CURSO
DE ARQUEOLOGÍA MOSCOVITA. CAPÍTULO UNO.

Pero
el origen de los enigmáticos restos de Rusia y alrededores, además de ser mucho
más moderno (algunos restos no llegan a los cincuenta años), y a
pesar de eso, resulta hoy complétamente incomprensible. Origen por
el que hoy se hace todo lo posible por desconocerlo, como hicieron
los bárbaros que entraron en Roma o los españoles que conquistaron
América, que dejaron vivas sólo algunas cáscaras decorativas y
destruyeron conocimientos, costumbres, códigos... y, quizás lo peor,
principios que en muchos caso eran mejores que los suyos.
En
el caso que nos ocupa, los restos de aquella civilización
absolutamente extraña para nosotros, y que algunos estudiosos llaman
“soviética”, nos hacen pensar en un pueblo, una cultura, mucho
más avanzada que la actual. Algunos datos apuntan a que sufrieron a
algún que otro tirano salvaje, pero que, en resumen y a nivel popular, ante la ofensiva comparación con el presente, llega a parecer que incluso pudo haber tenido origen extraterrestre.
Poco
a poco iremos estudiando muchos de esos restos arqueológicos, de
gran valor histórico y excelente material para la reflexión. Eso, a
riesgo de no entender su extrañeza: cosas llamadas “escuelas
públicas” que hoy son salones de belleza, gigantescas
universidades donde estudiaban gratis africanos, indios, mejicanos...
estatuas de mujeres y hombres haciendo los mismos trabajos y
recibiendo el mismo sueldo... Eso sí, ningún resto ha quedado que
recuerde a lo que nosotros hoy llamamos “Bancos”.

La
investigación.
Tiempos
de la NEP. Años 20, recién acabada la guerra civil.
Decidieron
crear un mercado mixto: por un lado, las empresas privadas producían
y vendían a su gusto, eso sí, bajo una severa y penal vigilancia. A
su vez, el Estado, en forma de cooperativas y fábricas bajo control
asambleario, competían con ellos en producción y venta.
Rápidamente
el Estado fue ganando la batalla. Cómo: las tierras recién
nacionalizadas les daban productos más baratos, y la mano de obra se
multiplicaba. Por qué: allí pagaban. En las empresas privadas, no
siempre.
Casi
todos los artistas e intelectuales colaboraban con la promoción de
aquellos productos que ellos llamaban “de todos”. De ahí esta
pared superviviente.

Las
frases publicitarias, rítmicas y convincentes, las escribió
Maiakovsky...
Era
una época, una civilización, en la que los poetas сolaboraban con las
harinas y el trabajo de los campesinos, y no con el de sus antiguos
dueños.
Y
miras y remiras esa pared y piensas: qué bonita quedaría en
Madrid...
O en Buenos Aires o en cualquier sitio en donde la memoria se desdibuje a golpes de mercados u otras cuestiones modernas.
ResponderEliminarComo volver a descubrir a Rodchenko que tanta falta le anda haciendo a tanto desmemoriado y mal avenido admirador de los mercados que andan dando vuelta por allí.
Gracias porque de este forma los menos afortunados vamos descubriendo un poco de esa ciudad lejana para este servidor.
¿Y el capítulo 2? privet.
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