domingo, 7 de octubre de 2012


KOPÓTNIA


Miro España y pienso en Kopótnia. Comparo, saco conclusiones.
Kopótnia es el gueto más famoso hoy en Moscú; famoso porque es una novedad que existan tales sitios, es el regreso de leyendas de antiguos trovadores.
(Alguien pudiera decir que Moscú tiene alrededor los suburbios más grandes del mundo, eso que llaman “Rusia”, pero eso es otro tema).

Kopótnia es un gueto particular. No muestra, a simple vista, grandes diferencias arquitectónicas con el resto, como el Bronx, ni tiene tanta tradición. Tampoco es un reducto para víctimas de algún racismo que no sea el económico. No se parece al famoso gueto de Varsovia, aquel que se desangraba y luchaba mientras no se tenían noticias del resto de la ciudad. En Rusia, podemos presumir, hasta la última calle, el último gorrión, la última brizna de hierba, luchó entonces con frenesí, y por igual.

Kopótnia es relativamente pequeño (una curiosidad matemática: tiene el mismo tamaño que la superficie de los campos de golf que se han construido en la ciudad). Es un barrio contaminado, el único que cuenta en la ciudad con fábricas de metalurgia pesada. El aire en ella es malo, y está mal comunicad. Está lleno de viejas escuelas, centros de cultura...sólo una cosa la ha ido convirtiendo en un gueto, además de sus fábricas.

Durante años han ido siendo enviados allí aquellos que no podían pagar sus gastos de luz, agua... una obligación tan novedosa como la existencia de la Kopótnia como gueto.
A esos deudores los enviaban a unas viejas residencias del barrio, a miles de ellos, abandonados, olvidados... enfrente, las también novedosas terribles condiciones de trabajo en la fábrica (para que sea más competitiva, dicen), fábricas a las que sólo acuden los más desesperados de todos los rincones del país, cada día más numerosos. Al lado de todos ellos, casas casi gratuitas para familias pobres y con muchos hijos.

En tan poco tiempo Kopótnia ya tiene su lenguaje, su idiosincrasia, sus peligros...

Y hasta aquí las penas de Rusia.

A menudo, cada día más habitualmente, lo importante no es lo que queda escrito, sino aquello que no se ha mencionado.

No he hablado de gentes expulsadas de sus casas por deudas con ningún banco. No lo he hecho porque en Rusia casi no hay desahucios.
Quien no puede seguir pagando, va a juicio, denunciado por el banco. El Estado no obliga a pagar y ampara a aquellos que, por ejemplo, han perdido su trabajo, o han tenido algún problema familiar (por ese mismo motivo los bancos no aceptan que se les devuelva el dinero en más de cinco o seis años). A veces se obliga al deudor a vender su vivienda, y el precio lo pone un juez, no un banco.

En cualquier caso, no existe hoy en Rusia la imagen de policías armados derribando puertas y sacando de por los pelos a mujeres con niños y ancianos.
En Madrid no hay Kopótnia, no hay sitios tan degradados. No lo hay porque esa mujer se queda en la calle duerme en su coche, abarrota casas de familiares... Y ya son miles de personas las que han perdido algo tan fundamental como es un techo. A su vez, nos intentan convencer de que los culpables son ellos, caprichosos, deseosos de tener una casa.

El hecho es tan grave como que haya hombres que salen de su casa por la mañana, besan a sus hijos, y poniéndose un uniforme acuden a expulsar a otras personas de sus casas.
Eso no está dentro de ningún sueldo. No hay disculpa ni excusa posible para el acata esas órdenes.

Es parte ya del paisaje, del mismo paisaje que era habitual y donde se apresaba judíos, de los paramilitares que queman aldeas y expulsan a los campesinos en muchos lugares del mundo.
Pero por habitual no dejar de ser terrible.

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