AMIGO DERSÚ...
“En
ese momento vi entre la niebla algo voluminoso y grande. Bajaba por
el río hacia mí, despacio y sin hacer ningún ruido. Me quedé
paralizado, y mi corazón empezó a latir con fuerza. Pero más me
aterroricé cuando vi como ese oscuro objeto se detenía y unos
segundos después empezaba a alejarse hacia atrás; a los pocos
minutos desapareció de la misma forma misteriosa a la que había
aparecido. Si aquello fue alguna fiera, alguna nube de polvo sobre el
río, no lo sé. El crepúsculo, el oscuro y triste bosque, la espesa
niebla y, sobre todo, ese mortecino silencio, creaba un cuadro
indescriptible, cruel y apenado” Capitán Arseniev, “Dersú
Usalá”
Estos
últimos tiempos los vivo con la tranquilidad de saber que, si fuera a
la taiga, si me perdiera, si me incomunicara, sabría lo que hacer.
Sobreviviría, más o menos, porque me he leído los apuntes del
Capitán Arseniev y su inmortal trabajo “Dersú Usalá”. Sabría
cómo conseguir grasa de los huesos de los alces y cómo predecir la
lluvia y el frío gritando a las montañas y escuchando su eco. Entre muchas otras cosas igual de fundamentales.
Los
hispanohablantes, por suerte o por desgracia, tendrían casi la mitad
menos de posibilidades de sobrevivir que yo, pues esa es la cantidad
de texto que omitió un traductor argentino en su traducción. Los
que sólo hayan visto la extraordinaria y fundamental película soviética,
dirigida por Kurosawa, mejor que no salgan de casa.
Desde
que gané tales conocimientos, puedo presumir de pertenecer a la
escasa y extraña casta de los “dersuistas”. Como en cada rincón
de la vida, hay dersuitas ricos, que se pagan expediciones para
viajar a la Taiga, y dersuistas pobres, que releen y escriben en
sospechosos blogs.
Sin
embargo, sí puedo decir que he pisado la Taiga. Fue mientras
estudiaba en Irkutsk, y aquel patético paseo tuvo lugar en los
alrededores del Lago Baikal, en la región de Arshán. Escasos dos
kilómetros bosque adentro, fascinado por el miedo, y también
asustado por él. Entonces no conocía a Dersú. Hoy, si pudiera
volver... moriría seguro.
Dersú
Usalá fue un hombre real, como reales son los pasajes de los libros
escritos por Arseniev, el jefe de las expediciones. Dersú vivía en
la Taiga Siberiana, en toda ella, en la zona boscosa más grande y
despoblada del planeta. Cierto es que no estaba despoblada para
Dersú, pues consideraba gente, igual que lo son los humanos, a las
plantas, las nubes, las montañas y los tigres (“amba”, como les
llamamos los dersuistas). Dersú sabía escuchar al sol, a los
osos... Asustados iban los exploradores viéndole discutir con el
agua y el fuego. Pasó sus últimos años atemorizado: un día mató
un tigre por error. Sabía que la Taiga se lo devolvería. Sólo
cazaba lo necesario para sobrevivir allí. Cuando iba de marcha con
los exploradores, veía, leía huellas que nadie más acertaba a
entender. Dialogando con las nubes adivinaba el futuro y a gritos de
lenguas extrañas avisaba a los animales de que por allí iba a pasar
el hombre.
Pero...
una nota filológica, discúlpenla.
“Él
(el sol), son gentes muy importantes. Si estas gentes muere, todas
las gentes muere” Dersú Usalá.
Dersú
hablaba mal el ruso, como lo hablamos todos los que no somos rusos.
En su divertida jerga, no apreciable en la versión española, en su
oda a la anarquía gramatical, llaman la atención sus verbos, sus
incorrectas formas. Dersú sólo sabía declinarlos en imperativo: el
idioma de las órdenes. Esa es la primera forma en la que aprenden a
conjugar los verbos los pueblos ocupados.
Hay
que apuntar que Rusia no fue un mal ocupante de aquellas enormes
tierras, sobre todo, porque son imposibles de ocupar. El hecho es que
hasta hoy día, en Rusia sobreviven más de doscientas lenguas y
dialectos, etnias paganas y pueblos sin nombre. Durante el siglo XX,
esos mismos pueblos podían estudiar su lengua en las escuelas recién
abiertas, e incluso se crearon alfabetos para los idiomas que no lo
tenían.
Pero
cuando Dersú era niño no había ninguna escuela a la que ir.
Aprendió el idioma de los imperativos, ese que tantas veces he
escuchado entre los inmigrantes , entre los vencidos, el idioma de
las comisarías, los ejércitos, de la burocracia de los pobres.
Los rusos aprendieron, y saben decir y pronunciar en perfecto alemán “Arriba las
manos” y “Caminad, caminad”.
Pero,
al menos, Dersú tenía a dónde huir. A la Taiga entraban grupitos
de exploradores asustados que contrataban a Dersú para intentar
sobrevivir. De él dependían. Sin embargo, ninguno de ellos aprendió
ni una sola forma del imperativo de la lengua nanai.
Dersú,
cuando conseguía algún dinero por la venta de alguna piel, se lo
daba a guardar al hombre blanco. Varias veces le robaron. Cuando
Arseniev se lo llevó a su casa y le puso un techo encima y una
puerta cerrada al lado, Dersú huyó a la Taiga, y murió asesinado
por un ladrón.
La
pregunta es a dónde podremos huir nosotros cuando nos quieran
encerrar.
De
Dersú queda esta gran piedra, puesta allí donde murió. Quedan dos
películas, los libros de Arseniev, y queda la Taiga. También queda
un escarabajo nombrado en su honor.
De
su legado, hoy día, las diferentes corrientes del dersuismo suelen
estar enfrentadas y terriblemente desunidas. Los dersuistas españoles
nos mantenemos firmes en nuestras ideas y nuestras preocupaciones. El
tigre y su hambre es la principal de ellas. A ese respecto,
contemplando España, vemos una solución viable para ello. El
principal problema sería decidir si llevar el parlamento a la Taiga
o los tigres al parlamento. Las asociaciones ecologistas se oponen,
pues quieren proteger a los tigres.
A medidos d elos años '70, en medio d ela represión más feroz que se vivía en este país sin taiga, me tuve que extravíar. El viejo cine Cosmos, que daba cine soviético y no ruso, me permití esa tarde-noche deslumbrarme sin querer. Daban Dersu-Usala.
ResponderEliminarSolo o casi en la sala a oscuras, disfruté, me emocioné y me maro, años más maravillé con esta historia. Luego años más tarde, volví a verla por la tele, en la comodidad y seguridad de un hogar legal, como todos los burgueses y volví a emocionarme con este entrañable rastreador de cielos y soles.
Gracias por acordarte de él y compartirlo con todos nosotros.
Un abrazo como siempre