EL “PETERSBURGO” DE ANDREY
BIELI.
Andrey Bieli |
Martín Visuara, el disidente
de sí mismo, vuelve a la Argentina.
Después de unos meses de
condena a paseos forzados por su querida Madrid, volverá teniendo
consigo un ejemplar del “Petersburgo” de Andrey Bieli.
(¿La mejor novela rusa del
siglo XX? - Sí, pudiera ser)
A estas alturas, imagino que el
flaco Visuara habrá adivinado ya ese secreto que muchos guardamos, o
no nos atrevemos a decir en voz alta: San Petersburgo no existe.
(¿No existe? - me dirán –
Pero si yo mismo la he visto...
No se cansen, es un problema
muy común, nada grave – les digo)
No es una enfermedad, ni
tampoco es un espejismo, es... es... y ya Visuara lo sabe: es un
punto que hay entre los ojos, un nervio que, al concentrarse mucho,
del mismo salen avenidas paralelas, cuadrículas, nubes y puentes...
es, en resumen, un estado mental, un síndrome a menudo pasajero,
pero que a Rusia le lleva afectando ya más de tres siglos.
(No deja de ser un hecho
doloroso, más cuando en tu propia familia todos lo han sufrido. Casi
igual de triste es tener amigos que dicen haber nacido allí...
pobres... mucha culpa la tienen los vendedores de la estación
Leningradskaya de Moscú, que venden billetes de tren a ese sitio que
ellos mismos saben que no existe)
Dicen los libros de historia
que la inexistente San Petersburgo la fundó Pedro el Grande, y que
incluso acumuló enormes montones de magníficas piedras para
construirla. Puede ser cierto...
Lo que es verdad, de la buena,
de la mía, es que, sorpréndanse, ciento y pico años después de
construida, San Petersburgo se la inventó Nikolay Gógol, un alegre
ucraniano que se esforzó por parecer serio... y ocurrió lo que
ocurre cuando un alegre ucraniano intenta ponerse serio: que se
inventa San Petersburgo.
(¿Pero no vivió Gógol en San
Petersburgo, y no la describió? - me dicen-
Sí, eso contaba él... fíense
ustedes de Gógol... y la describió desde Roma, recordando sus años
de estómago vacío y vacío alrededor – vacía estaba San
Petersburgo hasta que él se la inventó).
Tampoco pudo describirla
Dostoievskiy si no a través de las terribles fiebres con
alucinaciones amarillas de Raskólnikov, o los ataques epilépticos
amarillos del Príncipe Mishkin. Blok acertó a describir sus
alrededores, llenas de mujeres desconocidas y fantasmales. También
allí empezó una revolución que, hoy día, parece que se
inventaron.
El dibujante Yuri Norshtein, reinventando San Petersburgo |
Por mi parte, me quedo con lo
que más me gusta. Del “Petersburgo” de Bieli (como del Ulíses
de Joyce, me diría Visuara mientras se fumase el cigarrillo de la
victoria por haber dejado de fumar), sí, como del Ulíses, me quedo
con la verdad de que todo lo que sabemos y recordamos es producto de
nuestra imaginación, que en nuestra memoria se acumulan imágenes y
palabras transformadas por nosotros mismos, que son fotos de las que
hemos eliminado lo que no nos gustaba, que hemos añadido elementos
inventados, hemos acentuado otros... todo eso completa lo que creemos
saber. Finalmente, no somos otra cosa que una invención, qué digo,
muchas invenciones diferentes: la nuestra y las que los demás han
hecho de nosotros.
(Y Moscú, listillo, ¿existe?
- me dicen.
Me ponen entre la espada y la
pared... no sé, no sé... fuera de esta cocina, quién sabe lo que
está pasando afuera...)
Pero no desviemos el discurso y
volvamos a lo fundamental: sobre cómo ganarle al Madrid la final de
Copa. Ole ole ole, Cholo Simeone.
Entre tantas buenas cosas que derrama ese Petesburgo inexistente, figuran entre otras cuestiones, que el bueno de Bieli fue un gran matemático soviético y que escribió la mejor novela comunista de la historia del comunismo, que a lo mejor fue otra de las mejores fantasías inventadas por algún escritor ruso para entretener el vacío de su estómago hasta la próxima vez.
ResponderEliminarGracias compañero por acordarte de este escritor notable y loco...
Martín