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Alguien me dice que no he de sentirme
culpable, que no haga públicos mis defectos, que no son tales, que
no pude evitarlo...
Pero prefiero enfrentarme al escarnio
público ahora, antes que esperar a que los demás se enteren por otros
medios que no sean yo mismo.
Ya son varios meses que llevo
ocultando esta historia de fracaso.
Contaba en una ocasión sobre los
rincones de una pequeña ciudad de los Urales... mucho caminé, mucho
vi, pero no lo fundamental, dejando sin noticia a los millones de
lectores de este humilde blog.
Unas semanas después de mi última
visita a aquellas tierras hubo un hallazgo terrible, más o menos
allí por donde yo pasé, y que no supe encontrar, se escapó a mi,
admitámoslo, mala visión.
Salieron de su casa temprano. Iban a
buscar setas.
La policía siempre avisa: “No
vistan ropas de camuflaje para ir a buscar setas: podría dificultar
la búsqueda en caso de desaparición”... y es que cada año
desaparecen cientos de vecinos que iban a buscar setas. Después,
algunos terminan apareciendo.
Pero es posible que los dos amigos
fuesen en ropa de camuflaje. Porque cuando un ruso se toma algo en
serio, se lo toma muy en serio, ya sea buscar setas o hacer una
revolución.
A su vez, el camuflaje puede servir
para despistar a los osos, a los lobos, a los tigres o a la policía.
Buscaban setas. Encontraban setas y
eran felices, como sólo lo puede ser un ruso cuando encuentra una
seta. Y, de repente, vieron unos bidones azules. Se rascaron la
cabeza ante la sorpresa, se acercaron y abrieron uno.
Encontraron 250 fetos humanos.
Por desgracia, no se ha hecho pública
la llama de teléfono a la policía. Conversación que los que la
podemos imaginar en su idioma original nos relamemos del gusto.
Pero no dejo de pensar que yo pasé
por allí... Habrá quien piense que quizás yo, que estuve allí,
tenga algo que ver... pero no, en esos días no tuve ninguna relación
con el tráfico de fetos.
Queda el dolor de no haber sido el
primero en verlos, en compartir el momento con las masas.
Es lo que hay. Ningún importante
periódico español dio noticia de esto. En su caso, el silencio se
debe a que no han encontrado todavía las palabras que pudieran
relacionar el tráfico de fetos humanos con Lenin. Pero no dudo que
lo conseguirán.
Así que sólo queda volver a aquellos
recuerdos de Kirovgrad y completarlos con 250 fetos en alguno de los
bosques circundantes...
Pese a lo impactante de la anterior
noticia, es aun más llamativa y difícil de entender una mucho más
reciente, y que ofrece un desafío intelectual importante.
Trata de uno de esos dones del pueblo
ruso: su capacidad de entender la abstracción, de materializar lo
inmaterial... eso ha dado magníficas obras de arte, maravillosos
poemas, novelas, relatos...
Pero también sirve para decir
tonterías. Mejor dicho, no, no es una tontería: es la
materialización de una idea, un hecho etéreo y mundial, la
ejemplificación perfecta de casi todo lo que nos rodea.
Hace meses, en San Petersburgo
transcurrió un concierto de la cantante “Madonna” (observen que
he omitido el adjetivo “musical”, y he dudado en poner lo de
“cantante”)
No sé que cosas haría aquella mujer
en el escenario, ni las quiero saber, pero levantó un gran revuelo
entre aquellos que se esforzaron en darle importancia a esa persona.
La noticia es que, meses después, los
ofendidos por aquella cantante, tras largas reuniones, han denunciado
un “terrible daño a la moral” a causa de aquel concierto.
Su mérito reside en que han
conseguido, por primera vez en la historia, materializar la moral.
Concretamente, han acordado que la moral dañada vale 333 millones de
rublos.
Algunos discutían que el daño sólo
había subido a 230 millones, pero terminaron teniendo razón los
primeros...
Este logro va mucho más allá que
aquellos de esos curas españoles que son capaces de perdonar pecados
a cambio de un donativo. Ellos son abogados de Dios y eso da
superpoderes especiales, superpoderes inescrutables...
Aquí se trata de asociaciones
civiles, cientos de personas que se han puesto de acuerdo en largas
reuniones, así como se trata de daños morales que no afectan a una
persona en particular, sino a una ciudad de cinco millones de
habitantes.
Todavía no se han publicado los
resultados del análisis y las demostraciones científicas. No
estamos todavía en condiciones de revelar oficialmente cuánto vale
el gramo de moral, y si se ofrecerán descuentos, y dónde.
Prometo publicarlos en cuanto salgan a
la luz.
Sí estamos en condiciones de decir
que ya hoy en Rusia todo parece tener precio (coincidiendo, por
cierto, con su entrada en la Organización Mundial del Comercio).