NUBES
VERDES. USOS DEL SUELO.
Nubes
verdes cubrieron el cielo de Moscú. Nubes como de tormenta, del
color del helecho y de la lima.
Se
excitaron las redes sociales: “Ha explotado la central química de
Podolsk” “No hay ninguna central química en Podolsk” “¿Sabéis
si puede afectar a los pulmones?”
No
se preocupaban los ancianos en sus penas y sus paseos tranquilos.
Tampoco los compañeros mientras jugaban al dominó en los bancos
del barrio, a la sombra de los árboles y unas botellas. Ni los
pescadores del estanque, adormilados, quietos.
Tampoco
yo: con mirada de hambrienta vaca sureña observaba la hierba nacida,
los florecientes árboles.
Y
aparecieron las nubes verdes...
La
conmoción entre la juventud fue grande y ridícula: eran simples
nubes de polen. Gigantes, cierto, impresionantes, pero las mismas
nubes de polen de casi todos los años. Salen de unas cosas llamadas
árboles...
No
me detienen tales amenazas. Me compro una cerveza fría y sigo
andando. Llevo la cámara de fotos. Quiero fotografiar el suelo.
En
estas fechas, media ciudad se escribe y pinta sobre el suelo. Lo hacen los enamorados,
que con enormes letras escritas en el asfalto se declaran a sus
enamoradas para que lo lean cuando se asomen a la ventana. “Masha,
te quiero”, “Liuba, estás en mi corazón: tu Igor”
Moscú está llena de tales escritos. Sobre todo en los alrededores de los hospitales de maternidad. Cada padre dibuja corazones y letras de colores dando las gracias bajo la habitación de la nueva madre.
Pero
los verdaderos artistas, los que de verdad hacen cosas hermosas, los
que motivan la sonrisa y el alto en el camino, son los niños.
Con
tizas se lanzan al suelo y se expresan mejor que nadie. Tumbados
pasan horas dibujando, sin pensar en la próxima lluvia que habrá de
borrar sus esfuerzos.
Peces extraños, dragones, rayuelas, casas flotantes sobre el agua, sirenas, humanos (sus profesoras o sus madres, quizás), familias de elefantes, inquietantes princesas sin rostro, sus héroes infantiles... pintan todo lo que les dé tiempo antes de convertirse en esas cosas que somos nosotros y que ya no sabemos dibujar así, ni tumbarnos en el suelo, ni todo lo demás.
Estas
son algunas de las mejores obras de los niños de este barrio. Sin
duda merecen un minuto de admiración. Pinchen sobre ellas para observarlas a mayor tamaño. Verdaderas lecciones de arte y
pensamiento.
Esta
semana disfruto de otro extraño texto. Es de una edición del año
63, y se llama “Maiakovsky viaja por la Unión”. Lo escribió P.
Lavut, quien le acompañaba y organizaba sus actuaciones. En el libro
narra los innumerables viajes por cada ciudad y las anécdotas
surgidas por aquel país y aquellos años veinte.
Un
mundo extraño: cuenta, entre otras cosas, sobre como en varias
ciudades hubo enfrentamientos entre estudiantes, obreros y soldados a
las puertas del teatro. No es que los soldados no les permitiesen el
paso, es que ellos también querían entrar, y no había sitio para
todos.
Cómo
ha cambiado el mundo...