viernes, 30 de marzo de 2012


MOSCÚ MENDIGA.

Hace un par de días, un escalofrío atravesó las redes sociales rusas. Cabe apuntar que Occidente tampoco le prestó atención a este suceso: el gato del ex-presidente Medvédev se escapó de su dacha. Andaba perdido...
Unas horas más tarde, el propio Medvedev, a través de su twitter, desmintió el preocupante rumor.
El país respiró tranquilo y yo, por fin, me atreví a salir de casa.
Paseé. Tenía que beber. Cambiar unas amarguras por otras.
Busqué el calor social, y en los suburbios siempre se encuentra alrededor de las paradas de metro: los bares, las tiendas, los mercados... Al Metro se acercan auténticos ríos de gente (es imposible perderse totalmente en Moscú, siga a esas cuatro personas que andan en la misma dirección, únase a ese afluente y llegará al río que desembocará en el metro).
Me paro. En la estación veo tres tipos de personas: los que salen, los que entran, y los que están quietos junto a las puertas de entrada y los túneles, protegiéndose del frío. Son los mendigos, (y yo, que allí quieto con mi cerveza, parezco uno de ellos)
Son antiguos profesores, ingenieros, directores de teatro.., aunque seguro que ya no se acuerdan de eso. También los hay muy jóvenes, que nunca conocieron un día feliz; tienen las caras sucias e hinchadas, deformadas, los ojos taciturnos y febriles, huelen a orina y a alcohol. Algunos tienen heridas abiertas, resecas por el viento invernal.
En invierno duermen allí, en los túneles que cruzan calles y encaminan al Metro, al sistema circulatorio de esta ciudad. Los he visto dormir en grupos de veinte, juntos, espalda con espalda, abrazados a los perros callejeros, dándose unos a otros el calor vital.
Entre ellos caminan damitas con finos tacones y bolsitos de piel. Con ellas van hombres trajeados, perfumados y corruptos. Alguna vez me ha parecido ver a algún mendigo mirando sus corbatas, imaginándose una soga.
En Moscú tienen prohibido entrar al Metro. Sin embargo lo hacen. No los ven, no existen. Son miles e invisibles. Se tumban a veces en los asientos del vagón, viajando por la ciudad. La gente no les molesta. No están ahí. Sólo hay un asiento menos, del que se alejan.
Cargan grandes bolsas. Vidas en bolsas. Se reúnen con sus compañeros para evitar las numerosas y patrióticas pandas de matones que por las noches “limpian Rusia”.

Suelo pararme junto a ellos. Me gusta escucharles hablar. Su ruso es para muchos censurable, malsonante, ofensivo... pero vivo, palpitante, imaginativo y exagerado. Y es ruso. Bajo la glamurosa y pedante dictadura de los anglicismos, ese ruso de oficina y velatorio, sus brutalidades suenan como gotas de lluvia sobre la arena del desierto. Y me sonrío ante el espanto que reflejan los afectados conciudadanos al escucharlos.
También estudio junto a ellos: las hoy vacías bibliotecas de Moscú siempre tienen siete u ocho mendigos pasando las horas. Junto a la petaca llevan el carnet. Se calientan y leen un rato. Los más brillantes están en la gran Biblioteca Lenin, en la sala de fumadores. Sin duda es el mejor lugar de la ciudad. Lo que allí se escucha no se disfruta en ningún otro lugar del mundo.

Ellos van y vienen. Beben y mueren. Se multiplican. Entre la doble fila de puertas de entrada al metro y bajo su cortina de aire caliente pasan el día. Si el invierno empieza cuando los gorriones se refugian en la estación de Chejovskaya, termina cuando los mendigos salen y empiezan a peregrinar por la ciudad, a escandalizar por los parques.

No olvido a aquellos dos, sentados en la acera, malolientes y barbudos. Uno pedía limosna para comprarse “un barco volador”. El otro le regañaba: “Joder, Puta, para eso no te darán nada”; “Para lo otro tampoco”, terminó el primero.
Qué quiso decir, en su mundo se queda. Desde el nuestro nadie sabe traducirlo, ni quiere.
Posdata: no añado fotos, por respeto.

viernes, 23 de marzo de 2012


YURI NORSHTÉIN. EL PENÚLTIMO GENIO SOVIÉTICO.

Al impaciente Martín Visuara, poeta y argentino, además de poeta argentino.



Yuri Norshtéin vive en un suburbio muy parecido al mío. Vive, humilde y sabio, con sus 70 años, por desgracia para muchos y suerte para otros.
Apunto: admiro profundamente a los fantasmas. A los de verdad, a los de pasillo oscuro y castillo abandonado. Los aprecio por su poco arraigo a lo material y su riqueza espiritual, por su silenciosa vida, su humildad y su gran talento para impresionar a los humanos.
Por eso, con enorme cariño y admiración, llamo a Norshtéin fantasma. También le llamo el mejor dibujante de películas de animación de la historia y, sobre esto, no creo que haya ninguna duda.
Él, que debiera ser todos los ministros, todos los jueces y todos los minutos de televisión en Rusia, ha sido intencionadamente relegado al olvido, cosa a la que no opuso resistencia, incapaz de vivir en semejante circo. Sus contadas apariciones suenan como las más sabias psicofonías de otro mundo: de aquel mundo que la propaganda intenta ahogar bajo su rentable producción de basura.
Norshtéin no es rentable: treinta años lleva dibujando una película de la que sólo unos minutos están acabados a su gusto y han salido a la luz. Estará basada en “El Abrigo”, del no menos espectral Nikolay Gógol. Casi nada. Tiemblan las piernas al imaginarlo.
En una de sus inesperadas y fantasmagóricas apariciones, anunciaba con sonrisa infantil un enorme hallazgo: las personas no podían proyectar sombras tan largas por la Avenida del Nevá como las que describía Gógol. Con aquellas farolas no. Sólo una luz fortísima e irreal, enfocada desde los cientos de ventanas, imposible y soñada por el genio de Gógol podía causar ese efecto. Después de descubrirlo, “habrá que rehacer buena parte del trabajo”, dice Norshtéin.
Maravilloso.
Esperaremos. Tú, tranquilo. Cuídate. Poco a poco.

Pero además de pintar sobre sus láminas de cristal, habla. Habla y nadie se atreve a replicarle. El forzado olvido y la respetuosa devoción por él se mezclan. Fue el único, en otra aparición, que espetó su desprecio públicamente hacia el mimado y gubernamental Nikita Mijalkov, por la insultante colección de mentiras de su última película. Y por su ínfima y subvencionada calidad. El aristocrático Mijalkov miraba al suelo, como se hace ante los fantasmas que te dan miedo y se desea que desaparezcan pronto. Después, cambió de tema.
Antes, cuando no había jefes sino responsables, éramos un grupo de profesionales discutiendo acaloradamente sobre cada segundo de metraje... ¡y qué nivel de discusiones!... Ahora sólo se discute con el productor y su dinero. Y ninguno se permitirá arriesgar. Sólo hará lo que, según su opinión, habrá de gustar al público”... decía.
Norshtéin habla de calidad. Ninguna palabra más revolucionaria que esa en la Rusia de hoy. Veinte años de producción comercial en Rusia y los veinte años anteriores a éstos parecen como de otra civilización, raza, planeta, universo...
Hace unos días se volvió a aparecer. Sigue sin buscar el peine ni la maquinilla de afeitar. Me gustaría tener ya nietos para que él sea su abuelo. Con tono tranquilo llamaba porquería a los oligarcas, a los empresarios, a los políticos, a todos los que “se alzan subiendo sobre la ruina y miseria que dejan debajo”, dijo.
Nada que no sepan todos y que algunos griten. Cada día más.
Si los problemas se resuelven, pronto (nunca será tarde) saldrá a la luz su “Abrigo”. Será el último gran regalo de la inimitable escuela soviética de animación, y un puñetazo en los porcinos morros de la Rusia contemporánea. Lo malo es que, para entonces, ya nadie recordará el divino texto en que está basado.
De momento, toca seguir conteniendo la respiración y a disfrutar de esos pocos minutos de “El Abrigo” que están al alcance.
Y antes de dormir, háganme caso, vean su "Cuento de los cuentos", “Skazka skazok” o “Tale of Tales” con subtítulos en inglés. La que dicen es la mejor película de animación de la historia. No podrán emplear mejor treinta minutos de su vida. Aquí un vínculo:
Una última y sobrecogedora psicofonía del otro mundo pronunciada por El Maestro: “Los que hacen dinero no crean nada. Un acto creativo es el del barrendero que sabe que con su trabajo la ancianita no se caerá cuando pase”.

sábado, 17 de marzo de 2012


RÁPIDO PAISAJE INVERNAL Y POLÍTICO.

Suburbio moscovita. Desde siempre, tres franjas de color: la de abajo, blanca como la nieve, de nieve; la del centro, de negro los bosques sin hojas, de plata los troncos; la de arriba, roja, naranja, cobre, de larguísimo atardecer invernal.
Más arriba, abriéndose como un agujero oscuro que habrá de cubrirlo todo, la noche.
Una variante: después de las grandes nevadas los bosques, cubiertos, también aparecen blancos. Excepto los troncos, que en dos colores indica la dirección que tuvo la tormenta.
Con el paso del tiempo, por la franja blanca fueron apareciendo líneas rectas y torcidas, caminos, carreteras. Lejanos tintineos dorados de cúpulas de iglesia: blanco y amarillo. Los primeros faroles iluminarían la nieve al compás de los andantes, (en noches de luna, su luz rebota en ella como si fuera un espejo. En esas noches no harían falta faroles).
Pequeñas manchas marrones, casas de madera que siempre acababan ardiendo. Fiebre de llamas sobre la nieve. Desfiles de hombres buscando nuevos poblados, nuevos amos.
Franja negra. Entre los árboles aparecieron manchas cuadradas, amarillentas, grises. Nuevas casas. Ventanas encendidas. Fábricas echando humo negro. Filas de hombres. Ancianos en las escuelas.
Cayeron muchas bombas. Huellas de tanques. La nieve se volvió roja, y la sangre, blanca.
Altas farolas hacen brillar los troncos negros y fríos. La nieve se ve amarilla bajo ellas. Carteles luminosos y semáforos.
Sobre el rojizo y oscuro cielo de la tarde aparecieron altas siluetas blanquecinas. Universidades. Hospitales. Rascacielos que por las ventanas iluminadas muestran libros de colores.

¿Cuánto vale todo esto? Toda la tierra bajo el hielo, con sus tesoros y recuerdos, el cielo, el aire... Todo lo vendo. Todo lo compras.
Con lo ganado, me iré.
La gente fue a votar, (no digo pueblo, que no se puede morir y votar a la vez), acercándose a las viejas escuelas, pisoteando y ennegreciendo los caminos cubiertos de nieve recién caída.
Eligió, una gran mayoría de ellos, al que se sabe que paga por lo que se vende. Otros prometían pagar más, pero desconfiaron de ellos. Quizás un pequeño acento patriótico les hizo preferir como dueños a las mafias rusas frente a las mafias occidentales.
Pagan. Bolsillos llenos. Los hijos estudian finanzas e idiomas para opositar a las mafias, para cuando sólo queden ellas. Casi todos felices. Hay esperanza mientras no se gasta.

Pero hermano, la tierra, el cielo, los colores, los perfiles, pronto sólo nos pertenecerán en las descripciones.

viernes, 9 de marzo de 2012



TROMPETISTAS Y TROMPETAS (O FLAUTISTAS Y FLAUTAS, AL GUSTO)

Una de las cosas más molestas en el estudio de la literatura son sus clasificaciones y, sobre todo, el poco poético estudio de cada movimiento poético. Molestos se han de sentir los poetas enclaustrados en ellos.
No hay solución. Es muy humano, y quizás necesario, clasificar las cosas. Lo único que se puede hacer es inventar nuevas y más molestas clasificaciones. Barra libre. Propongo, para empezar, simples clasificaciones binarias. Poetas casados contra solteros; de carne o de pescado; zurdos contra diestros... No faltaría quien sacase brillantes conclusiones de esos estudios.

Un día, el poeta David Burliuk presentó a un grupo de poetas a su “amigo y gran poeta Vladímir Mayakovsky”. Sucede que éste casi no se había dedicado a la poesía hasta entonces, y no tuvo más remedio que convertirse en uno de los más grandes poetas de su tiempo para no dejar en mal lugar a su amigo.
Pocos años después, en 1913, Mayakovsky escribió el siguiente poema, que aquí he intentado traducir:


“Embadurné el mapa de un día laboral                      
Con la pintura derramada de un vaso
Mostré en la gelatina de un plato
Las afiladas fauces del mar.
Leí en las escamas de un pez de latón
que unos nuevos labios me querían
Y ustedes,
¿Tocar un nocturno,
Podrían,
En una flauta – canalón?”

Téngase en cuenta que la palabra canalón en ruso es “tubería para aguas (vodostóchnaia trubá)”, y “trubá”, tubería, también significa trompeta.

El poema se haría famoso en poco tiempo, junto a su autor. En el poema, puerta de las futuras vanguardias, el poeta futurista desafiaba a hacer algo imposible, hacer música soplando por un canalón. En otras palabras, a realizar una nueva poesía, motor de un mundo nuevo. A crear antes que expresar.

Unos años más tarde, ya en 1921, Iliá Ehrenburg se atrevió a responder al Titán en los versos de uno de sus poemas, que empezaba así:

No soy trompetista. Soy trompeta. ¡Sopla Tiempo!

La nueva clasificación ya está servida. Ehrenburg pretendía ser el medio por el que los tiempos se expresasen. Expresar antes que crear.

No era un enfrentamiento ideológico. En esos temas estaban de acuerdo. Era un enfrentamiento respecto al papel del poeta en el mundo. Motor o filtro. Creador o cronista.

Ahora toca ir colocando a los demás en su lado correspondiente. En el que se toca la flauta o se es la flauta misma. Muy divertido. Inútil pero entretenido. Se me ocurre colocar a Bábel y Machado junto a Ehrenburg. A Gógol y a Lorca junto a Mayakovsky. O al revés. Lo mismo da.

Ehrenburg y Mayakovsky llegaron a ser grandes amigos. En los años 20, el primero invitó al segundo a visitar el taller de Pablo Picasso (trompetista) en París. Ehrenburg preguntó a su compañero por su opinión respecto a los diferentes movimientos o periodos pictóricos del pintor. Mayakovsky se encogió de hombros y dijo no ver periodos, “Todo es realismo”, declaró. Cosas que pasan.

sábado, 3 de marzo de 2012

4 de marzo. Ya habrán pasado las elecciones presidenciales.
Estuve muy atento a las elecciones pasadas a la Duma. Vi todo lo que tenía que ver.
Los días siguientes fueron intensos, desde aquel 4 de diciembre hasta la gran manifestación contra el fraude electoral en la Plaza Bolótnaia, donde estuve presente.
Tomé algunas notas. Quizás sirvan para algo repasarlas, ante lo que quizás se avecine.
Estas son.

6 de diciembre.

Hace dos días hubo una buena noticia: hubo elecciones. Hubo otra mala, que no hubo elecciones.


Hace dos días que aquella mujer se asutó, y se emocionó, al ver en las listas de votantes a su madre muerta. Acababa de pasar por allí, había cogido un boli, había puesto una cruz.... Pueblos enteros con más votantes muertos que vivos, y todos votaron al mismo.
Qué cruel para la sociedad, qué gusto para la imaginación.
Por estas cosas que los rusos son tan leídos y tan poco visitados.

Hace dos días que coquetos autobuses escolares recorrían las ciudades cargados de señores con derecho a votar en todos los colegios, que desaparecieron calles llenas votantes, que los  25 se convertían en 50 y los 40 en 20. Que medio país no pudo o no quiso ir a votar... y que votaron por ellos.

Ayer por la tarde mucha gente se reunió en Lubianka y Chistie Prudí, en el centro, de forma pacífica. Se quejaban por lo sucedido el domingo electoral. No se habían quejado en 20 años de elecciones similares. Centanares de detenidos. Entre ellos, Navalniy, un símbolo de la denuncia contra la corrupción. 15 días de prisión incomunicada por desordenes públicos.

El clamor contra la corrupción en cualquiera de sus formas es general. El análisis de la esencia de la misma, inexistente. La corrupción es algo que hacen aquellos señores. Mal, o bien acostumbrados, para los rusos la corrupción es, sobre todo, un tema económico, no moral, casual, es una circunstancia moderna, deseablemente pasajera, no se creen que sea el motor de su nuevo mundo. Tampoco se creen que pueda haber corrupción más allá de sus fronteras. Europa es el imperio del bien y la honradez. Quieren ser europeos. Antes deberán colonizar medio mundo, vender esclavos y provocar guerras mundiales. No dudo que aprendan a hacerlo pronto.

6 de diciembre.

La Plaza Pushkinskaya está cerrada con camiones y furgones militares. Enormes soldados y  agentes antidisturbios la rodean. Si les miras a los ojos fijamente, bajan la mirada. Desértica la plaza, por encima de los techos de los blindados sobresale presa y sola la estatua de Pushkin, el gran poeta y decembrista ruso.

En algunos de los mismos lugares en los que ayer hubo concentraciones como protesta ante el fraude electoral, hoy se reunen los simpatizantes del partido del gobierno, a celebrarlo.
Se ha sabido que en su mayoría eran jóvenes a los que sacaron de la escuela, los montaron en un autobús y les dieron una bandera a cada uno. Los profesores han pasado lista. Otro grupo numeroso era de trabajadores centroasiáticos que no acertaban a pronunciar las consignas coreadas.


10 de diciembre.

Plaza Bolótnaia (traducción, la "Pantanosa"). Mucha gente y mucho ejército poniendo vallitas para que no pisásemos los parterres de invernal tierra dura, seca y negra. Unos pequeños arcos metálicos para acceder a la explanada dividida por un canal. Los puentecitos del canal, abarrotados; al fondo, la gigante estatua de Colón-Pedro Primero; a la derecha, las cúpulas doradas sobre las rojas murallas del Kremlin, y el río; a la izquierda, un canal con patrullas de la policía, más allá más gente, camiones militares, cámaras de televisión, la Galería Tetriakov y la ex- fábrica de chocolates "Octubre Rojo", hoy barrio de clubes y restaurantes de moda (caros).

Caen copos de nieve sueltos y confundidos. Un cartel llama a devolver unas elecciones limpias, otro, a devolver la nieve del invierno.

Grupitos con banderas. Muchas rojas, también naranjas. Llegan los anarquistas con banderas negras.  Ahora llegan los neonazis de la Confederación Eslava. Lazos blancos para todos. No veo a los del LDPR, los fascistas del 10% de votos. Muchas otras banderas de colores raros. Esa es la de los liberales, esa la de los neo-liberales, y aquellos son los semiliberales.
Entre algunos de los grupos manifestantes y el gobierno hay menos diferencias ideológicas que entre algunos de los que están aquí.

A ver qué nos dicen.

Empieza el mitin. Cada intervención termina con una frase que repiten a coro los de las primeras filas. El resto corea que, por favor, más alto.
De todo lo dicho, me quedo con las palabras del escritor Borís Akunin sobre la recuperación de la dignidad ciudadana. La autoestima ha sido minada durante estos últimos veinte años, y es minúscula en cualquiera de ellos. "Las cosas salen mal porque somos rusos, no seríamos capaces de hacerlo mejor, hay que confiar en unos líderes que lo resuelvan por nosotros", se pudiera resumir. Hace un año se publicó una encuesta donde el ochenta por ciento de los rusos sentía "Asco" hacia su propio país y su pueblo.

A su vez, por poner un ejemplo, el gobierno ruso financió los últimos años las siguientes superproducciones de cine, vistas por todos: "Zar", "Pope" y "Almirante", entre otras. La primera trata sobre el esforzado Iván el Terrible y lo dificultoso que es gobernar a los rusos; la segunda, sobre las virtudes de la Iglesia Ortodoxa y su difícil lucha contra la indisciplina moral rusa; la tercera, sobre las glorias y envalentonamientos patrios de Kolchak, almirante zarista, esforzado ejecutor de miles de obreros en los Urales (esto en la película se omite) y finamente asesinado vilmente por unos rojos.

Brillantes también las palabras del periodista (a estas horas sigue vivo) Leonid Porfiónov, que cómicamente  presume de que en su pueblo natal no hubo fraude electoral... a ver quién puede presumir de eso.

Ahora los comunistas anuncian su no reconocimiento de los resultados electorales. La gente les grita que no manden ningún diputado al parlamento.

Una parte es desalojada. Hoy sábado han llamado a hacer exámenes a unos niños de un colegio de la zona.

Va atardeciendo, oscurece rápido. Algunos encienden bengalas. Todas las banderas parecen negras. Ya se ha ido la mitad de la gente, se hacen corros de charla.

Se le ha dado al gobierno dos semanas. Para convocar nuevas elecciones, para liberar a los presos de la manifestación del lunes. Qué pasará si no lo hacen, no está claro.

12 de diciembre.

En respuesta a la gran manifestación del sábado se ha organizado una a favor del gobierno y sus resultados. Hay muchísima menos gente. Está lo mejor de cada casa. La mitad no sabe a qué a venido, y cuando escuchan "¡Rusia!", lo repiten. Alguien ha conseguido grabar como después, frente al Teatro Bolshoy, se hacían colas para recibir 500 rublos (12 euros) por el trabajo hecho ese día como camareros.
Es un terrible indicador económico. El domingo por votarles te pagaban 2000. La cosa va a peor.

jueves, 1 de marzo de 2012

UNA RECOMENDACIÓN: YASNAIA POLIANA

Comienzo reutilizando material ya escrito hace tiempo. Con un fragmento de la carta que envié a los amigos, invito a quien lo lea a que visite Yasnaia Poliana, la conocida patria chica de Tolstoy (Lev). Es muy fácil llegar desde Moscú: en apenas tres horas en tren de cercanías se llega a la ciudad de Tula: lugar también recomendable. En la calle Lenin se puede coger una marshurtka (una furgoneta-minibús), que tardará 15 minutos en llegar a dicho lugar.
La descripción es primaveral. En Rusia el paisaje cambia profundamente a lo largo del año, debido a sus condiciones climáticas. Imagino que en otoño el lugar debe ser aun más fantástico.
El fragmento de la carta y una foto. Es el cartel que indica la entrada a la aldea. Por ese camino habrá que caminar un buen rato.


"De vuelta de Yasnaia Poliana, su casa. De peregrinaje. Hay que andar dos o tres kilómetros desde una maltrecha carretera, subir por un camino... Yasnaia Poliana, en cristiano, Campo Claro. Y es que no hay nada más llamativo ni poético para el paisaje ruso que un claro en el infinito bosque (en España ocurre mismo con el pequeño bosque en mitad del infinito claro). Y ahí está. Un parque natural gigante, formado por todos aquellos bosques que él compraba para que no los cortasen nunca, claros para la siembra de cereales, panales, riachuelos, lagos y bosques de árboles gigantes... Y en medio, cuatro casas. La de los Volkonsky, ex decembristas bajo su protección, la escuela de niños campesinos y su propia casa, unas caballerizas y unos graneros.
Subes por un sendero por al que apenas llega la luz del sol, un verde asfixiante, extasiante, y en un recodo del camino, un montículo de hierba, su tumba. Nada más, un montículo de hierba.
El espectáculo natural es tan grandioso, imaginarlo a Él caminando por esos senderos es tan evocador, que pocos entran a su casa-museo a cotillear sus viejas pertenencias. Yo tampoco lo hice, no dio tiempo, había muchos árboles que ver. Y así está mejor.
La aldea que queda al lado, aquella que en su día fue suya y que él regaló a sus habitantes, sigue siendo floreciente gracias a él. Los vecinos hacen de guías, cantan canciones tradicionales, forman cuartetos de música de violín por las esquinas, enseñan a los niños a tejer en viejos telares, a cultivar campos de manzanos, editan nuevos libros de "su abuelo"...
Los que han disfrutado a Tolstoy saben de esa extraña sensación de acercarse a una verdad; verdades hay muchas, y es difícil determinar aquello que lo es… leyendo a Tolstoy ves una de esas verdades, inmensas, profundas… es difícil saber por qué, decir por qué, pero sus palabras te golpean como eso, como una verdad, entre las muchas que haya. Después de estar en su tierra, de caminar por donde Él caminaba, tienes la sensación de acercarte un poquito más… Después de mucho leerlo, pensarlo, discutirlo, de repente descubres que se trata de algo tan sencillo, tan cercano que no lo ves. Adivinas toda su obra concentrada en esos kilómetros cuadrados. El mundo entero, la vida entera, desde el claroscuro de esos bosques..."