viernes, 11 de mayo de 2012

9 DE MAYO. AUPA ATLETI.
La victoria de la luz contra las tinieblas, ese beso a la escuadra de Falcao, esa carrera, ese andar hacia la luz de Diego, ese éxtasis de estupefacta felicidad, lo vi y viví en una casa de Kirovgrad, una pequeña ciudad en el corazón de los Urales.
Lástima que esa felicidad no fuera compartida por todos. Sobre todo por aquellos vecinos ligueros a los que habrá que explicar qué es eso de jugar finales en Europa; tampoco lo fue la pena del dignísimo y excelente rival, que da más valor a lo conseguido: pena que nos habrán de explicar a nosotros, que nos vamos malacostumbrando...

Pero debo hablar del 9 de mayo. De una victoria mucho más importante. De una felicidad mucho mayor y mucho más triste, o trágica. Este día se celebra en Rusia su victoria sobre el fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Una de esas guerras que siempre empiezan los mismos, que casi todos los pueblos han sufrido, una de esas en las que, por tu propio bien, dicen, se levantan, se arman, te conquistan y te disparan. El 22 de junio de 1941, el ejército alemán atacó a la Unión Soviética con el mayor ejército que haya conocido el hombre, y uno de los más crueles. Empezaba en La URSS la llamada “Gran Guerra Patria”, guerra que, como tantos escritores soviéticos apuntaron, en realidad “empezó en España”.

27 millones de muertos, de ciudadanos soviéticos asesinados por el ejército nazi. 27 millones de muertos, de los que 8 millones eran soldados… (no le quieran quitar “méritos” a Hitler, ni maquillar su imagen recordando sólo una parte de la tragedia).
Las cifras marean. Imposible evitar el nudo en la garganta a cada historia, a cada relato, recuerdo, canción. En Stalingrado había casi dos millones de habitantes. Quedaron sólo cinco mil, (en el despacho del alto mando de la defensa de la ciudad, como símbolo, había un mapa de Madrid). En Leningrado un millón de personas murió de hambre, frío y bombas sobre su ciudad bloqueada, en la que tuvieron que hacer vías sobre el hielo del río Nevá para llevar algo de alimento. Y Kursk, y Minsk, y Sevastopol, Odessa, aldeas arrasadas de cualquier vida que tuvieran … miles y miles de kilómetros llenos de sangre y metralla.
Dicen que no hay ninguna familia en Rusia, en Ucrania, en Bielorrusia… que no tuviera muertos o heridos en aquella guerra. No hay familia en el país que no se conmueva el 9 de mayo. Aquella guerra se quedó para siempre en su cultura, en su recuerdo, en sus cicatrices.

Y una marea de grandísimos poetas, cineastas, novelistas… nacieron de aquel sentimiento de sangre, desesperación y doloroso heroísmo, de renacer entre las ruinas, de vencer a lo invencible a un coste inhumano, muy humano.
Ofrezco mi esforzada traducción de uno de esos poemas eternos dedicados a aquella tragedia. Del gran poeta soviético Robert Rozhdenstvenskiy. Junto a la traducción pongo el vídeo de un niño recitando el mismo poema, unos años después. Da buena muestra del recuerdo y el sentir perenne, infinito. También de su fuerza en el idioma original, imposible de transmitir. Esperen unos treinta segundos a que el chaval se concentre.

HISTORIA DE UN HOMBRE PEQUEÑO.
ROBERT ROZHDENSTVENSKIY.

En una tierra
Terriblemente pequeña
Erase una vez
Un hombre pequeño.
Tenía un trabajo pequeño
Y un muy pequeño maletín.
Recibía un sueldo pequeño…
Y un día, una preciosa mañana,
A su ventana llamó
Una pequeña, parecía, guerra…
El abrigo se lo dieron pequeño,
Las botas se las dieron pequeñas,
El casco se lo dieron pequeño,
Y un pequeño, de tamaño, fusil.
Pero cuando cayó,
Con la boca retorcida y fea,
Roto el grito de ataque en su voz
No hubo en toda la tierra
Suficiente mármol
Para hacerle una estatua a ese hombre
De altura tan mayor.

1 comentario:

  1. Compañero me has emocionado. Me ha emocionado el recuerdo de esa fecha y por sobre todas las cosas, me emociona siempre, la memoria de los pueblos.
    Bravo! por tu Cholo y esa Rusia que llega hasta mi casa del otro lado del mundo.
    Un fuerte abrazo cumpa(compañero) del alma...

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