UNA RECOMENDACIÓN: YASNAIA POLIANA
Comienzo reutilizando material ya escrito hace tiempo. Con un fragmento de la carta que envié a los amigos, invito a quien lo lea a que visite Yasnaia Poliana, la conocida patria chica de Tolstoy (Lev). Es muy fácil llegar desde Moscú: en apenas tres horas en tren de cercanías se llega a la ciudad de Tula: lugar también recomendable. En la calle Lenin se puede coger una marshurtka (una furgoneta-minibús), que tardará 15 minutos en llegar a dicho lugar.
La descripción es primaveral. En Rusia el paisaje cambia profundamente a lo largo del año, debido a sus condiciones climáticas. Imagino que en otoño el lugar debe ser aun más fantástico.
El fragmento de la carta y una foto. Es el cartel que indica la entrada a la aldea. Por ese camino habrá que caminar un buen rato.
"De vuelta de Yasnaia Poliana, su casa. De peregrinaje. Hay que andar dos o tres kilómetros desde una maltrecha carretera, subir por un camino... Yasnaia Poliana, en cristiano, Campo Claro. Y es que no hay nada más llamativo ni poético para el paisaje ruso que un claro en el infinito bosque (en España ocurre mismo con el pequeño bosque en mitad del infinito claro). Y ahí está. Un parque natural gigante, formado por todos aquellos bosques que él compraba para que no los cortasen nunca, claros para la siembra de cereales, panales, riachuelos, lagos y bosques de árboles gigantes... Y en medio, cuatro casas. La de los Volkonsky, ex decembristas bajo su protección, la escuela de niños campesinos y su propia casa, unas caballerizas y unos graneros.
Subes por un sendero por al que apenas llega la luz del sol, un verde asfixiante, extasiante, y en un recodo del camino, un montículo de hierba, su tumba. Nada más, un montículo de hierba.
El espectáculo natural es tan grandioso, imaginarlo a Él caminando por esos senderos es tan evocador, que pocos entran a su casa-museo a cotillear sus viejas pertenencias. Yo tampoco lo hice, no dio tiempo, había muchos árboles que ver. Y así está mejor.
La aldea que queda al lado, aquella que en su día fue suya y que él regaló a sus habitantes, sigue siendo floreciente gracias a él. Los vecinos hacen de guías, cantan canciones tradicionales, forman cuartetos de música de violín por las esquinas, enseñan a los niños a tejer en viejos telares, a cultivar campos de manzanos, editan nuevos libros de "su abuelo"...
Los que han disfrutado a Tolstoy saben de esa extraña sensación de acercarse a una verdad; verdades hay muchas, y es difícil determinar aquello que lo es… leyendo a Tolstoy ves una de esas verdades, inmensas, profundas… es difícil saber por qué, decir por qué, pero sus palabras te golpean como eso, como una verdad, entre las muchas que haya. Después de estar en su tierra, de caminar por donde Él caminaba, tienes la sensación de acercarte un poquito más… Después de mucho leerlo, pensarlo, discutirlo, de repente descubres que se trata de algo tan sencillo, tan cercano que no lo ves. Adivinas toda su obra concentrada en esos kilómetros cuadrados. El mundo entero, la vida entera, desde el claroscuro de esos bosques..."
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