LA CUESTIÓN INDIVIDUAL
Llegó la primera nevada. La vi caer por
entre los enormes patios de la Avenida Lenin y por el parque del 50
aniversario.
Ha llegado pronto este año.
A partir de ahora, el asunto es mirar por la
ventana hacia la farola de la calle, y ver si sobre su luz siguen iluminándose los copos cayendo o si empieza otra vez a llover.
A eso me dedico mientras aso pimientos
como me enseñó mi madre.
Ante la primera nevada, tempranera, la
ciudad se ha dividido en dos. Los que se lamentan y los que nos
alegramos. Los primeros son unos mediocres. Esperan que vuelva el
verano, un par de días de calor... Que esperen. Pasados ya los
fabulosos días del inicio del otoño, de colores y aromas, ahora,
con los árboles pelados, ahora que ya no hay vuelta atrás, que
nieve, que nieve mucho, cuanto más, mejor, que los tape.
Pero me temo que, según veo, ha
empezado a llover, y la nieve se convierte en charcos. No pasa nada,
ya llegará diciembre...
Ante tal panorama de copos blancos,
cielos grises, pimientos rojos y amarillos, recuerdo un asunto leído
y escuchado en varias ocasiones.
Trata sobre las feroces críticas
hacia el “individualismo de la sociedad rusa”. Subrayo lo de
“críticas”, porque cuando se habla sobre el mismo tema respecto a cualquier otro país, resultan ser “comentarios”, llenos de respeto e incluso a veces, admiración.
Recuerda también a ese periodista que
ofrece al público español la noticia de que en Rusia hay
corrupción... como si fuera una noticia, un descubrimiento, un
concepto desconocido para nosotros.
Puede que sea la cruz que deberá
cargar muchos años Rusia, odiada por unos por aquello que fue, y por
otros por lo que dejó de ser.
Pero en el caso de tachar a la
sociedad rusa de individualista... no, ahí opino que se cae en un
grave error.
Estaremos de acuerdo en que hoy el
individualismo en Rusia es una ideología impuesta, general, es moda,
y es el motor que hoy, parece, lo mueve todo.
Pero, incluso ante este panorama,
contemplamos una oda colectiva al individualismo.
Como si descendieran de los
mismos esenios, los rusos siempre vivieron en comunidad,
vivieron siempre, la mayoría, en casas comunes, las familias enteras. En
las tierras del príncipe, en las del terrateniente, vivían en
“obshíni”, en enormes casas de madera para decenas de ellos.
Nunca tuvieron los rusos anchas
paredes de piedra que los separasen del vecino, sino, a lo mucho,
tablones de fina madera.
Y existían esas formas de comunidad
mucho antes de que el comunismo llegara. Sistema que si triunfó en
primer lugar en Rusia, quizás se deba más a que ya tenía medio
camino hecho y no a cuestiones puramente políticas.
Cabe recordar también que no sería
hasta bien entrados los años sesenta que los rusos no empezaron a
tener viviendas individuales, irónicamente, durante el socialismo.
Vivienda comunal, "Komunalka", hoy. |
Y hoy millones de rusos siguen
viviendo en miles de residencias de estudiantes, en habitaciones de
ilimitadas camas y cocinas y baños comunales, en "komunalkas", donde ahora compran habitaciones y comparte el resto de la casa...
Valga como prueba que los siglos de
vida en común en Rusia dieron una literatura popular, de cuento, de
boca a boca, de familias reunidas alrededor del anciano, un anciano
comunal... mucho más rica y editada que la española, mucha más
extensa en páginas y autores, sobre todo en los siglos del pasado.
Valga también como dato, que en Rusia
no existieron jamás residencias para ancianos.
Comprendamos estos últimos años de
canto a uno mismo, de desprecio por el prójimo, como un, demasiado
largo ya, canto de sirenas, de tierra prometida y privada.
Sin duda, uno de los matices de la extrañeza que Rusia causa hoy a los que nos acercamos a conocerla,
son provocados por el feo contraste de un pueblo que lleva la genética
del “nosotros” escrita a fuego y la horrible moda de
superficialidad actual, que tan extravagantes resultados ofrece, y
tan trágicos muchas veces.
Así son estos días por aquí, de
jóvenes que pavonean su individualidad entre enormes grupos de
amigos a los que tortura con sus banalidades, de mujeres y hombres
que celebran el triunfo de su poderoso “yo” en playas exóticas y
atestadas de otros miles de rusos que celebran lo mismo.
Es este un país con graves problemas
de bebida en el que nadie es capaz de beber solo, ni siquiera en
pareja: buscan desesperadamente al tercero; es un país de reuniones
de amigos donde se ha de jugar siempre a algo conjuntamente, de
brindis de cinco minutos de discurso, con el vaso en alto y
respetuosa atención del resto.
En estos días, esa negación
imposible, y por tanto violenta, del elemento social es un fenómeno
extraño y doloroso, y su causa es más política que social: por un
lado, es más fácil engañar a uno que a cien, por otro, también es
más fácil robar de uno en uno que a cien unidos.
A cambio, te hacen sentir especial y
único, como si no lo fueras antes ya.
Cursos masivos de alfabetización, años 30 |
Para lo bueno y para lo malo, y sin
condicionar el talento personal, Rusia es un país de masas, a pesar
de su poca población para tanto espacio. En masa pasaron hambre, en
masa hicieron revoluciones, en masa aprendieron a leer y a escribir, en masa vencieron a los enemigos y en
masas sufrieron represiones.
Sobre lo que pasará con este feroz
contraste entre su esencia y su contradicción, no podemos aventurar
nada, ni yo ni nadie. Rusia tiene hoy, y en masa, un gran signo de
interrogación sobre la cabeza.
En estos momentos, un Dios justo y
ecuánime nos manda una lluvia de hielo. Así nos contenta a todos.
No es granizo, se trata de gotas de agua transparentes y heladas,
como diamantes, que van formando una escurridiza y tramposa capa
sobre las aceras.
Rusia es también el país de la diversión climática.
Ay, Enrique, te puede tu amor!
ResponderEliminarXD
Soy un romántico...
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