jueves, 12 de abril de 2012


PRIMAVERA Y PASCUA RUSA.


Ahora toca hablar del tiempo: llegó la primavera. Poco a poco, y tarde, pero va llegando.
Dos enormes patos de plumaje dorado caminan sobre el estanque. Han sido los primeros en volver de otras tierras. Queda mucha nieve y hielo todavía. Caminan, se paran, se hablan, miran a su alrededor y lo ven todo blanco. Debajo están las semillas y las hierbas que esperan, y el agua líquida del estanque.

Poco a poco, la nieve se derrite. Cae la primera lluvia del año. Derritiéndose, la nieve va mostrando sus capas, como estratos geológicos, de nevada tras nevada. No siempre son blancas: se ensucian con la ciudad, con su aire, con el tiempo. Las más antiguas, aquellas que fueron las primeras, son casi negras. (¿Recuerdan los “Apuntes del subsuelo”, de Dostoievsky? Dentro está el relato aquel de “A propósito de la nieve derretida”. A esto se refería, a aquello que fue blanco y puro y se convirtió en una masa oscura y viscosa, en referencia a su personaje de la tímida joven que se volvió prostituta, y el protagonista que lo aprovechaba)
Derritiéndose, va mostrando suciedades: papeles, basura, colillas, latas, heces de perro fosilizadas que van reviviendo. Pequeños crímenes urbanos que el invierno iba ocultando copo a copo.
Los compañeros van saliendo de sus casas, se sientan en los bancos, juegan al dominó, beben, hablan de sus vidas, y beben.

El domingo que viene se celebrará la Pascua Rusa. Se resume en pintar huevos de color rojo, y la noche del sábado al domingo, acercarse a una iglesia a que te bendigan unos insípidos bollos.
Alrededor de esas iglesias se celebra el “Kriostni jod”, una procesión con los santos y las banderas en alto y el Pope a la cabeza.
El Paso más importante de la ciudad la celebra el Gran Patriarca. Sobre él, ofrezco un enigma fotográfico: presten atención en el reflejo de la mesa... es del reloj de 30.000 dólares que se han apresurado a borrar de las fotografías oficiales. Chapuceros. Voto de pobreza.
El Paso tiene lugar alrededor de la Catedral de Cristo el Salvador. Es un edificio nuevo. La catedral antigua la tiraron los comunistas, y en su lugar terminaron construyendo una enorme piscina pública de aguas termales que hacía las delicias en el invierno del centro de la ciudad.
Si quieren ir a la catedral, tendrán que ir hasta la vieja y preciosa estación de metro de Kropotkin (je je), el anarquista ruso, llenarse allí de fe y salir a la calle.
Allí verá al Gran Patriarca, sin el reloj, rodeado de cámaras de televisión y presidentes, policías y limusinas aparcadas en las aceras cercanas.
Y ya está. Y no entiendes nada.
Las funciones hoy de la iglesia ortodoxa rusa son las siguientes: no hablar de Jesús ni repetir sus ideas; no hablar de aquellos de los que hablaba aquel; no hablar en ruso sino en una lengua muerta que nadie entiende; no hablar, sino cantar en coros; no dejarse ver, sino hacer todo eso detrás de un biombo de madera.
Y en positivo: comprar y explotar complejos hoteleros, llenándolos de iconos; llamar enfermos a los homosexuales; bendecir a los soldados, la mayoría de ellos de origen musulmán, antes de mandarlos a morir a sus guerras; hablar de tradición; evitar hablar de religión; alquilar su gran catedral por unos miles de dólares para mítines, conciertos y encuentros; decir que has de tener muchos hijos; decir que respetes a tus superiores y la propiedad privada.
La fe, que falta hace, se extiende por el país. Y los que la abrazan, no entienden por qué, ni qué es, ni de dónde viene ni por dónde se irá. Nadie tiene nada que decir, ni discutir. Si en España hay seguidores de Jesús que luchan contra la iglesia, en Rusia hay seguidores de la iglesia que luchan contra Jesús.
Pura necesidad de creer en algo. En algo fuerte, que no sufra en una tarde cualquiera una crucifixión.
Misticismo exaltado y etéreo. Y abstracto. Ansia de milagros, no de ideas. El clavo ardiendo.

Alguien se preguntará cómo se celebraran estos días en la Unión Soviética. Eran exactamente iguales, aunque sin cámaras, y con menos público. Y sin relojes caros. En estas fechas de primeros días primaverales, los vecinos se reunían, y en equipos salían armados de herramientas para arreglar el barrio. Limpiaban la basura, pintabas las vallas de los jardines, plantaban nuevas plantas y flores. Los bollos de Pascua se comían con los vecinos mientras se arreglaba la comunidad.
Hoy, parte de ese trabajo lo hacen trabajadores centroasiáticos, a veces legales y a veces asalariados. Los rusos, mientras, escuchan coros en una lengua desconocida.
Les remito a un excelente cuadro del excelente pintor del siglo XIX, Perov. Es el “Kriostni Jod”, el paseo alrededor de la iglesia. Resulta terriblemente actual. Busquen las similitudes.

1 comentario:

  1. Sé que cuidarás de los patos y del gato nadador del estanque, especialmente el día de Pascua.

    ResponderEliminar