sábado, 2 de marzo de 2013


EL “PETERSBURGO” DE ANDREY BIELI.


Andrey Bieli
Martín Visuara, el disidente de sí mismo, vuelve a la Argentina.
Después de unos meses de condena a paseos forzados por su querida Madrid, volverá teniendo consigo un ejemplar del “Petersburgo” de Andrey Bieli.
(¿La mejor novela rusa del siglo XX? - Sí, pudiera ser)

A estas alturas, imagino que el flaco Visuara habrá adivinado ya ese secreto que muchos guardamos, o no nos atrevemos a decir en voz alta: San Petersburgo no existe.

(¿No existe? - me dirán – Pero si yo mismo la he visto...
No se cansen, es un problema muy común, nada grave – les digo)

No es una enfermedad, ni tampoco es un espejismo, es... es... y ya Visuara lo sabe: es un punto que hay entre los ojos, un nervio que, al concentrarse mucho, del mismo salen avenidas paralelas, cuadrículas, nubes y puentes... es, en resumen, un estado mental, un síndrome a menudo pasajero, pero que a Rusia le lleva afectando ya más de tres siglos.

(No deja de ser un hecho doloroso, más cuando en tu propia familia todos lo han sufrido. Casi igual de triste es tener amigos que dicen haber nacido allí... pobres... mucha culpa la tienen los vendedores de la estación Leningradskaya de Moscú, que venden billetes de tren a ese sitio que ellos mismos saben que no existe)

Dicen los libros de historia que la inexistente San Petersburgo la fundó Pedro el Grande, y que incluso acumuló enormes montones de magníficas piedras para construirla. Puede ser cierto...
Lo que es verdad, de la buena, de la mía, es que, sorpréndanse, ciento y pico años después de construida, San Petersburgo se la inventó Nikolay Gógol, un alegre ucraniano que se esforzó por parecer serio... y ocurrió lo que ocurre cuando un alegre ucraniano intenta ponerse serio: que se inventa San Petersburgo.

(¿Pero no vivió Gógol en San Petersburgo, y no la describió? - me dicen-
Sí, eso contaba él... fíense ustedes de Gógol... y la describió desde Roma, recordando sus años de estómago vacío y vacío alrededor – vacía estaba San Petersburgo hasta que él se la inventó).
Tampoco pudo describirla Dostoievskiy si no a través de las terribles fiebres con alucinaciones amarillas de Raskólnikov, o los ataques epilépticos amarillos del Príncipe Mishkin. Blok acertó a describir sus alrededores, llenas de mujeres desconocidas y fantasmales. También allí empezó una revolución que, hoy día, parece que se inventaron.

 ¿Y qué es el Petersburgo del moscovita Bieli? Es una magistral explicación de cómo se inventaron aquel lugar aquel grupo de soñadores moscovitas. Su libro es el manual de instrucciones de cómo Gógol creyó entrever San Petersburgo entre su niebla.

El dibujante Yuri Norshtein, reinventando San Petersburgo
Por mi parte, me quedo con lo que más me gusta. Del “Petersburgo” de Bieli (como del Ulíses de Joyce, me diría Visuara mientras se fumase el cigarrillo de la victoria por haber dejado de fumar), sí, como del Ulíses, me quedo con la verdad de que todo lo que sabemos y recordamos es producto de nuestra imaginación, que en nuestra memoria se acumulan imágenes y palabras transformadas por nosotros mismos, que son fotos de las que hemos eliminado lo que no nos gustaba, que hemos añadido elementos inventados, hemos acentuado otros... todo eso completa lo que creemos saber. Finalmente, no somos otra cosa que una invención, qué digo, muchas invenciones diferentes: la nuestra y las que los demás han hecho de nosotros.

(Y Moscú, listillo, ¿existe? - me dicen.
Me ponen entre la espada y la pared... no sé, no sé... fuera de esta cocina, quién sabe lo que está pasando afuera...)

Pero no desviemos el discurso y volvamos a lo fundamental: sobre cómo ganarle al Madrid la final de Copa. Ole ole ole, Cholo Simeone.

1 comentario:

  1. Entre tantas buenas cosas que derrama ese Petesburgo inexistente, figuran entre otras cuestiones, que el bueno de Bieli fue un gran matemático soviético y que escribió la mejor novela comunista de la historia del comunismo, que a lo mejor fue otra de las mejores fantasías inventadas por algún escritor ruso para entretener el vacío de su estómago hasta la próxima vez.
    Gracias compañero por acordarte de este escritor notable y loco...
    Martín

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