ODA
AL SUICIDIO ESPAÑOL.
Son
días de mucho trabajo, de mucha lectura, de mucha tesis por
terminar. Me rodea la muerte y la guerra. Corresponsales soviéticos
y Guerra Civil Española. Bombas, derrotas, negros aviones sobre mi
ciudad...
Por
un rato, quiero pensar en algo alegre.
Pensaré
en el suicidio.
Leo una noticia: según las estadísticas, cada día, entre tres y cuatro adolescentes se suicidan en Rusia.
Intento
recomponer esta misma noticia si se hubiese dado treinta años atrás:
“ Cada día el Comunismo empuja al suicido a ocho adolescentes”.
Juego también a ponerme en la piel de algún periodista español
actual, de alguno de los principales periódicos: “Secuelas Rojas:
las madres rusas transmiten genéticamente el horror de comunismo a
sus hijos, que acaban suicidándose”
He
visto pasar, de lejos, decenas de encuentros culturales entre España
y Rusia. He visto instituciones repartirse grandes cantidades de
dinero por leer citas de libros ya escritos y poner en fila
fotografías sacadas de Internet. Sin embargo, ni una sola vez se ha
hecho un intercambio cultural referente al suicidio. De esa manera,
resulta que quienes deberían practicarlo lo obvian, mientras miles
de jóvenes en el país no encuentran otra cosa que hacer.
Precisamente,
el campo del suicidio es una de las pocas cosas en las que España
puede hoy enseñar algo a Rusia. Otra cosa es la de no aplaudir
continuamente a los actores durante las obras de teatro. Pero nos
referimos al suicidio tradicional español, al fiel a las raíces.
Déjense
influenciar, amigos rusos, por lo más importante: por que el
suicidio en España es menos habitual, y sobre todo, se hace
normalmente con mucha más edad.
Pero
entremos en el apartado puramente estético.
En
mi aldea, en Jaén, el suicidio es una práctica muy habitual,
siempre lo fue, y a pesar de algunos casos modernos, carentes de gusto y
tradición, la cultura popular siempre prefiere el poético
ahorcamiento. El hombre acaba en el mismo árbol que le alimentó
desde que nació, y acaba a la sombra, fresco, a gusto. Y eso es
bonito.
En
mi aldea vive una centenaria mujer, medio familiar mía, que cada vez
que se despide de sus hijos, cuando estos van a salir a la calle por
unas horas, lo hace con una soga en la mano, con el nudo preparado.
Así no pueden pasear tranquilos y se acuerdan más de ella.
Tuvimos
también el caso aquel de un hombre que subió un monte y durante
horas buscó el árbol adecuado, para que cuando su mujer abriera la
ventana, al amanecer, lo viera bien.
Esa
es la clave. La nota artística.
Rusia
está llena de árboles excelentes, con ramas robustas y vistas
preciosas. Sin embargo, prefieren tirarse por la ventana... ni un
segundo se piensa en la imagen que se quiere dar, ni en la familia,
ni en el poeta, que jamás describirá una cosa semejante.
Comparen
ustedes mismos: un enorme y silencioso parque, un álamo temblón
(осина), y sus hojas, que a la mínima
brisa parecen cascabeles. Imaginen su oscura sombra balanceante entre
la alameda, las familias con niños que lo verán en sus dulces
paseos, gorriones, cornejas, lechuzas... al fondo se ve el imponente
edificio de la Universidad, y, si el suicidio sale mal, abajo espera
un fresca alfombra de hierba y flores... se le quitan a uno las
ganas.
Por
el contrario, un edificio alto, de cemento, de cemento es también la
acera, el ruido de los coches, el duro golpe, y tu cuerpo, deformado
por el impacto, el escándalo, los gritos, la sangre, la nieve, que está fría... No hay nada
poético en esto, es espantoso.
A
veces nos quejamos de que faltan grandes escritores. Pero nosotros no
hacemos nada para ayudarles. Aunque fuera un simple muñeco, un
ahorcado en el Bulevar Tverskoy, qué talentos literarios dormidos no
despertaría...
Ahórquense,
amigos, piensen en la poesía. Pasen años y años eligiendo el
árbol, comparando ramas. Den sentido a su vida.
Que los rusos busquen en su tierra un olivo para hacerlo, y los españoles,
en la suya, un abedul.
En España el suicidio también es causa de muerte (esta frase ya es poesía en sí misma). Pero además es la principal causa de muerte no natural. Sin embargo el silencio mediático es tan extremo que no conocemos los detalles. Esos que pueden crear las diferencias o las similitudes con Rusia. Es un poco precipitado, pero el incremento se da con la profundidad, cada vez mayor, de la crisis: las salidas de ella parece más complejas que el propio reto de enfrentarse a Diostoievsky o al destino atlético.
ResponderEliminarY es que ya no sabemos si la belleza de arrojarse al suelo desde el piso 12 (los despachos) de la facultad Geografía, sigue sentando cátedra entre los estudiantes universitarios.