viernes, 23 de marzo de 2012


YURI NORSHTÉIN. EL PENÚLTIMO GENIO SOVIÉTICO.

Al impaciente Martín Visuara, poeta y argentino, además de poeta argentino.



Yuri Norshtéin vive en un suburbio muy parecido al mío. Vive, humilde y sabio, con sus 70 años, por desgracia para muchos y suerte para otros.
Apunto: admiro profundamente a los fantasmas. A los de verdad, a los de pasillo oscuro y castillo abandonado. Los aprecio por su poco arraigo a lo material y su riqueza espiritual, por su silenciosa vida, su humildad y su gran talento para impresionar a los humanos.
Por eso, con enorme cariño y admiración, llamo a Norshtéin fantasma. También le llamo el mejor dibujante de películas de animación de la historia y, sobre esto, no creo que haya ninguna duda.
Él, que debiera ser todos los ministros, todos los jueces y todos los minutos de televisión en Rusia, ha sido intencionadamente relegado al olvido, cosa a la que no opuso resistencia, incapaz de vivir en semejante circo. Sus contadas apariciones suenan como las más sabias psicofonías de otro mundo: de aquel mundo que la propaganda intenta ahogar bajo su rentable producción de basura.
Norshtéin no es rentable: treinta años lleva dibujando una película de la que sólo unos minutos están acabados a su gusto y han salido a la luz. Estará basada en “El Abrigo”, del no menos espectral Nikolay Gógol. Casi nada. Tiemblan las piernas al imaginarlo.
En una de sus inesperadas y fantasmagóricas apariciones, anunciaba con sonrisa infantil un enorme hallazgo: las personas no podían proyectar sombras tan largas por la Avenida del Nevá como las que describía Gógol. Con aquellas farolas no. Sólo una luz fortísima e irreal, enfocada desde los cientos de ventanas, imposible y soñada por el genio de Gógol podía causar ese efecto. Después de descubrirlo, “habrá que rehacer buena parte del trabajo”, dice Norshtéin.
Maravilloso.
Esperaremos. Tú, tranquilo. Cuídate. Poco a poco.

Pero además de pintar sobre sus láminas de cristal, habla. Habla y nadie se atreve a replicarle. El forzado olvido y la respetuosa devoción por él se mezclan. Fue el único, en otra aparición, que espetó su desprecio públicamente hacia el mimado y gubernamental Nikita Mijalkov, por la insultante colección de mentiras de su última película. Y por su ínfima y subvencionada calidad. El aristocrático Mijalkov miraba al suelo, como se hace ante los fantasmas que te dan miedo y se desea que desaparezcan pronto. Después, cambió de tema.
Antes, cuando no había jefes sino responsables, éramos un grupo de profesionales discutiendo acaloradamente sobre cada segundo de metraje... ¡y qué nivel de discusiones!... Ahora sólo se discute con el productor y su dinero. Y ninguno se permitirá arriesgar. Sólo hará lo que, según su opinión, habrá de gustar al público”... decía.
Norshtéin habla de calidad. Ninguna palabra más revolucionaria que esa en la Rusia de hoy. Veinte años de producción comercial en Rusia y los veinte años anteriores a éstos parecen como de otra civilización, raza, planeta, universo...
Hace unos días se volvió a aparecer. Sigue sin buscar el peine ni la maquinilla de afeitar. Me gustaría tener ya nietos para que él sea su abuelo. Con tono tranquilo llamaba porquería a los oligarcas, a los empresarios, a los políticos, a todos los que “se alzan subiendo sobre la ruina y miseria que dejan debajo”, dijo.
Nada que no sepan todos y que algunos griten. Cada día más.
Si los problemas se resuelven, pronto (nunca será tarde) saldrá a la luz su “Abrigo”. Será el último gran regalo de la inimitable escuela soviética de animación, y un puñetazo en los porcinos morros de la Rusia contemporánea. Lo malo es que, para entonces, ya nadie recordará el divino texto en que está basado.
De momento, toca seguir conteniendo la respiración y a disfrutar de esos pocos minutos de “El Abrigo” que están al alcance.
Y antes de dormir, háganme caso, vean su "Cuento de los cuentos", “Skazka skazok” o “Tale of Tales” con subtítulos en inglés. La que dicen es la mejor película de animación de la historia. No podrán emplear mejor treinta minutos de su vida. Aquí un vínculo:
Una última y sobrecogedora psicofonía del otro mundo pronunciada por El Maestro: “Los que hacen dinero no crean nada. Un acto creativo es el del barrendero que sabe que con su trabajo la ancianita no se caerá cuando pase”.

1 comentario:

  1. Por conocido y visto infinidad de veces, cada vez que vuelvo a dejarme por la fantasía y la potencia de sus ideas. Hace tiempo que quería volver a sentarme frente a una pantalla y ver la magia de Yuri Norshtéin. Un abrazo querido compañero y gracias por este pequeño gran regalo que le haces a tus lectores...

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