martes, 24 de julio de 2012

AMIGO DERSÚ...

En ese momento vi entre la niebla algo voluminoso y grande. Bajaba por el río hacia mí, despacio y sin hacer ningún ruido. Me quedé paralizado, y mi corazón empezó a latir con fuerza. Pero más me aterroricé cuando vi como ese oscuro objeto se detenía y unos segundos después empezaba a alejarse hacia atrás; a los pocos minutos desapareció de la misma forma misteriosa a la que había aparecido. Si aquello fue alguna fiera, alguna nube de polvo sobre el río, no lo sé. El crepúsculo, el oscuro y triste bosque, la espesa niebla y, sobre todo, ese mortecino silencio, creaba un cuadro indescriptible, cruel y apenado” Capitán Arseniev, “Dersú Usalá”

Estos últimos tiempos los vivo con la tranquilidad de saber que, si fuera a la taiga, si me perdiera, si me incomunicara, sabría lo que hacer. Sobreviviría, más o menos, porque me he leído los apuntes del Capitán Arseniev y su inmortal trabajo “Dersú Usalá”. Sabría cómo conseguir grasa de los huesos de los alces y cómo predecir la lluvia y el frío gritando a las montañas y escuchando su eco. Entre muchas otras cosas igual de fundamentales.

Los hispanohablantes, por suerte o por desgracia, tendrían casi la mitad menos de posibilidades de sobrevivir que yo, pues esa es la cantidad de texto que omitió un traductor argentino en su traducción. Los que sólo hayan visto la extraordinaria y fundamental película soviética, dirigida por Kurosawa, mejor que no salgan de casa.

Desde que gané tales conocimientos, puedo presumir de pertenecer a la escasa y extraña casta de los “dersuistas”. Como en cada rincón de la vida, hay dersuitas ricos, que se pagan expediciones para viajar a la Taiga, y dersuistas pobres, que releen y escriben en sospechosos blogs.
Sin embargo, sí puedo decir que he pisado la Taiga. Fue mientras estudiaba en Irkutsk, y aquel patético paseo tuvo lugar en los alrededores del Lago Baikal, en la región de Arshán. Escasos dos kilómetros bosque adentro, fascinado por el miedo, y también asustado por él. Entonces no conocía a Dersú. Hoy, si pudiera volver... moriría seguro.

Dersú Usalá fue un hombre real, como reales son los pasajes de los libros escritos por Arseniev, el jefe de las expediciones. Dersú vivía en la Taiga Siberiana, en toda ella, en la zona boscosa más grande y despoblada del planeta. Cierto es que no estaba despoblada para Dersú, pues consideraba gente, igual que lo son los humanos, a las plantas, las nubes, las montañas y los tigres (“amba”, como les llamamos los dersuistas). Dersú sabía escuchar al sol, a los osos... Asustados iban los exploradores viéndole discutir con el agua y el fuego. Pasó sus últimos años atemorizado: un día mató un tigre por error. Sabía que la Taiga se lo devolvería. Sólo cazaba lo necesario para sobrevivir allí. Cuando iba de marcha con los exploradores, veía, leía huellas que nadie más acertaba a entender. Dialogando con las nubes adivinaba el futuro y a gritos de lenguas extrañas avisaba a los animales de que por allí iba a pasar el hombre.

Pero... una nota filológica, discúlpenla.
Él (el sol), son gentes muy importantes. Si estas gentes muere, todas las gentes muere” Dersú Usalá.
Dersú hablaba mal el ruso, como lo hablamos todos los que no somos rusos. En su divertida jerga, no apreciable en la versión española, en su oda a la anarquía gramatical, llaman la atención sus verbos, sus incorrectas formas. Dersú sólo sabía declinarlos en imperativo: el idioma de las órdenes. Esa es la primera forma en la que aprenden a conjugar los verbos los pueblos ocupados.
Hay que apuntar que Rusia no fue un mal ocupante de aquellas enormes tierras, sobre todo, porque son imposibles de ocupar. El hecho es que hasta hoy día, en Rusia sobreviven más de doscientas lenguas y dialectos, etnias paganas y pueblos sin nombre. Durante el siglo XX, esos mismos pueblos podían estudiar su lengua en las escuelas recién abiertas, e incluso se crearon alfabetos para los idiomas que no lo tenían.
Pero cuando Dersú era niño no había ninguna escuela a la que ir. Aprendió el idioma de los imperativos, ese que tantas veces he escuchado entre los inmigrantes , entre los vencidos, el idioma de las comisarías, los ejércitos, de la burocracia de los pobres.

Los rusos aprendieron, y saben decir y pronunciar en perfecto alemán “Arriba las manos” y “Caminad, caminad”.

Pero, al menos, Dersú tenía a dónde huir. A la Taiga entraban grupitos de exploradores asustados que contrataban a Dersú para intentar sobrevivir. De él dependían. Sin embargo, ninguno de ellos aprendió ni una sola forma del imperativo de la lengua nanai.
Dersú, cuando conseguía algún dinero por la venta de alguna piel, se lo daba a guardar al hombre blanco. Varias veces le robaron. Cuando Arseniev se lo llevó a su casa y le puso un techo encima y una puerta cerrada al lado, Dersú huyó a la Taiga, y murió asesinado por un ladrón.

La pregunta es a dónde podremos huir nosotros cuando nos quieran encerrar.

De Dersú queda esta gran piedra, puesta allí donde murió. Quedan dos películas, los libros de Arseniev, y queda la Taiga. También queda un escarabajo nombrado en su honor.

De su legado, hoy día, las diferentes corrientes del dersuismo suelen estar enfrentadas y terriblemente desunidas. Los dersuistas españoles nos mantenemos firmes en nuestras ideas y nuestras preocupaciones. El tigre y su hambre es la principal de ellas. A ese respecto, contemplando España, vemos una solución viable para ello. El principal problema sería decidir si llevar el parlamento a la Taiga o los tigres al parlamento. Las asociaciones ecologistas se oponen, pues quieren proteger a los tigres.






1 comentario:

  1. A medidos d elos años '70, en medio d ela represión más feroz que se vivía en este país sin taiga, me tuve que extravíar. El viejo cine Cosmos, que daba cine soviético y no ruso, me permití esa tarde-noche deslumbrarme sin querer. Daban Dersu-Usala.
    Solo o casi en la sala a oscuras, disfruté, me emocioné y me maro, años más maravillé con esta historia. Luego años más tarde, volví a verla por la tele, en la comodidad y seguridad de un hogar legal, como todos los burgueses y volví a emocionarme con este entrañable rastreador de cielos y soles.
    Gracias por acordarte de él y compartirlo con todos nosotros.
    Un abrazo como siempre

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