jueves, 12 de julio de 2012


REGRESO A MOSCÚ.

De vuelta a mi suburbio moscovita. Son días llenos, cataratas de trenes y caminatas.

A volver a enfrentarse a este tipo de exilio, a volver a retorcer la boca para poder expresarme en esto que ellos llaman idioma y que parece cualquier otra cosa. Ya lo escucho a mi alrededor, similar a un zumbido de abejas y a un suave oleaje.

Moscú está veraniega y febril, de ropas ligeras, pies a remojo en fuentes y ríos, faldas cortas y camisetas sin mangas.

En uno de sus pasadizos subterráneos he visto a un hombre triste. Tenía la piel morena, la barba y el pelo negro. Estaba serio, y como vacío, derramado. Estaba sentado en una caja, con la vista perdida en el color gris del suelo. Con una mano hacía pompas de jabón con una pistola de colores, esperando que alguien se la comprara.
En frente había una anciana inmóvil. Quieta, de pie, sujetaba siete flores azuladas, arrancadas de algún jardín cercano. Le hacía la competencia al señor de las pompas de jabón.

Mi barrio está verde, lleno de luz y sombras frescas.
El estanque se ha llenado de pescadores.
En el estanque no hay peces.
Lanzan sus cañas al agua y se quedan quietos. Olvidan las cañas y hablan entre ellos. Beben cerveza fría. Sus hijos bajan a ver como sus padres no pescan, pues no hay peces. Charlan, se relajan. Los bancos se llenan de ancianos que observan de lejos a los pescadores. Muchos curiosos nos paramos a ver cómo pescan, sin éxito, pero relajados. Los patos caminan tranquilos entre ellos. Los gatos se acercan y se llevan el resto de sus meriendas.
Se va poniendo el sol. Recogen sus cañas y se marchan a casa. Hay que acostarse pronto para madrugar mañana. Dicen que con el alba los peces tienen más hambre. Quizás haya peces. Pero nadie ha visto todavía ninguno.

Así pasan los calurosos días. Desde aquí se aplaude también a los mineros que caminando hacia Madrid sueñan con salvarse, así como nosotros soñamos con que nos salven. En el sur de Rusia, en la región de Kubán, unas terribles inundaciones han arrasado la ciudad de Krimsk. Cientos de muertos. La indemnización prometida para reconstruir la ciudad es menor que el sueldo anual que ofrecen al próximo seleccionador de fútbol.

2 comentarios:

  1. Siempre da gusto encontrarse con una charla en medio del fuego del verano. Da gusto, daría mucho gusto ser uno de esos pescadores sin peces. Es una de las mejores alegorías de estos tiempos de tierras arrasadas que insistimos en vivir sin darnos cuenta de nada.
    ¡Bravo por este verano moscovita que me acercás al sur inhóspito del invierno.
    Un abrazo como siempre.
    Martín

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  2. Lo que daría yo por volver a sentarme en el filo de ese estanque. Lo que daría también por poder conversar con esos filósofos que dicen pescar. Se echa de menos vuestro suburbio, de los blinis ni hablo.
    Un abrazo.
    Carmen

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