POR
QUÉ ( AUNQUE POCAS VECES) PUTIN NOS CAE BIEN.
Puede ser que cuando dicen que “a
lo mejor” mató a Berezovskiy, Putin nos caiga simpático.
Recalquemos el “a lo mejor”: si hubiese una total seguridad,
Putin sería un asesino sin simpatía posible; si con toda seguridad
fuese inocente, nos decepcionaríamos muchos por haber dejado libre y
feliz al mafioso.
Putin es el beneficio de la
ambigüedad, el resultado de la duda y el miedo.
Berezovskiy fue uno de los
mayores criminales y mafiosos de la historia de Rusia. Fue uno de los
constructores de este nuevo sistema que ha causado la mayor crisis
humana, social y económica de los últimos sesenta años en el país.
Eran los años 90... y por entonces las fortunas se hacían a punta
de pistola, (ahora se hacen a base de contratos). Berezovskiy fue
uno de aquellos que en 93 disparó con tanques sobre la masa de
mujeres y hombres que defendía el Parlamento y su legitimidad.
Berezovskiy fue el rey de la privatización por la fuerza, del
hambre y la injusticia.
(Oigo voces que me dicen: Putin
no es muy diferente. Y las voces llevan razón. De eso vamos a
hablar).
Y es que siempre me ha llamado la
atención, y me ha alarmado, la simpatía que Putin tiene entre
muchos círculos de la izquierda occidental. Putin es alguien que
pareciera esforzarse por la soberanía y la independencia de Rusia; a
su vez, es el ídolo de los oligarcas, mafiosos, nacionalistas y
banqueros, que tienen barra libre para robar a su pueblo.
¿Por qué entonces es Putin tan
impopular entre la derecha occidental y a veces admirado por la
izquierda?
La primera respuesta es sencilla:
las privatizaciones masivas, la venta del país y de sus recursos han
caído en manos de mafiosos rusos (esa es la idea de patriotismo de
Putin). Mientras, la derecha internacional querría que lo expoliado
estuviese en manos de mafiosos internacionales. La oposición
neoliberal en Rusia contra Putin es un grupo de simpáticos
ignorantes que tienen una fe absoluta en que un mafioso americano es
mejor que un mafioso ruso... y allá ellos con sus planteamientos.
La segunda cuestión es mucho más
compleja.
Quizás tenga algo que ver con
esa doble cara del gobierno ruso: la internacional y la interna.
A nivel internacional, Rusia,
sobre todo lejos de sus fronteras, se enfrenta una o dos veces al mes
a las resoluciones de la OTAN y a Estados Unidos. Se opone a los
conflictos bélicos (Libia, Iraq, Siria...), y pareciera que muestra
un total respeto por el resto de gobiernos del mundo, sean del color
político que sean.
Recuerdo las palabras del
Presidente Rafael Correa de visita en Rusia, al ser preguntado por su
opinión sobre el gobierno ruso, cuando afirmaba (cito de memoria):
“En su política interna no tenemos ningún punto en común, pero a
nivel internacional, Rusia siempre ha mostrado total respeto por
América Latina y su soberanía”.
Y ciertamente, parece que Rusia
está estableciendo miles de contratos con diferentes países, con
diferentes gobiernos, y con todos mantiene un justo trato de “tú a
tú”, de respeto, sin ínfulas coloniales.
Pero la izquierda siempre ha
pecado de una máxima que es la de “los enemigos de mis enemigos
son mis amigos”, y a menudo cae en valoraciones contradictorias.
De puertas adentro, Putin es una
cosa muy diferente.
Debe recordar la izquierda
occidental que es Putin quien está metiendo a los curas en las
escuelas, el que está cerrando museos dedicados a escritores de
izquierdas, que protege a los oligarcas y especuladores, que ha
unificado a la Iglesia y al Estado, que promueve las ideas
nacionalistas, la fe única en el dinero, y que permite y anima la
explotación salvaje de millones de personas en su país.
A su vez, Putin es un hombre de
talento: tiene el poder mágico de tomar las decisiones (hasta
extremos autoritarios), y después criticarlas públicamente,
haciendo caer la responsabilidad sobre otros, a los que después echa
a la calle. Así, nuevamente, Putin queda en una duda, en una
esperanza para muchos, en un “ a lo mejor...”, cuando es el
principal culpable.
A su vez la izquierda occidental
se fija en sus resultados electores, incontestables a pesar de las
más que razonadas dudas que ofrecen las elecciones en Rusia.
Sí, una gran masa social apoya a Putin, y precisamente la apoya aquella que debiera ser el granero de
votos y apoyos de la izquierda.
Pero para resolver esta
cuestión... ufff... no estamos todavía capacitados. Podemos
recordar como a las masas populares de EEUU también les encandiló
durante décadas el llamado “sueño americano”, el quizás mañana
sea rico. Y no llegaron a entender nunca la crueldad de tal sueño,
basado únicamente en las guerras y expolios que su país realiza
diariamente en todas las partes del mundo. No lo llegarán a entender
nunca, pues la idiotización de ese pueblo, la negación del libro y
la ideología, el cinturón de la música pop y la feliz ignorancia
los tiene muy bien atados.
Y eso también está ocurriendo
en Rusia, estamos en ese proceso... y quizás pronto ya sea tarde.
También quizás tenga algo que
ver la inexistencia de oposición seria y creíble. Dirán que los
comunistas empataron (si acaso no ganaron) en las últimas elecciones
al parlamento. Sí, pero son esos mismos comunistas que invitan al
evasor de impuestos Gerard Depardieu a ingresar en su Partido, y son
los mismos comunistas que en fiestas de guardar felicitan a través
de su página a la Iglesia Ortodoxa, e incluso proponer colaboración
con ella. No me hablen de este Partido Comunista Ruso, porque no lo
entiendo.
Así pues, ese es Putin, pero,
maldita sea, a menudo consigue caernos bien, pues “a lo mejor...”
Maravilloso análisis sobre el accionar del camarada Putin. Vale la esperar por textos de este calibre.
ResponderEliminarUn abrazo compañero...