describía, eran sólo ideas andantes, bombas cargadas de razón por su cabeza. Nunca nadie tuvo la duda como motor de todo y madre de sus futuros asesinos.

En su relato de “El Gran Inquisidor”, Cristo tenía la verdad. Pero también el Gran Inquisidor que lo apresó por ser Cristo el enemigo del Cristianismo, también tenía la suya, estaba cargado de lógica.
Quizás por tanto tormento interno, Dostoievskiy dijese que los ataques epilépticos eran su “mayor momento de paz; todo es luz y claridad”

Un desafío, jueguen a ser Dostoievskiy: intenten averiguar por qué un terrible dolor de muelas puede ser un momento feliz para un hombre malo. La solución, en “Apuntes del subsuelo”.

Me acuerdo también de cuando Tolstoy intentó ser Dostoievskiy en su novela “Resurrección”, pero tan maestro en otras artes, en ese propósito se quedó corto, aunque la novela sea brillantísima. Eso sí, consiguió que la Iglesia lo excomulgara por ella y siga sin perdonarle. Pero Tolstoy nunca se atrevió a dudar tanto, tenía las ideas demasiado claras. Por cierto, encontré cierto día una iglesia en Rusia donde en un fresco habían dibujado a Tolstoy ardiendo entre las llamas del infierno.
Para los que no gozan de él en ruso, deben imaginar un discurso inseguro en la voz del narrador, una mezcla de erudito tímido e inseguro, que mezcla filosofía y jerga callejera. Después, en cada personaje, la expresión fanática de sus ideas, y un lenguaje y discurso que en cada uno va armado para explotar en cada frase, enérgica y rotunda, acorde con el carácter de cada uno. En resumen, su escritura es, ante todo, asfixiante, un bucle, un martillo desesperante al que terminas temiendo.

No, ni una broma ni una duda con Dostoievskiy. Hay que venerarlo aunque sólo sea para no parecerse a esos sofisticados que dicen cosas tan espantosas como “voz del yo” o “proyección del Ser en la estilística”...

Así son las cosas, y al que diga lo contrario, nosotros, sus incondicionales, Sweig, Nietszche, Borges, Unamuno, Sartre... y yo, chico de los recados para hacerles el trabajo sucio, nos cagaremos en la Putísima Madre del que diga lo contrario.

3 comentarios:

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  2. Gracias por este ataque de furia. Saludable y emotivo. Por supuesto, que me reencuentro en esas charlas mantenidas en glorietas míticas y entrañables.
    Demás está decirte querido compañero, que lo bueno de escuchar, es que uno aprende con paciencia.
    Te mando un fuerte abrazo y gracias por esta pequeña lección de literatura rusa ambulante que tan bien sabés hacer.
    Salud compañero!

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  3. "Que quería yo hablarle de Dostoievskiy". Grande Enrique, como siempre.

    http://www.youtube.com/watch?v=xOrHXuBQLDM

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