miércoles, 29 de agosto de 2012


MISTERIO GEOMÉTRICO

Me atrevo a proponer un impactante enigma.
Una cuestión incluso más extraña que esta otra que cita, pero de la que no habla, el periódico: la de las tormentas tropicales que, cada año, pasan sobre Cuba como un viento mojado y molesto, pero que cuando llegan a Estados Unidos, de repente, se llaman “Huracanes”, apocalipsis, y se llevan volando miles de casas, vacas, animadoras del equipo de rugby, inundan ciudades, desaparecen los sheriffs...

Qué cosa tan rara es la naturaleza.

Pero aun así, mi misterio es mucho más profundo, y, además, es geométrico.

Es el misterio de cómo esta ciudad, Moscú, mi Moscú, crece y crece, como una mancha de aceite, y, sin embargo, cada día es más pequeña.
En otras palabras, sobre como Moscú crece en todas direcciones pero que cada día tiene menos kilómetros para ser paseada.

Habré de dar unas instrucciones técnicas: el gigantesco centro de Moscú, y desde hace cientos de años, tiene pocas calles principales, aunque muy grandes. En las zonas que quedan entre ellas están las casas, formando cuadrados, patios interiores, los deliciosos “dvorí”, de diferentes tamaños y formas, y que siempre fueron la olla donde se iba cociendo la vida, la conversación, la sociedad. La gran mayoría de los edificios de esta ciudad muestran a la calle principal su cara trasera, pues las puertas de acceso, la fachada principal, está dentro, en esos patios, a los que hay que introducirse, a veces, por melancólicos arcos, cambiando de ruido, de paisaje, casi de dimensión en unos pocos metros.
Esos patios se conectan unos con otros, creando caminos, espacios comunes, paseos alternativos a la ruidosa calle. Antes, mucho menos hoy, se podían atravesar grandes zonas de Moscú en un continuo silencio, alejado de las tumultuosas vías.

Pero cuando aparecieron los propietarios... aparecieron las vallas.

Poniéndose de acuerdo los dueños de las casas de cada patio, (dicen que para guardar sus coches dentro), para encerrarse allí, o para encerrar al resto de la ciudad fuera, han ido vallando los accesos, cortando el paso.

Y los paseos se encuentran con esas verjas, y muchos pasos se quedan sin dar. La maldita valla, los malditos barrotes han ido cortando caminos que llevaban ahí cientos de años.
A la calle, a los coches, dicen. A ver sólo las espaldas de la ciudad. Se acaban los caminos alternativos.

Cuantos kilómetros se habrán perdido ya en Moscú... muchos. Alguien estará pensando que también en Madrid, en barrios nuevos, como Sanchinarro por poner un ejemplo, los edificios también están cerrados. Pues que ardan. Pero es cierto que tienen la gran ventaja de ser lo suficientemente feos para no querer ir a pasear por ellos.
Pero el viejo Moscú, los entrañables dvorí, los patios-patria de tanto poeta, músico, vecino, niño, fantasma, borracho... de tanta historia, belleza y silencio... ahora tras la valla... tras la que, con mirada triste, se ven esos coches caros, esos señores a los que les asustaría mi acento de inmigrante ilegal...

Está de moda entre algunos rusos, entre los que se lo pueden permitir, la sana libertad de viajar por el mundo de forma obsesiva. Pero ninguno piensa en la prohibición de viajar por partes de su ciudad. Se quejan, esos mismos, de la poca amabilidad que hay en Moscú: no te daré los buenos días si me acabas de prohibir cruzar por “tu” patio.

Y de esta forma tan triste queda resuelto el problema geométrico de cómo Moscú, creciendo, cada día es más pequeña, pues el espacio sólo existe si se puede pasar por él.








viernes, 24 de agosto de 2012


UNA PROFECÍA SIBERIANA.

Pareciera que hoy no tuviese nada que contar.
Así pudiera ser, si no hubiese llegado en mi ayuda la memoria. Llega así una imagen que creía olvidada, pero que los sucesos del mundo han despertado, allí donde estuviera.

Es la historia de una premonición divina.

Viene el recuerdo desde aquel invierno de hace diez años. Llega desde Irkutsk, la Salamanca de Siberia.
Vivía yo entonces en una residencia de estudiantes, en la calle Baikalskaya 32 (no lo olvido)

Un día, los obreros de la Plaza de Kírov apagaron las fuentes. Es extraña la memoria. No recuerdo si era una sola fuente, o eran varias. Tampoco recuerdo el rostro de ninguno de ellos: sólo la sensación de entender aquello como la señal de que se aproximaba el invierno, sensación que recuerdo mejor que la del propio frío.
Igual ocurría con la presencia cercana del Baikal. No sé que sensación era más poderosa, si la de ver aquel lago-océano frente a uno, o la de intuirlo siempre cerca, tras aquellas lejanas colinas, siempre presente, y tan atrayente como un imán. Sus imágenes, me temo, se me irán borrando de la memoria, pero nunca me abandonará el recuerdo de su presencia cercana.

(Aquel era un mundo diferente. Sin teléfono móvil, sin ordenador. El único contacto era un teléfono en el pasillo. Recibía una llamada a la semana desde España. Y aquel sótano de la calle Lenin, donde un hombre había abierto un negocio de algo llamado internet, algo que entonces me parecía magia).

Llegó el invierno y se quedó ahí, quieto. Cuando no huele a nada. Y fue el Invierno, con mayúscula. Los demás que he vivido, antes y después, han sido malas versiones de aquel, y algunos, absolutos fraudes.

A pesar del extremo frío, el ancho río Angará no se congelaba del todo, su fuerte corriente no se dejaba dominar. Tampoco ver. Cuando ese agua furiosa estaba más caliente que el aire, a menudo formaba espesas nieblas. Allí el aire estaba treinta o cuarenta grados más frío que el río.

Irkutsk, enteramente blanca en sus suelos, era invadida por la niebla: dentro de ella, a veces se veía nevar, a veces, entraba la luz del sol. Porque cierto es que la mayoría de los días eran soleados, y el cielo estaba limpio. El sol no calentaba, pero rebotaba con violencia en la nieve. Algunos llevaban gafas de sol por culpa del resplandor.

Anochecía pronto. La nieve se volvía amarillenta bajo las farolas, y azulada en los alrededores. No hay en Rusia ni un sólo rincón totalmente oscuro en las noches de invierno. La mínima luz que haya la refleja el suelo como un incendio, y las tímidas farolas se convierten en faros.

Cerca de mi residencia había un mercado al aire libre. Espero que allí siga. Nunca comprendí cómo aquellas mujeres, ancianas algunas de ellas, soportaban el día entero allí, a veinte, treinta, cuarenta grados bajo cero...

la memoria me ha ido borrando otras imágenes, pero ha conservado la de aquel mercado blanco, los pequeños puestos metálicos, las latas de carne, los pescados... y unas manchas amarillas...
A veces había que quitarles la nieve de encima para descubrir qué eran.
Plátanos. Amarillos y congelados.
En ellos, en una pegatina, estaban escritas las únicas palabras en español que vi durante todos aquellos meses: “Producto de Ecuador”
Con esos plátanos en el bolsillo, hacía menos frío.
Hoy entiendo que comía los plátanos correctos.

martes, 21 de agosto de 2012


EL FIN DE LA URSS PARA NIÑOS

Estos días se cumplen 21 años de su final.

Pequeña introducción: la Unión Soviética era un país, bueno para unos y malo para otros. Pasaba por un mal momento económico. Su tasa de paro subió hasta casi el cinco por ciento. No se sabe de ningún caso de hambre, de ciudadano sin casa, de niño sin escuela ni enfermo sin hospital. Pero es de suponer que otras cosas estaban muy mal, pues a muchos no les gustaba. Sobre todo, irritaba la dificultad de hacerse rico en ella, por la prohibición de esos métodos por los que los ricos se hacen ricos.

Cómo sucedió:

Desde el 18 al 21 de agosto de 1991, hubo un intento fallido de golpe de estado contra el gobierno soviético.

¿Quienes lo intentaron?
 Eran miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética contra el Gobierno de la Unión Soviética.

¿Por qué lo intentaron?
Porque sospechaban que el Gobierno de la URSS, con Gorbachov como presidente y Borís Yeltsin como Presidente de la República Socialista de Rusia, estaban intentando acabar con la URSS, mediante acuerdos y pactos con terceros países.

¿Quiénes se enfrentaron?
Al Gobierno Soviético le brindó su ayuda pública el presidente estadounidense George Bush “para restablecer la ley y organismos soviéticos” - dijo. También la Unión Europea y un grupos de ciudadanos liderados por, hoy, dirigentes de partidos y organizaciones de ultra-derecha. También parte de las repúblicas bálticas, Ucrania, Kirguizia...

A los “rebeldes” les apoyó el Partido Comunista de la URSS, Bielorrusia, Serbia, Iraq, Libia, Sudán y la Organización de Liberación de Palestina (OLP). Así como la mayoría de Repúblicas centro-asiáticas, Azerbaiyán...

Ganó el gobierno soviético y sus aliados.
Para celebrarlo, Borís Yeltsin se subió a un tanque con la bandera rusa zarista. Se ilegalizó el Partido Comunista, se iniciaron las privatizaciones masivas y nació un nuevo país, La Federación de Rusia.

Hubo tres muertos. Gorbachov los condecoró como “héroes” por su defensa de la Unión Soviética. Poco después Gorbachov firmó la disolución de la Unión Soviética.

Desde entonces, el nuevo sistema económico ha causado más muertos en 20 años, por causa del hambre, la falta de atención médica y la desigualdad social, que las terribles e injustificables represiones de Stalin entre los años 30 y 50. Las cárceles de hoy también triplican la ocupación de las cárceles en aquella época.

Y hubo una segunda parte.
Tras aquello hubo elecciones al Partlamento. Se volvió a legalizar el Partido Comunista, con el nombre un poco cambiado.
Para sorpresa y disgusto de muchos, el Partido Comunista ganó aquellas elecciones con una amplia ventaja y se formó un nuevo Parlamento.
1993. Al presidente Borís Yeltsin no le gustaron los resultados y declaró inválidas aquellas elecciones. Después marchó hacia el Parlamento para disolverlo. Temía que no le dejase hacer lo que quería hacer e hizo.
Miles de personas corrieron también hacia allí para defender su recién elegido Parlamento.
Borís Yeltsin pidió entonces ayuda al Ejército, que se la concedió. También ayudaron los mismos aliados que tuvo dos años atrás.
Docenas de tanques entraron al centro de Moscú y abrieron fuego contra el Parlamento y sus defensores.
Hubo cientos de muertos.

Volvió a ganar Yeltsin y sus aliados (entre ellos, un joven Putin)
Volvía a nacer, con más fuerza, la Federación de Rusia.

sábado, 18 de agosto de 2012


LAS PUSSY RIOT

Hoy Rusia, después de haber condenado a dos años de cárcel a tres muchachas por mover arrítmicamente los brazos en el altar de una iglesia (sin música, eso lo incluyeron después en su videoclip), ya puede considerarse miembro de la élite de los países occidentales y democráticos.


Lo que no entiendo es el revuelo, ni las críticas extranjeras. ¿No os ha gustado? ¿Por demasiada dureza o demasiada blandura? Cierto es que están lejos de aquellos que en Guantánamo ponen a muchachos, a veces sin ningún cargo, trajes naranjas y bolsas negras en la cabeza.


Rusia debe seguir mejorando.



Que aprenda de España, donde existen programas telefónicos para avisar a la policía de la presencia de un mendigo en el vagón; o cierren, como en España, los cubos de basura con llave, para evitar la imagen de hambrientos buscando algo en ellos; hagan como en España, donde levantar una bandera republicana es delito, o aprendan cómo pega la policía a menores de edad en la puerta de su instituto en Valencia.
¿A qué, entonces, tanta crítica? ¿Por exceso?

Gritan contra lo ocurrido aquellos que aplauden y llaman democráticos a los que arrojaban bombas sobre Iraq y Libia (Hirosima...)
Rusia tiene veinte años, es joven, indecisa, copia lo que ve.
Enséñenle a cómo amenazar con asaltar embajadas extranjeras, a tener colonias, a organizar guerras en África, a realizar golpes de estado en Latinoamérica y apoyar sus dictaduras militares, a explotar con sus empresas a millones de niños-esclavos en el mundo.
Me acuerdo ahora de que en EEUU, hasta en los años 60, se permitían operaciones de lobotomía para “curar el comunismo”

Rusia ya no sabe cómo contentar al occidente libre y democrático.

Escribe una señora, en un importante periódico español, que el nacionalismo y la intolerancia crecen en Rusia. Pero, ¿no era eso lo que querían ustedes? Cuando celebraron la caída del Socialismo, ustedes proponían eso, la ley del más fuerte, la del todo vale, el crecer a base de explotar a otros. Pues bien, eso hace Rusia: se unen para ser más fuertes, más poderosos, se unen en mafias, en sectas religiosas, en bancos, en grupos de ultra-derecha, en oligarquías, en medios de comunicación, en empresas que explotan diariamente a cientos de miles de inmigrantes para hacer negocio, capital... ¿No están contentos con todo esto? Es la base de su ideología, aplaudan.

Rusia está siendo una alumna aventajada. En veinte años ha terminado ya tres máster y un doctorado, es brillante. Le quedan cosas por aprender, pero progresa adecuadamente, es fiel a vuestras tesis: ha creado pobreza, desigualdad social, ha fundido en uno a la Iglesia y al Estado, cierra escuelas y hospitales, privatiza el resto, protege al millonario y condena al pobre con casi la misma gracia y estilo que España con sus corruptos dirigentes bancarios y otras tramas mafiosas.

En mi opinión, cumple ya todos los requisitos para ser aceptada como un país occidental y democrático.



(Adjunto esta disculpa formal al colectivo de suicidas españoles, que me ha hecho llegar sus quejas por lo que entienden ha sido, por mi parte, una minusvaloración de sus méritos. Cierto es que en España cada día tienen más protagonismo. Sólo queda animar a concretos personajes a practicarlo más habitualmente, y recordarles las excelentes virtudes de las corbatas caras para con la piel del cuello)   

miércoles, 15 de agosto de 2012


HOMENAJE A SEMIÓN KIRSÁNOV.

Presento a Kirsánov. Uno de los mejores poetas en ruso del siglo XX. Hoy, el más censurado y olvidado. No busquen el poema que se va a ofrecer ni siquiera en Internet, ni en ruso ni en español, y mucho menos en nuestras modernas librerías; tendrán que correr, buscar, levantar Moscú y mirar debajo.

Les cuento una historia.
Vivía el odesita Kirsánov, con su esposa, aquí en Moscú. Entre el verano de 1936 y la primavera de 1937, Kirsánov se iba despidiendo de ella, enferma de tuberculosis.
Lo hizo en un largo poema, formado de doce poesías, titulado “El último de mayo”.
En el poema se mezclan el amor del uno al otro, la intimidad, la despedida, las alegrías y las amarguras de aquellos días en el país, el hijo pequeño, que se iba quedando sin madre, y sin revolución.

He leído pocos poemas tan extraordinarios y emocionantes.

Me esfuerzo en traducir, quiero dar a conocer la tercera de las poesías que forman ese poema. Habla de España. Expresa el sentir de aquellos días sobre mi país, que tanto me recuerda al sentir de estos.

ELLA Y EL MAPA.

Miraba ella
el mapa de España
después a mí,
después a España.

Ahí, en líneas rojas y negras
el frente,
un arco de grietas, con una terrible herida
la Ciudad Universitaria.

-Sabes- miraba ella,
se parece tanto a mi garganta.

(Torturada por las bombas, Madrid,
duermen los refugiados en sótanos,
en angostas tráqueas)

Ya van cuatro días
que no puede tragar
la ahogan los canallas de la tuberculosis

Ya van cuatro días
que ella no mira
ni al mapa
ni a mí,

-Hoy me siento muy mal
me duele mucho aquí,
(se señala el cuello),
en España.

Semión Kirsánov. 1936.

domingo, 12 de agosto de 2012


ODA AL SUICIDIO ESPAÑOL.

Son días de mucho trabajo, de mucha lectura, de mucha tesis por terminar. Me rodea la muerte y la guerra. Corresponsales soviéticos y Guerra Civil Española. Bombas, derrotas, negros aviones sobre mi ciudad...


Por un rato, quiero pensar en algo alegre.
Pensaré en el suicidio.


Leo una noticia: según las estadísticas, cada día, entre tres y cuatro adolescentes se suicidan en Rusia.
Intento recomponer esta misma noticia si se hubiese dado treinta años atrás: “ Cada día el Comunismo empuja al suicido a ocho adolescentes”. Juego también a ponerme en la piel de algún periodista español actual, de alguno de los principales periódicos: “Secuelas Rojas: las madres rusas transmiten genéticamente el horror de comunismo a sus hijos, que acaban suicidándose”

He visto pasar, de lejos, decenas de encuentros culturales entre España y Rusia. He visto instituciones repartirse grandes cantidades de dinero por leer citas de libros ya escritos y poner en fila fotografías sacadas de Internet. Sin embargo, ni una sola vez se ha hecho un intercambio cultural referente al suicidio. De esa manera, resulta que quienes deberían practicarlo lo obvian, mientras miles de jóvenes en el país no encuentran otra cosa que hacer.

Precisamente, el campo del suicidio es una de las pocas cosas en las que España puede hoy enseñar algo a Rusia. Otra cosa es la de no aplaudir continuamente a los actores durante las obras de teatro. Pero nos referimos al suicidio tradicional español, al fiel a las raíces.

Déjense influenciar, amigos rusos, por lo más importante: por que el suicidio en España es menos habitual, y sobre todo, se hace normalmente con mucha más edad.
Pero entremos en el apartado puramente estético.

En mi aldea, en Jaén, el suicidio es una práctica muy habitual, siempre lo fue, y a pesar de algunos casos modernos, carentes de gusto y tradición, la cultura popular siempre prefiere el poético ahorcamiento. El hombre acaba en el mismo árbol que le alimentó desde que nació, y acaba a la sombra, fresco, a gusto. Y eso es bonito.

En mi aldea vive una centenaria mujer, medio familiar mía, que cada vez que se despide de sus hijos, cuando estos van a salir a la calle por unas horas, lo hace con una soga en la mano, con el nudo preparado. Así no pueden pasear tranquilos y se acuerdan más de ella.
Tuvimos también el caso aquel de un hombre que subió un monte y durante horas buscó el árbol adecuado, para que cuando su mujer abriera la ventana, al amanecer, lo viera bien.

Esa es la clave. La nota artística.

Rusia está llena de árboles excelentes, con ramas robustas y vistas preciosas. Sin embargo, prefieren tirarse por la ventana... ni un segundo se piensa en la imagen que se quiere dar, ni en la familia, ni en el poeta, que jamás describirá una cosa semejante.

Comparen ustedes mismos: un enorme y silencioso parque, un álamo temblón (осина), y sus hojas, que a la mínima brisa parecen cascabeles. Imaginen su oscura sombra balanceante entre la alameda, las familias con niños que lo verán en sus dulces paseos, gorriones, cornejas, lechuzas... al fondo se ve el imponente edificio de la Universidad, y, si el suicidio sale mal, abajo espera un fresca alfombra de hierba y flores... se le quitan a uno las ganas.

Por el contrario, un edificio alto, de cemento, de cemento es también la acera, el ruido de los coches, el duro golpe, y tu cuerpo, deformado por el impacto, el escándalo, los gritos, la sangre, la nieve, que está fría... No hay nada poético en esto, es espantoso.


A veces nos quejamos de que faltan grandes escritores. Pero nosotros no hacemos nada para ayudarles. Aunque fuera un simple muñeco, un ahorcado en el Bulevar Tverskoy, qué talentos literarios dormidos no despertaría...

Ahórquense, amigos, piensen en la poesía. Pasen años y años eligiendo el árbol, comparando ramas. Den sentido a su vida.

Que los rusos busquen en su tierra un olivo para hacerlo, y los españoles, en la suya, un abedul.

lunes, 6 de agosto de 2012


EL DEPORTE NACIONAL.

Los aficionados aguantábamos las respiración ante la carrera de cien metros. La comentarista rusa hablaba... ¿de deporte? No. Mientras los muchachos se preparaban para correr, la señora contaba sobre sobre el dinero que ganarán con cada paso, sobre las tarjetas de crédito que tienen, sobre sus ingresos en televisión... y lo hacía con alegría.
Callar a esa mujer durante 9.63 segundos será la contribución más grande de Usaín Bolt con la humanidad. Ojalá hubiese corrido más lento.
Me preguntaba: ¿hasta aquí llega la propaganda? ¿Algún psicólogo aconsejó que durante la tensión del momento haría grabarse el mensaje más profundamente? Me temo que sí.
Dólares, millones de dólares salieron de su boca... la comentarista se extasiaba, gozaba, gemía hablando de dólares, de barcos, de coches, del dinero del otro... de deporte, ni una palabra.

Pero hablar de dólares no es el único deporte popular en Rusia.
También es popular hablar de euros.

Pero tampoco. Hay un deporte por encima de los demás, el más promocionado, desde las escuelas, el más practicado, y que no es olímpico: el odio a sí mismos. El desprecio a lo ruso.

La idea de que “nada puede salir bien, porque somos rusos”, me enrabieta.
La idea de que “mejor no hacer nada, pues de hacerlo, lo haríamos mal, porque somos rusos”, me encoleriza.
El ruso vive convencido de que sólo en su país hay corrupción, pobreza, paro... y esto ya hace gracia.

Contemplar a alguien se desprecia de esta manera, de insultarse hasta tal extremo, excede la simpática y divertida autocrítica, es triste y patético. Qué no cuando son millones repitiendo, como coros escolares leyendo un libro.

Consiguieron que este pueblo se odie a sí mismo. Esa es la gran victoria de los poderosos.
A cambio, se les ofrece una solución, un consuelo a tanta miseria moral: la Iglesia, donde arreglan las almas mientras la mantengas agachada.

Ni una sola vez he hecho referencia en mis notas a la cacareada “Alma Rusa”. Simplemente, no sé si hay alma, y menos con nacionalidad. Creo más en los cuerpos, en los que trabajan, los que pasan hambre y los que se quieren entre ellos.

“La nieve es más blanca en Finlandia”... he llegado a escuchar.
Las reformas en casa son de dos tipos: la reforma y la euro-reforma, la buena y cara.

-Sí, pero Antes... dice alguno que no se quiere rendir, haciendo un poco de memoria.
-Sí, Antes, pero eso era antes. Antes era... antes - Responde el otro.
Antes, la patria olvidada, la palabra sustitutiva de algo que no se puede nombrar.
El olvido es el segundo deporte por práctica en Rusia.
El tercero es la memoria selectiva.

Extraña cosa es la genética. Diríamos que un ruso hace cuarenta años debería ser igual a un ruso ahora, incluso, en teoría, que no en la práctica, debería ahora estar mejor alimentado.
Pero no, los de arriba, así como la prensa occidental, han impuesto su idea, su concepto, la de que el ruso no sabe pensar, ni hacer, ni vivir. Algunos, los que pueden permitírselo, estudian en masa idiomas extranjeros. Algunos han llegado a decirme que lo hacen para hablar sólo con gente que no fuese rusa. Así de crudo.

Y viven tranquilos, la calma del derrotado, la felicidad del tonto, que no sufre.
Cuando leen que en España hay cinco millones de gente sin trabajo, se enfadan, no lo creen.
¿Qué queda si se rompe la imagen del paraíso?

jueves, 2 de agosto de 2012


CONSECUENCIAS DE NOMBRAR A DOSTOIEVSKIY

-Tengo un nuevo marido.
-¿A qué se dedica?.
-Es escritor.
-¿Se apellida Dostoievskiy?.
-No.
-Entonces, no es un escritor.”
De la película “El Espejo”, de Andrey Tarkovskiy.

Una de las primeras cosas que haría si fuese un hombre poderoso, sería crear una especie de policía secreta: estaría formada por dementes y perturbados de todos los rincones del mundo, todos tendrían la mirada perdida y una bolsa de plástico negro. Caminarían por las calles, entre la gente, escuchándola. A la primera crítica que oyeran hacia Dostoievskiy, les pondrían la bolsa negra en la cabeza y los encerrarían en un cuarto oscuro. Les quitarían la bolsa, y mirándolos a los ojos, leerían a esos infieles capítulos de “Los Hermanos Karamázov” al revés, hasta que les suplicasen que se los leyeran al derecho.
Entonces entenderían.
Si no, les pegarían palizas, se les quitaría la custodia de sus hijos, o la de sus padres, se les robaría el pasaporte y se los esterilizaría. También les quitaría el dinero, no vayan después a comprarse un libro de Paulo Coelho.

Sí, el tema de Dostoievskiy fue tratado en aquellas mesas de negociaciones de las cafeterías madrileñas. El irreductible y provocador Martín Visuara sacaba a veces el tema, después de hablar de fútbol. Cuando pronunciaba el nombre del sagrado novelista, debía ver una amenaza mortal en mi gesto. Temiendo por algo más que por su vida, por su alma quizás, cambiaba rápido de tema y de escritor. No profundizamos lo necesario. Después, pedíamos otro café.
Ahora, un año después, el amante y cronista de las paredes bonaerenses ha vuelto a hacer referencia al tema.
Lo ha hecho con respeto. Ha nombrado a El Escritor con tacto, quizás temiendo consecuencias.
Pero no las va a poder evitar. Aquí viene la tremenda consecuencia. Martín, lo que sigue será culpa tuya.


Ante Dostoievskiy me siento como en la boca de un pozo, una sima gigante y profunda, y veo que mis linternas no son lo suficientemente potentes como para ver el fondo, si lo hay. En estos tiempos leo a otros, los demás, les pido sus linternas, sus cuerdas, su ayuda.
El por qué de mi interés por bajar a ese pozo: de Dostoievskiy me abruma, me aplasta, ante todo, y entre otras muchas cosas, su sinceridad. Ningún hombre que haya escrito, pintado, compuesto... nadie jamás se desnudó tanto.

Bajtín lo llamaba polifonía.
Significa que nadie nunca tuvo tan poco miedo de sí mismo, de llevarse la contraria, de anularse, de luchar contra lo que duele, de, como decía Machado, “estar en guerra con mis entrañas”. Nadie dio nunca tanto poder a cada idea contradictoria, ni la dejó tan libre, ni le dio tanto derecho a voto.
Su técnica era sencilla, irrepetible e inhumana: en el transcurso de cada pensamiento, los demás humanos, ante las dudas y opciones que aparecen, solemos tomar una decisión, algo que se convierte en una especie de solución, de principio. No Dostoievskiy. Él, de cada íntima contradicción, de cada variante, formaba un personaje. Ese personaje–idea contradictoria, lo desarrollaba hasta el extremismo. Después, esas contradicciones con voz luchaban entre ellas, y a su alrededor formaba un escenario y un argumento que matizase hasta los límites sus tragedias.

Lo apabullante es que cada idea tuviese la misma fuerza que su contraria; que un hombre pueda inventar enemigos dotados de tanta razón como él. Con ellos, entre ellos, se enfrentaban hasta la sangre y la desesperación. Todo ese caos, donde “si Dios ha muerto todo está permitido” (como un personaje suyo apuntó antes que Nietszche), toda esa contradicción fue lo que le produjo la epilepsia, y no otra cosa.

Dostoievskiy dio voz y razón al nihilista, al conservador, al socialista, al amo, al esclavo, al religioso, al descreído, al inquisidor y al asesino... todos llevados hasta la crueldad de sus verdades.
Por esa misma razón Dostoievskiy nunca tuvo razón en nada. Pero todos sus personajes la llevaban. Personajes a los que ni quiera describía, eran sólo ideas andantes, bombas cargadas de razón por su cabeza. Nunca nadie tuvo la duda como motor de todo y madre de sus futuros asesinos.

En su relato de “El Gran Inquisidor”, Cristo tenía la verdad. Pero también el Gran Inquisidor que lo apresó por ser Cristo el enemigo del Cristianismo, también tenía la suya, estaba cargado de lógica.
Quizás por tanto tormento interno, Dostoievskiy dijese que los ataques epilépticos eran su “mayor momento de paz; todo es luz y claridad”

Un desafío, jueguen a ser Dostoievskiy: intenten averiguar por qué un terrible dolor de muelas puede ser un momento feliz para un hombre malo. La solución, en “Apuntes del subsuelo”.

Me acuerdo también de cuando Tolstoy intentó ser Dostoievskiy en su novela “Resurrección”, pero tan maestro en otras artes, en ese propósito se quedó corto, aunque la novela sea brillantísima. Eso sí, consiguió que la Iglesia lo excomulgara por ella y siga sin perdonarle. Pero Tolstoy nunca se atrevió a dudar tanto, tenía las ideas demasiado claras. Por cierto, encontré cierto día una iglesia en Rusia donde en un fresco habían dibujado a Tolstoy ardiendo entre las llamas del infierno.
Para los que no gozan de él en ruso, deben imaginar un discurso inseguro en la voz del narrador, una mezcla de erudito tímido e inseguro, que mezcla filosofía y jerga callejera. Después, en cada personaje, la expresión fanática de sus ideas, y un lenguaje y discurso que en cada uno va armado para explotar en cada frase, enérgica y rotunda, acorde con el carácter de cada uno. En resumen, su escritura es, ante todo, asfixiante, un bucle, un martillo desesperante al que terminas temiendo.

No, ni una broma ni una duda con Dostoievskiy. Hay que venerarlo aunque sólo sea para no parecerse a esos sofisticados que dicen cosas tan espantosas como “voz del yo” o “proyección del Ser en la estilística”...

Así son las cosas, y al que diga lo contrario, nosotros, sus incondicionales, Sweig, Nietszche, Borges, Unamuno, Sartre... y yo, chico de los recados para hacerles el trabajo sucio, nos cagaremos en la Putísima Madre del que diga lo contrario.