DE NUEVO EN ESPAÑA
Rusia,
por su lado, ha conseguido viajar en el tiempo.
Leo
a Giliarovskiy, que se refiere a los primeros años del siglo XX, siendo un testigo
directo:
“En
la asamblea de la ciudad (Moscú), se trató ya varias veces el tema
de construir el Metro, pero con poca determinación. Los mismos
“padres de la ciudad” sentían que ante tal nivel de robo, de
sobornos, ante tan seguro despropósito, no bastarían todas las
riquezas del mundo”
O
quizás tenga más méritos España, que en cien años no se ha
desplazado ni un centímetro por la línea temporal, y para la que la cita anterior no ha de ser una
noticia sorprendente.
Unas
páginas después me obligan a cambiar de tema: leo sobre el Mercado
de Jitrovka, uno de los más famoso de la vieja Moscú, destruido tras la
Revolución de 1917. Leo sobre el espantoso sistema por el que decenas de miles de hambrientos vendían allí su ropa para comer, teniendo
que volver después para tomarla en alquiler, cuando se acercaba el invierno.
Me
intereso por el nombre de los dueños de aquel terrorífico mercado,
donde había profesionales dedicados a fumar tabaco negro para
disimular el olor fétido. Me aparece el nombre de Bunin, Rumiántsev,
Romeiko, Kulakov... curiosamente, muchos de los que escribían
después desde su triste exilio en palacios de París sobre la “feliz
y maravillosa Rusia perdida”. Hoy los niños de los colegios de
toda Rusia acuden en excursiones organizadas a visitar los viejos
caserones de aquellos comerciantes, “flor y orgullo de la Rusia
pre-revolucionaria”, les dicen.
Vuelvo
a España por unos días. Viviré sin Rusia unas semanas, aunque no
creo que ella lo note. Quizás en estos tres meses hayan
cambiado muchas cosas en el país, pero no me he dado cuenta.
Se habrán producido, quizás, cambios que saldrán a la luz dentro
de veinte años, ese concepto de Unamuno de la corriente que marcha
en dirección contraria bajo el río que todos vemos, eso de la
“intrahistoria”... quizás, eso espero.
En
España la historia sí está saliendo a flote. Y por mucho tiempo
que pase fuera, las raíces no se anestesian.
Nunca
me ha gustado aquel término de “ciudadano del mundo”. Me parece la
versión burguesa del internacionalismo; lo segundo es sufrir y luchar
por cualquier humano, lo primero es beber coca-cola en diferentes
países.
Sufro
con el pueblo ruso, pues allí vivo, de ellos aprendo, y sobre él
escribo. Sufriría igual con el pueblo de al lado, y con el de más
allá. Pero cuando vuelvo a España, cuando aparece la tierra
amarilla y seca bajo el avión, cuando el quejío es en mi lengua,
cuando es español el que recibe el golpe del que va armado, el que
pasa penurias, el que grita desesperanzado... el dolor, si acaso es
igual de intenso que en cuaquier otro lugar, tiene un color, un matiz
diferente, hace más eco en mí.
Estos
días Madrid duele mucho. Duele advinar que la única solución sea
la tragedia, pensar en que uno habrá de parecerse en algo a ellos
para poder derrotarlos.
Madrid,
bajo la lluvia y la amenaza, nerviosa, valiente, golpeada, estafada y
en proceso … me es hoy más querida que nunca.
Flota
la sensación de que se termina el carnaval. De que nos quitamos las
caretas.
Quizás
este haya sido el gran mérito de aquellos que han rticipado en la
historia estos dos últimos años. Hoy, en España, hay miles de
hombres y mujeres que con cierto grado de sorpresa, y tras abrir un
poco la boca, han descubierto que son rotundamente fascistas.
El
mérito de estos dos años y sus protagonistas ha sido el de pintar
de negro el contorno de las cosas, de aclarar el dibujo borroso y amalgamado de nuestros tiempos, de traer una espada y una pared.
Millones
de jóvenes se están educando en calles liberadas, rodeados de
amigos, discutiendo, valorando, comparando, intentando sacar algo en
claro, caminando hacia al enemigo. Y esto no puede no dejar su huella en la historia, ya sea
mañana, ya sea pasado.
En verdad que deseo que todas estas movilizaciones demócratas, ciudadanistas... "bien"; acaben evolucionando a una sociedad de masas militantes y politizadas, comprometidas en serio, tanto en las vacas flacas como en las gordas... y desde el anticapitalismo. Aunque tome veinte o treinta o cincuenta años. De otro modo, sólo asistiremos a un parche y condenaremos a las generaciones futuras a una nueva crisis cíclica mucho más seria.
ResponderEliminarSi no me dan la vara de nuevo en el aeropuerto por la absoluta y negligente incomunicación entre oficinas de visado y control de pasaportes, quizá me encuentre en Madrid también la semana que viene.
Yo andaré con mi sindicato. 100 años en la brecha.
Compañero
ResponderEliminarAcabo de releer tu nota por tercera o cuarta vez.
Me embarga la ilusión de la lucha. La emoción del pornto regreso a ese pequeño país que está luchando.
Seguramente todo será largo, extenso, pero hay que seguir haciendo esfuerzos para que los compañeros logren frenar ese genocidio que todos suelen llamar neoliberalismo.
Vuelvo en unos días para estar con ese pueblo en lucha.
Un abrazo